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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Jueves 8 de diciembre de 1994
Solemnidad de la Inmaculada Concepción

 

1. «Tota pulchra es, Maria, et macula originalis non est in te».

La Iglesia contempla hoy con gratitud y asombro las maravillas realizadas por el Señor en María, la Mujer a la que el pueblo cristiano aclama con las palabras de la antigua antífona: «Toda hermosa eres, María; no hay en ti mancha del pecado original».

El misterio de gracia y de hermosura que envuelve a la Virgen Madre tiene su origen en la ternura de Dios que, ya desde el primer instante de su existencia la preservó del pecado original y de sus consecuencias, preparándola para convertirse en la digna Madre de su Hijo. De ese modo, el Señor puso a María por encima de todas las demás criaturas, haciéndola llena de gracia, espejo admirable de su santidad.

2. La Inmaculada es el signo de la fidelidad de Dios, que no se rinde ante el pecado del hombre. Su plenitud de gracia nos recuerda también las inmensas posibilidades de bien de belleza, de grandeza y de gozo que están al alcance del hombre cuando se deja guiar por la voluntad de Dios, rechazando el pecado.

A la luz de la Mujer que el Señor nos regala como abogada de gracia y modelo de santidad, aprendemos a huir siempre del pecado. Pidamos a la Virgen que nos conceda la alegría de vivir bajo su mirada materna con pureza y santidad de vida.

3. Hoy acudiré a la plaza de España para el tradicional homenaje a la Virgen Inmaculada que, desde la cima de la columna erigida en su honor, mira y protege a la ciudad de Roma.

El sábado próximo, además, iré en peregrinación al santuario de Loreto, para concluir, junto con los obispos, la gran oración por Italia, que comenzamos en el pasado mes de marzo.

Al final del Año de la familia reunidos en la Casa de la Sagrada Familia, pondremos bajo la protección de la Madre del Redentor la renovación humana y cristiana de las familias italianas, para que sean lugar e instrumento de la nueva evangelización.

Con la ayuda de la Virgen santísima, que en Loreto se ha manifestado tantas veces Madre de misericordia para el pueblo italiano, encomendaremos al Padre la querida comunidad nacional, para que, siguiendo el ejemplo de sus grandes santos, continúe encontrando inspiración en el Evangelio a fin de construir, con vistas al tercer milenio cristiano, una sociedad más humana, por ser más cristiana.



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