JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Martes 26 de diciembre de 1995
Fiesta de san Esteban
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. «Nos ha amanecido un día sagrado: venid naciones, adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra».
Las palabras de la Liturgia de Navidad resuenan aún en nuestro corazón y nos invitan a alegrarnos por el nacimiento del Salvador. El día de hoy prolonga, en cierto sentido, la alegría de la Navidad.
Jesús mismo nos recuerda el significado de su venida: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10): una vida plena y sin fin, que enriquece con perspectivas inesperadas el camino del hombre en la tierra.
2. En el marco sugestivo de la Navidad recordamos hoy al primer mártir, san Esteban. Su vida constituye una ocasión para reflexionar en el significado profundo de la Navidad, ya iluminado por el ministerio pascual de la muerte y la resurrección de Cristo. El ejemplo de adhesión fiel a él por parte del protomártir nos alienta a testimoniar, sin componendas, los valores del Evangelio, con la certeza de que sólo mediante una adhesión sin reservas a la palabra de Dios y la entrega generosa a nuestros hermanos alcanzamos la plenitud y la autenticidad de la existencia.
Encomiendo particularmente a la intercesión de este santo a quienes, también hoy, están llamados a dar ante el mundo el testimonio generoso de su fe y de su amor a Cristo.
Junto con él, nos ayude también María santísima, en las diversas situaciones en las que nos encontramos, a llevar siempre a todos, con las palabras y las obras, el anuncio gozoso del Salvador, Señor de la vida.
¡Feliz Navidad! Que la Paz de Cristo reine en vuestros corazones, en las familias y en todos los pueblos.
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