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JUAN PABLO II

"REGINA CAELI"

Domingo 2 de mayo de 2004

 

1. En estos días, Europa vive otra importante etapa de su historia:  diez nuevos países entran en la Unión europea. Diez naciones, que por cultura y tradiciones ya eran y se sentían europeas, ahora entran a formar parte de esta Unión de Estados.

La unidad de los pueblos europeos, si quiere ser duradera, no puede ser sólo económica y política. Como recordé durante mi peregrinación a Compostela, en noviembre de 1982, el alma de Europa sigue estando aún hoy unida, porque hace referencia a valores humanos y cristianos comunes. La historia de la formación de las naciones europeas avanza al mismo tiempo que la evangelización. Por tanto, a pesar de las crisis espirituales que han marcado la vida del continente hasta nuestros días, su identidad sería incomprensible sin el cristianismo.

2. Precisamente por esto, la Iglesia ha querido contribuir en estos años de diversas maneras a la consolidación de su unidad cultural y espiritual, en particular con los Sínodos especiales para Europa, celebrados respectivamente en 1990 y 1999. La savia vital del Evangelio puede asegurar a Europa un desarrollo coherente con su identidad, en la libertad y la solidaridad, en la justicia y la paz. Sólo una Europa que no rechace, sino que redescubra sus raíces cristianas podrá estar a la altura de los grandes desafíos del tercer milenio:  la paz, el diálogo entre las culturas y las religiones y la salvaguardia de la creación.

Todos los creyentes en Cristo, tanto del Occidente como del Oriente de Europa, gracias a una abierta y sincera cooperación ecuménica, están llamados a dar su contribución a esta importante empresa.

3. A la vez que saludo con afecto a las naciones que en estos días son acogidas en la Unión europea, mi pensamiento va a los numerosos santuarios que a lo largo de los siglos han mantenido viva en cada una de ellas la devoción a la Virgen María. A la Virgen, Madre de la esperanza, y a los santos y santas que veneramos como patronos de Europa, encomendamos el presente y el futuro del continente.


Después de la plegaria mariana

(A sus compatriotas)
Ayer, gracias a las transformaciones iniciadas en Polonia, la Unión europea se amplió con diez nuevos países, que quieren colaborar estrechamente entre sí en el territorio de Europa y en todo el mundo. Este acontecimiento va acompañado por la oración que en este momento se realiza en la explanada Pola Wilanowskie de Varsovia. En ese lugar, donde se está construyendo el templo de la Divina Providencia, el Episcopado polaco y los representantes de los Episcopados europeos hacen oración y se celebra la santa misa, presidida por el cardenal Egan de Nueva York. La oración cuenta con el apoyo de la intercesión de los santos, pues sus reliquias se hallan expuestas en el lugar de la ceremonia.

Saludo a todos los cardenales, obispos, religiosos y laicos. Saludo a las más altas autoridades del Estado polaco, a las autoridades locales, responsables de la vida civil, y a los representantes diplomáticos de diversos países. Juntamente con vosotros, encomiendo a la sabia, justa y misericordiosa Providencia divina el futuro de Europa. Quiera Dios que crezca sobre el fundamento del amor de Cristo.

A continuación, Su Santidad dijo: 

Esta mañana, en la basílica de San Pedro, he ordenado a veintiséis nuevos sacerdotes. A ellos y a sus familiares y amigos renuevo mi cordial saludo. Ojalá que sean siempre, en medio del pueblo de Dios, imagen viva de Cristo, buen pastor.

Se celebra hoy la Jornada mundial de oración por las vocaciones. Dirijo un saludo especial a cuantos están comprometidos en el camino de formación con vistas al sacerdocio y a la vida consagrada; e invito a orar para que nunca falten numerosas y santas vocaciones en la Iglesia.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo parroquial de San Roque, de Sevilla. En este domingo del Buen Pastor, renuevo a todos la invitación a orar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. ¡Feliz domingo!



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