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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 16 de diciembre de 1981

 

La comunión escatológica del hombre con Dios

1. "En la resurrección... ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como ángeles en el cielo" (Mt 22, 30; análogamente Mc 12, 25); "... son semejantes a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección" (Lc 20, 36).

La comunión (communio) escatológica del hombre con Dios, constituida gracias al amor de una perfecta unión, estará alimentada por la visión "cara a cara": la contemplación de esa comunión más perfecta, puramente divina, que es la comunión trinitaria de las Personas divinas en la unidad de la misma divinidad.

2. Las palabras de Cristo, referidas por los evangelios sinópticos, nos permiten deducir que los que participen del "otro mundo" conservarán —en esta unión con el Dios vivo, que brota de la visión beatífica de su unidad y comunión trinitaria— no sólo su auténtica subjetividad, sino que la adquirirán en medida mucho más perfecta que en la vida terrena. Así quedará confirmada, además, la ley del orden integral de la persona, según el cual la perfección de la comunión no sólo está condicionada por la perfección o madurez espiritual del sujeto, sino también, a su vez, la determina. Los que participarán en el "mundo futuro", esto es, en la perfecta comunión con el Dios vivo, gozarán de una subjetividad perfectamente madura. Si en esta perfecta subjetividad, aún conservando en su cuerpo resucitado, es decir, glorioso, la masculinidad y la feminidad, "no tomarán mujer ni marido", esto se explica no sólo porque ha terminado la historia, sino también y sobre todo por la "autenticidad escatológica" de la respuesta a esa "comunicación" del Sujeto Divino, que constituirá la experiencia beatificante del don de sí mismo por parte de Dios, absolutamente superior a toda experiencia propia de la vida terrena.

3. El recíproco don de sí mismo a Dios —don en el que el hombre concentrará y expresará todas las energías de la propia subjetividad personal y, a la vez, sicosomática— será la respuesta al don de sí mismo por parte de Dios al hombre[1]. En este recíproco don de sí mismo por parte del hombre, don que se convertirá, hasta el fondo y definitivamente, en beatificante, como respuesta digna de un sujeto personal al don de sí por parte de Dios, la "virginidad", o mejor, el estado virginal del cuerpo se manifestará plenamente como cumplimiento escatológico del significado "esponsalicio" del cuerpo, como el signo específico y la expresión auténtica de toda la subjetividad personal. Así, pues, esa situación escatológica en la que "no tomarán mujer ni marido", tiene su fundamento sólido en el estado futuro del sujeto personal, cuando después de la visión de Dios "cara a cara", nacerá en él un amor de tal profundidad y fuerza de concentración en Dios mismo, que absorberá completamente toda su subjetividad sicosomática.

4. Esta concentración del conocimiento ("visión") y del amor en Dios mismo —concentración que no puede ser sino la plena participación en la vida íntima de Dios, esto es, en la misma realidad Trinitaria— será, al mismo tiempo, el descubrimiento, en Dios, de todo el "mundo" de las relaciones constitutivas de su orden perenne ("cosmos"). Esta concentración será, sobre todo, del descubrimiento de sí por parte del hombre, no sólo en la profundidad de la propia persona, sino también en la unión que es propia del mundo de las personas en su constitución sicosomática. Ciertamente, ésta es una unión de comunión. La concentración del conocimiento y del amor sobre Dios mismo en la comunión trinitaria de las personas puede encontrar una respuesta beatificante en los que llevarán a ser partícipes del "otro mundo" únicamente a través de la realización de la comunión recíproca proporcionada a personas creadas. Y por esto profesamos la fe en la "comunión de los Santos" (communio sanctorum), y la profesamos en conexión orgánica con la fe en la "resurrección de los muertos". Las palabras con las que Cristo afirma que en el "otro mundo... no tomarán mujer ni marido", constituyen la base de estos contenidos de nuestra fe y al mismo tiempo requieren una adecuada interpretación precisamente a la luz de la fe. Debemos pensar en la realidad del "otro mundo" con las categorías del descubrimiento de una nueva, perfecta subjetividad de cada uno y, a la vez, del descubrimiento de una nueva, perfecta intersubjetividad de todos. Así, esta realidad significa el verdadero y definitivo cumplimiento de la subjetividad humana y sobre esta base la definitiva realización del significado "esponsalicio" del cuerpo. La total concentración de la subjetividad creada, redimida y glorificada en Dios mismo no apartará al hombre de esta realización, sino que, por el contrario, lo introducirá y lo consolidará en ella. Finalmente, se puede decir que así la realidad escatológica se convertirá en fuente de la perfecta realización del "orden trinitario" en el mundo creado de las personas.

5. Las palabras con las que Cristo se remite a la resurrección futura —palabras confirmadas de modo singular por su resurrección— completan lo que en las reflexiones precedentes solíamos llamar "revelación del cuerpo". Esta revelación penetra de algún modo en el corazón mismo de la realidad que experimentamos, y esta realidad es, sobre todo, el hombre, su cuerpo, el cuerpo del hombre "histórico". A la vez, esta revelación nos permite sobrepasar la esfera de esta experiencia en dos direcciones. Ante todo, en la dirección de ese "principio", al que Cristo hace referencia en su conversación con los fariseos respecto a la indisolubilidad del matrimonio (cf. Mt 19, 3-9); en segundo lugar, en la dirección del "otro mundo", sobre el que el Maestro llama la atención de sus oyentes en presencia de los saduceos, que "niegan la resurrección" (Mt 22, 23). Estas dos "aplicaciones de la esfera" de la experiencia del cuerpo (si así se puede decir) no son completamente accesibles a nuestra comprensión (obviamente teológica) del cuerpo. Lo que es el cuerpo humano en el ámbito de la experiencia histórica del hombre, no queda totalmente anulado por esas dos dimensiones de su existencia, reveladas mediante la palabra de Cristo.

6. Es claro que aquí se trata no tanto del "cuerpo" en abstracto, sino del hombre que es a la vez espiritual y corpóreo. Prosiguiendo en las dos direcciones indicadas por la palabra de Cristo, y volviendo a la consideración de la experiencia del cuerpo en la dimensión de nuestra existencia terrena (por lo tanto, en la dimensión histórica), podemos hacer una cierta reconstrucción teológica de lo que habría podido ser la experiencia del cuerpo según el "principio" revelado del hombre, y también de lo que él será en la dimensión del "otro mundo". La posibilidad de esta reconstrucción, que amplía nuestra experiencia del hombre-cuerpo, indica, al menos indirectamente, la coherencia de la imagen teológica del hombre en estas tres dimensiones, que concurren juntamente a la constitución de la teología del cuerpo.

Al interrumpir por hoy las reflexiones sobre este tema, os invito a dirigir vuestros pensamientos a los días santos del Adviento que estamos viviendo.

 


Notas

[1] "En la concepción bíblica, se trata de una inmortalidad "dialogística" (resurrección); es decir, la inmortalidad no resulta simplemente del no poder morir de lo indivisible, sino de la acción salvadora del amante que tiene poder para hacer inmortal. El hombre no puede, por tanto, perecer totalmente, porque es conocido y amado por Dios. Si todo amor quiere eternidad, el amor de Dios no sólo quiere, sino que opera y es inmortalidad... Puesto que la inmortalidad en el pensamiento bíblico no procede del propio poder de lo indestructible en sí mismo, sino del hecho de haber entrado en diálogo con el Creador, debe llamarse resurrección (en sentido pasivo)..." (J. Ratzinger, "Resurrección de la carne - aspecto teológico", en Sacramentum Mundi vol. VI, Barcelona, 1976, edit. Herder, págs. 74-75).

 


Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Saludo ante todo a todas y cada una de las personas,  así como a los grupos de los diversos países de lengua española que asisten a esta audiencia.

Las palabras de Jesús referentes a los resucitados, que no volverán a tomar mujer o marido, sino que serán como los ángeles, indican la comunión de amor que el hombre tendrá con Dios, al contemplarlo cara a cara en la perfecta comunión trinitaria de las Personas divinas. Esto se realizará de modo mucho más completo que durante la vida terrena, ya que el hombre tendrá la experiencia beatificante del don de sí mismo comunicado por Dios y que es muy superior a cualquier otra experiencia feliz sobre la tierra.

La respuesta a ese don de Dios por parte del hombre, hará nacer un amor tal que se concentrará al hombre en la vida interior de Dios, absorbiendo toda su subjetividad psicosomática. Así comprenderá la profundidad de su propia persona y la perfecta intersubjetividad de todos. Ese será el definitivo cumplimiento del significado esponsal del cuerpo humano.

(En inglés)

En esta  audiencia  de Adviento doy una bienvenida cordial a los visitantes de lengua inglesa, en particular a los miembros del Programa benedictino de renovación teológica de San Anselmo, y al grupo de Dinamarca.

Un saludo especial a la peregrinación de  Mobile, Alabama (Estados Unidos), que está conmemorando los XXV años de ordenación al sacerdocio del arzobispo. Que Nuestro Señor y Salvador Jesucristo os bendiga a vosotros y a toda  la diócesis.

(En alemán)

Dirijo una sincera palabra de agradecimiento y de estímulo al grupo de asesores religiosos para los peregrinos de lengua alemana que acuden a Roma. Vuestro servicio a quienes peregrinan a la Ciudad Eterna, para visitar los diversos lugares que recuerdan acontecimientos religiosos, es de gran importancia en orden  a lograr que la peregrinación tenga un resultado espiritual y fecundo. Rectamente comprendida y realizada esta tarea se convertirá en un auténtico servicio pastoral, a través del cual la visita a Roma constituirá una profunda vivencia religiosa y llevará a una eficaz renovación de su fe. ¡Que la gratitud y la alegría de los mismos peregrinos recompense vuestros esfuerzos y os fortalezcan en vuestro trabajo! Con el deseo de una Navidad abundante en gracia, os imparto de corazón a vosotros y a todos los peregrinos presentes mi especial bendición apostólica.

(En polaco)

Queridos connacionales: Los acontecimientos de estos últimos días, han centrado los ojos de todo el mundo en Polonia. En ello se manifiesta una clara inquietud y, a la vez, solidaridad con nuestra nación.  A todos doy las gracias por las manifestaciones de esta solidaridad, que muchos me las han expresado directamente.

Tiene fundamento esta inquietud. Basta leer el discurso que pronunció el domingo por la tarde el primado de Polonia en la iglesia de la Virgen de las Gracias de Varsovia, para captar el alcance de esta inquietud dentro del país al que, con la instauración del estado de excepción, se ha privado de contactos normales con el resto del mundo. Dice el primado: "La Iglesia se ha enterado con dolor de la ruptura del diálogo que con tanta fatiga se estaba entablando, y la entrada en el camino de la violencia cual es el estado de excepción. Y esto no puede llevarse a cabo sin violar los derechos civiles fundamentales. Ello acarrea en muchos casos menosprecio de la dignidad humana, arresto de personas inocentes, vejación de hombres de cultura y ciencia, ansiedad en tantas familias...".

En estas circunstancias mi solicitud va de nuevo a la patria, a la nación de que soy hijo y que tiene derecho, como toda nación y país, a un cuidado particular de la Iglesia. Esta solicitud abraza en este momento a toda Polonia y a todos los polacos.

En cuanto nación tienen derecho a vivir su vida y resolver sus problemas internos según el espíritu de sus convicciones y en conformidad con su cultura y tradiciones nacionales.

Estos problemas, difíciles indudablemente, no pueden resolverse con el uso de la violencia.

De aquí mi llamamiento y mi ruego: hay que volver al camino de la renovación construido con el método del diálogo dentro del respeto de los derechos de todo hombre y de todo ciudadano. No era fácil este camino, por razones bien comprensibles, pero no es imposible.

La fuerza y autoridad del poder se expresan en este diálogo y no en el uso de la violencia.

El domingo, después de la primera noticia de la implantación del estado de excepción, recordé ya mis palabras pronunciadas en septiembre: "No puede derramarse más sangre polaca". Las mismas palabras repito hoy.

Y junto con toda la Iglesia y, en particular con la Iglesia que está en Polonia, confío a Cristo, que es Señor del siglo futuro, y a su Madre de Jasna Góra, toda mi patria, esta nación probada y, no por primera vez, en la lucha por el justo derecho a ser ella misma.

(En italiano)

Me complace saludar hoy a los socios de la Academia Sixtina que han venido también este año, acompañados del señor cardenal Pietro Palazzini, a rendir pleitesía al Sucesor del Pontífice que ha dado nombre a su Asociación. Al agradecerles este gesto, deseo dirigirles una palabra que no sea sólo de estímulo en el tesón con que se proponen conocer y dar a conocer la singular personalidad del citado Pontífice, sino también y sobre todo de augurio de que adquieran en su escuela gran amor a la Iglesia y profunda adhesión a los valores de la fe cristiana. Acompaño gustoso este augurio con la bendición apostólica.

Saludo afectuosamente a la representación de los "zampognari" de la villa de Scópoli, presididos por el obispo de Isernia y Venafro, mons. Achille Palmerini, con el alcalde y sus familias. .Queridos hermanos: A la vez que os doy las gracias, os exhorto a que con la difusión de vuestras melodías, sencillas y conmovedoras, meditéis con la fe humilde de los pastores de Belén en el Salvador del mundo, que se ha hecho hombre para liberar a la humanidad de la esclavitud del pecado y reconciliarla con Dios Padre.

También dedico una palabra de buenos deseos a los numerosos grupos de jóvenes aquí presentes, con la certeza de que serán testigos de Cristo cada vez más generosos por medio de la caridad y buen ejemplo, con práctica de las virtudes y afán tenaz de estudio y trabajo.

Expreso asimismo vivo reconocimiento a los amadísimos enfermos, por el bien que de tantas formas consiguen para toda la comunidad eclesial, que los considera "parte elegida" del Cuerpo místico de Cristo.

Y en fin ofrezco mi sentida enhorabuena a los recién casados, invocando sobre sus incipientes familias la protección continua del Señor que les consiga toda la prosperidad que desean, y les sirva de estímulo para propósitos generosos de comportamientos cristianos ejemplares.

A todos imparto con amor particular la bendición apostólica propiciadora.

 



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