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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 15 de octubre de 1986

 

1. En esta audiencia mi pensamiento va con profunda alegría a las etapas de la tercera visita a Francia: viaje que se inició el sábado 4 de octubre y terminó el martes siguiente. De Roma a Lión, de Lión a Taizé y a Paray-le-Monial, después a Ars y finalmente a Annecy; he realizado una peregrinación siguiendo las huellas del Beato Antonio Chevrier, de San Francisco de Sales, de Santa Juana de Chantal, de Santa Margarita María de Alacoque, y sobre todo del Santo Cura de Ars.

Ha sido precisamente la celebración del 200 aniversario del nacimiento de Juan María Vianney lo que dio al Episcopado francés la oportuna ocasión para invitarme de nuevo a su país. A él, y en particular al señor cardenal Albert Decourtray, arzobispo de Lión, y a los obispos de la región apostólica del Centro-Este deseo manifestar mi agradecimiento por un encuentro tan importante.

De este modo se me ha dado la oportunidad de participar en celebraciones que no sólo han reunido a obispos y sacerdotes franceses, sino también a delegaciones provenientes de sesenta países distintos. La figura del Santo Cura de Ars no deja de hablar también al hombre de hoy. Su extraordinaria vida llena de oración y de mortificación, el heroico servicio a la Palabra de Dios y a los sacramentos, especialmente el de la penitencia, continúan siendo un punto de viva referencia para los sacerdotes de la Iglesia contemporánea.

2. Permitidme al mismo tiempo dar gracias al Señor Presidente de la República, al Señor Primer Ministro y a todas las autoridades civiles francesas por el asentimiento dado a este viaje, por su acogida cordial y por las disposiciones que han impartido para que la visita se desarrollara con orden y serenidad.

3. San Juan María Vianney vivió su juventud en los tiempos de la Revolución Francesa. En ese período inició clandestinamente la preparación al sacerdocio, siguiendo la voz de la vocación. Con emoción dirijo mi pensamiento a la familia campesina del Santo, que habitaba en Dardilly, y al espíritu que en ella reinaba. La peregrinación que he hecho me ha ayudado además a hacerme más consciente de la existencia de una "genealogía" más lejana del Cura de Ars. Lo fue en efecto, el "Anfiteatro de las Tres Galias", lugar del martirio de los cristianos en el 177. Este es un particular recuerdo de la vitalidad de la Iglesia en la capital de esa antigua provincia romana. Otro recuerdo es también la figura de San Ireneo, uno de esos grandes Padres de la Iglesia, al que tanto debe la doctrina y la teología católica desde sus comienzos.

Me place además recordar que en el "Anfiteatro de las Tres Galias" se desarrolló un encuentro ecuménico, un acto también coherente con la herencia de la Iglesia que está en Lión. Es suficiente recordar, al respecto, el Concilio allí celebrado en el 1274, con el fin de hacer un intento de reconciliación eclesial entre Oriente y Occidente, y todas las iniciativas ecuménicas tomadas durante este siglo en el surco abierto por el sacerdote Couturier.

4. La genealogía de la santidad se desarrolló posteriormente en el curso de los siglos. A finales del XVI y en los primeros años del siguiente, desarrolló su importante actividad pastoral y magisterial San Francisco de Sales, quien, con Santa Juana de Chantal fundó la Orden de la Visitación. Las reliquias de ambos Santos se encuentran en Annecy, una de las etapas de mi visita pastoral.

Algunos decenios después de la fundación de las "visitandinas", una de ellas sor Margarita María de Alacoque, en Paray-le-Monial, fue un gran signo de amor a Jesús y testigo celoso del misterio de su Sagrado Corazón. Precisamente por ella la ciudad de Paray-le-Monial fue incluida en el programa de la visita.

Así pues, la peregrinación, relacionada con el 200 aniversario del nacimiento del Santo Cura de Ars, se ha desarrollado en cierto modo siguiendo las huellas de la santidad, impresas en esta afortunada tierra durante siglos de cristiandad.

5. En Ars se reunieron cardenales, obispos, sacerdotes, diáconos y seminaristas, que provenían de toda Francia y también de otros muchos países de varios continentes.

La meditación que desarrollé ante ellos en tres momentos sucesivos, alternados con el silencio, la oración cantada y las lecturas, puso de relieve la grandeza de la misión insustituible del sacerdote, con su identidad específica, su colaboración en la salvación de las almas, mediante la predicación de la conversión, el ministerio de la Reconciliación y la Eucaristía. Frente a las diversas dificultades, indiqué allí los medios para una renovación espiritual, un constante alimento intelectual, una ayuda fraterna, una pastoral misionera, subrayando que las exigencias de los compromisos sacerdotales aseguran libertad y arrojo apostólico. También la formación de los seminaristas y el ministerio de los diáconos fueron objeto de una atención especial.

6. Por lo tanto, el sacerdocio ministerial de Cristo ha ocupado el centro de la peregrinación a Ars. Ciertamente la temática fundamental de este encuentro inolvidable del 6 de octubre de 1986 se proyectó sobre los sacerdotes, a los cuales rendí solemnemente un homenaje de gratitud haciéndoles una apremiante invitación a la fidelidad, mientras tenía presentes en la mente y en el corazón a los sacerdotes del mundo entero.

Bajo esta luz asumen pleno significado todos los otros temas, que fueron afrontados en el programa de esos días intensos: sobre todo el tema de la vida religiosa.

7. Un mensaje particular se dirigió, por lo demás, con ocasión de los encuentros:

—a las familias cristianas, que vinieron en gran número a la celebración eucarística de Paray-le-Monial para lograr una profundización de su amor junto al Corazón de Jesús;

—a los jóvenes, que durante una significativa representación escénica, que hubo en el estadio Gerland de Lión, expusieron con confianza sus preguntas sobre Dios, sobre la Iglesia, sobre su compromiso en el mundo;

—de nuevo a los jóvenes congregados en oración en Taizé, en torno a los Hermanos de la Comunidad;

—a los enfermos reunidos en la catedral de Lión;

—a los presos;

—a los miembros del Consejo pastoral y del Consejo presbiteral de Lión, que me informaron del multiforme e indispensable apostolado de los laicos, orgánicamente articulado con el de los sacerdotes;

—a los teólogos, profesores y estudiantes del "Instituto Católico" de Lión, que no pueden olvidar el gran ejemplo de San Ireneo;

—a los que tienen la responsabilidad del bien común de la nación, de la región y de la ciudad, a quienes visité en la Prefectura de Lión;

—y también y sobre todo, a mis hermanos en el Episcopado, que vinieron de todas las diócesis de Francia.

Fue a sus fieles y a todo el pueblo cristiano de Francia a quienes desde Lión les hice una llamada a una renovación espiritual. También desde Lión, al principio de mi viaje, invité a los pueblos o a las partes en guerra a guardar una tregua el 27 de octubre, día en que representantes de las diversas religiones del mundo estarán juntos en Asís para rezar.

8. El mismo primer día de mi visita a Lión me fue dado proclamar Beato al padre Antonio Chevrier, fundador del Prado, contemporáneo del Cura de Ars. Aferrado a Cristo, este sacerdote que fue pobre y sensible a la gran miseria de los jóvenes obreros de su tiempo, se hizo apóstol de los pobres. Tuvo en cuenta profundamente su dignidad de hombres amados por Dios, compartió su condición de pobreza, les dio una instrucción escolar y de fe, fundó la Familia del Prado con sacerdotes, hermanos y hermanas disponibles a llevarles la Buena Nueva. He tenido así ocasión de reflexionar sobre las modalidades de cuidar y de ayudar a los pobres de hoy, según las bienaventuranzas del Evangelio.

9. "¡La mies es mucha, pero los obreros son pocos! Rogad pues al Dueño de la mies...".

En el altar de la Santa Misa celebrada al aire libre en Ars resonaron una vez más estas palabras de Cristo tan actuales para la Iglesia y para el mundo contemporáneo.

La mies del Señor es mucha.

Hacen falta obreros: Hacen falta sacerdotes. Hacen falta Santos.

Ha sido una significativa peregrinación tras las huellas de los Santos.

"Por donde los Santos pasan... Dios pasa con ellos".


Saludos

Vaya ahora mi cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española aquí presentes.

En particular, saludo a los sacerdotes, religiosos y religiosas. Asimismo a los grupos de peregrinos españoles procedentes de Almería, Gerona, Huelva, Madrid, Sabadell, Albacete, Valencia y Valladolid.

Sean bienvenidos a esta audiencia los componentes de la numerosa peregrinación de la provincia de Salta (Argentina), acompañados por su Arzobispo, Mons. Blanchoud; así como los grupos provenientes del Perú, de México y de otros países de América Latina.

A todos imparto con afecto la bendición apostólica.



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