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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 5 de diciembre de 2001

 

Un canto de alegría y de victoria

1. Cuando el cristiano, en sintonía con la voz orante de Israel, canta el salmo 117, que acabamos de escuchar, experimenta en su interior una emoción particular. En efecto, encuentra en este himno, de intensa índole litúrgica, dos frases que resonarán dentro del Nuevo Testamento con una nueva tonalidad. La primera se halla en el versículo 22:  "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular". Jesús cita esta frase, aplicándola a su misión de muerte y de gloria, después de narrar la parábola de los viñadores homicidas (cf. Mt 21, 42). También la recoge san Pedro en los Hechos de los Apóstoles:  "Este Jesús es la piedra que vosotros, los constructores, habéis desechado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 11-12). San Cirilo de Jerusalén comenta:  "Afirmamos que el Señor Jesucristo es uno solo, para que la filiación sea única; afirmamos que es uno solo, para que no pienses que existe otro (...). En efecto, le llamamos piedra, no inanimada ni cortada por manos humanas, sino piedra angular, porque quien crea en ella no quedará defraudado" (Le Catechesi, Roma 1993, pp. 312-313).

La segunda frase que el Nuevo Testamento toma del salmo 117 es la que cantaba la muchedumbre en la solemne entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén:  "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" (Mt 21, 9; cf. Sal 117, 26). La aclamación está enmarcada por un "Hosanna" que recoge la invocación hebrea hoshia' na':  "sálvanos".

2. Este espléndido himno bíblico está incluido en la pequeña colección de salmos, del 112 al 117, llamada el "Hallel pascual", es decir, la alabanza sálmica usada en el culto judío para la Pascua y también para las principales solemnidades del Año litúrgico. Puede considerarse que el hilo conductor del salmo 117 es el rito procesional, marcado tal vez por cantos para el solista y para el coro, que tiene como telón de fondo la ciudad santa y su templo. Una hermosa antífona abre y cierra el texto:  "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (vv. 1 y 29).

La palabra "misericordia" traduce la palabra hebrea hesed, que designa la fidelidad generosa de Dios para con su pueblo aliado y amigo. Esta fidelidad la cantan tres clases de personas:  todo Israel, la "casa de Aarón", es decir, los sacerdotes, y "los que temen a Dios", una expresión que se refiere a los fieles y sucesivamente también a los prosélitos, es decir, a los miembros de las demás naciones deseosos de aceptar la ley del Señor (cf. vv. 2-4).

3. La procesión parece desarrollarse por las calles de Jerusalén, porque se habla de las "tiendas de los justos" (v. 15). En cualquier caso, se eleva un himno de acción de gracias (cf. vv. 5-18), que contiene un mensaje esencial:  incluso cuando nos embarga la angustia, debemos mantener enarbolada la antorcha de la confianza, porque la mano poderosa del Señor lleva a sus fieles a la victoria sobre el mal y a la salvación.

El poeta sagrado usa imágenes fuertes y expresivas:  a los adversarios crueles se los compara con un enjambre de avispas o con un frente de fuego que avanza reduciéndolo todo a cenizas (cf. v. 12). Pero la reacción del justo, sostenido por el Señor, es vehemente. Tres veces repite:  "En el nombre del Señor los rechacé" y el verbo hebreo pone de relieve una intervención destructora con respecto al mal (cf. vv. 10-12). En efecto, en su raíz se halla la diestra poderosa de Dios, es decir, su obra eficaz, y no ciertamente la mano débil e incierta del hombre. Por esto, la alegría por la victoria sobre el mal desemboca en una profesión de fe muy sugestiva:  "el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación" (v. 14).

4. La procesión parece haber llegado al templo, a las "puertas del triunfo" (v. 19), es decir, a la puerta santa de Sión. Aquí se entona un segundo canto de acción de gracias, que se abre con un diálogo entre la asamblea y los sacerdotes para ser admitidos en el culto. "Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor", dice el solista en nombre de la asamblea procesional. "Esta es la puerta del Señor:  los vencedores entrarán por ella" (v. 20), responden otros, probablemente los sacerdotes.

Una vez que han entrado, pueden cantar el himno de acción de gracias al Señor, que en el templo se ofrece como "piedra" estable y segura sobre la que se puede edificar la casa de la vida (cf. Mt 7, 24-25). Una bendición sacerdotal desciende sobre los fieles, que han entrado en el templo para expresar su fe, elevar su oración y celebrar su culto.

5. La última escena que se abre ante nuestros ojos es un rito gozoso de danzas sagradas, acompañadas por un festivo agitar de ramos:  "Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar" (v. 27). La liturgia es alegría, encuentro de fiesta, expresión de toda la existencia que alaba al Señor. El rito de los ramos hace pensar en la solemnidad judía de los Tabernáculos, memoria de la peregrinación de Israel por el desierto, solemnidad en la que se realizaba una procesión con ramos de palma, mirto y sauce.

Este mismo rito evocado por el Salmo se vuelve a proponer al cristiano en la entrada de Jesús en Jerusalén, celebrada en la liturgia del domingo de Ramos. Cristo es aclamado como "hijo de David" (Mt 21, 9) por la muchedumbre que "había llegado para la fiesta (...). Tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando:  Hosanna, Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel" (Jn 12, 12-13). En esa celebración festiva que, sin embargo, prepara a la hora de la pasión y muerte de Jesús, se realiza y comprende en sentido pleno también el símbolo de la piedra angular, propuesto al inicio, adquiriendo un valor glorioso y pascual.

El salmo 117 estimula a los cristianos a reconocer en el evento pascual de Jesús "el día en que actuó el Señor", en el que "la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular". Así pues, con el salmo pueden cantar llenos de gratitud:  "el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación" (v. 14). "Este es el día en que actuó el Señor:  sea nuestra alegría y nuestro gozo" (v. 24).

 


Saludos 

Saludo con afecto a todos los presentes de lengua española. En especial, al grupo cultural "Lo Rat Penat", de Valencia, a los alumnos del colegio Sagrado Corazón, de Logroño, y a los alumnos de la escuela de cadetes del Servicio penitenciario de la provincia de Buenos Aires, así como a los demás peregrinos de España y América Latina. Muchas gracias por vuestra atención.

(En lengua croata)
La Eucaristía es sacramento de amor y signo visible de la unidad de cuantos, consagrados en un solo bautismo y ungidos por el Espíritu Santo, se reúnen en torno al obispo, su pastor, y a los sacerdotes, sus colaboradores en el ministerio eclesial. Es fuerza vital de la Iglesia y manifiesta su naturaleza.

(En italiano) 
Saludo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. El tiempo de Adviento, que acabamos de comenzar, nos presenta en estos días el magnífico ejemplo de la Virgen Inmaculada. Que ella os guíe, queridos jóvenes, en vuestro camino espiritual de adhesión a Cristo.

Para vosotros, queridos enfermos, sea apoyo de renovada esperanza. Y os guíe a vosotros, queridos recién casados, a descubrir cada vez más el amor de Cristo.


LLAMAMIENTO EN FAVOR DE LA PAZ EN TIERRA SANTA

Siento la necesidad de expresar mi más sentido pésame por las nuevas víctimas de la absurda violencia que sigue ensangrentando la región de Oriente Próximo. Una vez más repito con apremio que la violencia nunca resuelve los conflictos; sólo agrava sus dramáticas consecuencias.

Hago un nuevo llamamiento apremiante a la comunidad internacional, para que cada vez con mayor determinación y valentía ayude a israelíes y palestinos a romper esta inútil espiral de muerte. Que se reanuden inmediatamente las negociaciones, para que se pueda llegar por fin a la paz tan anhelada.

 



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