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VISITA A LA PARROQUIA ROMANA DE SAN PÍO V

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Domingo 28 de octubre de 1979

 

¡Hermanas y hermanos carísimos!

"¡Gracia y paz sean con vosotros de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo!" (2 Tes 1, 2).

1. Me alegra ciertamente encontrarme hoy entre vosotros, fieles de la parroquia dedicada a mi Santo Predecesor, Pío V, Antonio Ghislieri, que ocupó la Cátedra de San Pedro desde 1566 hasta 1572 y es conocido principalmente como el "Papa del Rosario", por el impulso que, con su ejemplo y enseñanzas, dio a la difusión de esta devoción, que tan dentro del corazón lleva el pueblo cristiano. Esta visita mía, efectuada casi al final del mes de octubre, especialmente dedicado a la Virgen del Rosario, quiere ser como un acto de obligada admiración por San Pío V y, al mismo tiempo, de ferviente veneración a María Santísima, que en esta zona es saludada, desde hace siglos, con el significativo título de "Virgen del Reposo".

Pero hay también otros motivos que me han impulsado a venir a estar con vosotros: la cercanía geográfica de vuestra parroquia con la basílica de San Pedro y con la Sede Apostólica, donde el Papa reside; la "joven edad" —veintisiete años apenas— de vuestra parroquia, que fue creada jurídicamente en 1952, por voluntad de Pío XII, de venerada memoria, y construida con la aportación financiera de la entonces Sagrada Congregación del Santo Oficio; y además, los lazos espirituales que, desde algunos años, me unen con los sacerdotes de la parroquia, en la que he celebrado Misa varias veces y donde, en octubre de 1977, administré el sacramento de la confirmación. Estos lazos se han reforzado también últimamente por la presencia, entre vuestro clero, de un sacerdote polaco de la archidiócesis de Cracovia, a mí confiada antes de la elección para el Sumo Pontificado.

Muchos de vosotros, conociendo esta mi "amistad" para con vuestra parroquia, durante las audiencias generales de los miércoles muchas veces me habéis invitado y pedido que viniera a haceros una visita.

2. Y aquí estoy. Estoy aquí hoy con vosotros y para vosotros. Para los presentes y para todos aquellos que no han podido venir. Deseo estar en medio de vosotros para sentir pulsar el corazón y la vida de vuestra comunidad, que comprende alrededor de 4.500 familias, con un total de cerca de veinte mil personas. Ese aumento de población que se ha verificado en estos últimos años, ha planteado y plantea muchos problemas, también, y especialmente, de carácter religioso y pastoral. Vuestra parroquia, por el celo del párroco y de los sacerdotes que colaboran con él, tiene una peculiar y multiforme actividad que se manifiesta en diversos grupos con finalidades catequísticas, caritativas, litúrgicas, en las que cada uno de vosotros —de diferentes edades y a todos los niveles— puede encontrar espacio para su propio compromiso cristiano. Me dirijo, de modo especial, a los jóvenes, porque son ellos quienes pueden y deben contribuir más vivaz y dinámicamente a las diversas iniciativas pastorales y apostólicas de vuestra comunidad.

3. En esta ocasión, celebrando para vosotros el Santo Sacrificio, deseo meditar junto con vosotros, preguntándome y preguntándoos: ¿qué nos dicen a quienes estamos reunidos en este templo las lecturas litúrgicas de hoy? ¿Qué le dicen precisamente a la parroquia de San Pío V? Ante todo, esas lecturas nos hablan de Cristo que "es sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec" (Heb 5, 6). La Carta a los Hebreos nos enseña que Cristo quedó hecho sacerdote como Hijo de Dios que tomó la naturaleza humana. Por Dios, su Padre, El es eternamente Hijo. Al hacerse hombre, precisamente como Hijo dedicado completamente al Padre, se hizo, por ese mismo acto sacerdote. En efecto, sacerdocio quiere decir dedicación: dedicación de sí mismo a Dios y dedicación, en sí, a Dios de toda criatura. Jesucristo es la plenitud de tal dedicación. En El y por El, todo el mundo, la humanidad entera, todo hombre y todo lo creado, están, del modo más perfecto, dedicados y restituidos a Dios.

Una parroquia —vuestra parroquia— significa una comunidad de hombres que, comenzando desde el bautismo, están personal y socialmente ligados al sacerdocio de Cristo; a esa dedicación de Cristo a Dios, Creador y Padre. Vosotros sois una parroquia gracias, ante todo, al hecho de que El esta aquí, en medio de vosotros, con vosotros y en vosotros.

Este su eterno sacerdocio, que alcanzó su plenitud histórica en el sacrificio de la Cruz, se reviste de un signo visible: Cristo es sacerdote, "según el orden de Melquisedec".

Al igual que ese misterioso sacerdote-rey de los tiempos de Abraham, también El celebra el memorial de su único sacrificio, ofrecido en el propio cuerpo y sangre sobre la Cruz; lo hace presente y lo renueva en la Iglesia como el sacrificio sacramental del pan y del vino. Este sacrificio marca el constante ritmo de la vida de la Iglesia; también de vuestra parroquia.

En ese sacrificio, Cristo crea esta parroquia, porque está con vosotros. Está con todos y con cada uno, como Aquel que "compadece"; está, también, por tanto, con "los ignorantes y extraviados" (Heb 5, 2), como Quien, ofreciéndose a Sí mismo en sacrificio por los pecados, puede y quiere acercar a todos a la fuente de la verdad y de la santidad.

Para terminar esta parte de nuestra reflexión sobre la lectura litúrgica de hoy, nos diremos así a nosotros mismos: nosotros, la comunidad de San Pío V, somos parroquia porque permanecemos en la viva unión con el sacerdocio de Cristo, porque participamos de él.

4. Continuemos nuestra meditación sobre la Palabra de Dios de la liturgia de hoy. Aquel mendigo ciego, Bartimeo, tras ser llamado por Cristo, pronunció la principal petición de toda su vida: "Señor, que yo vea"; y recibió la vista  y la respuesta: "Anda, tu fe te ha salvado" (Mc 10, 50-51).

Pienso, queridos parroquianos de San Pío V, que vuestra parroquia es un lugar en que muchos de vosotros deben a Cristo el gran don de la vista espiritual: el don de la fe, mediante la cual conocemos a Dios y "las grandes obras de Dios" (Act 2, 11) en la historia del hombre. Sí, la parroquia existe, porque nosotros, en este "ver" a través de la fe, por obra del Espíritu Santo, nos completamos recíprocamente y recíprocamente nos ayudamos a educarnos. Aunque este ver a través de la fe sea el fruto de la gracia del mismo Dios en relación con el alma humana, sin embargo, en relación con nuestro entender, está contemporáneamente confiado también a nuestra humana solicitud y a nuestro celo.

Está confiado a la tarea de la Iglesia. A sus enseñanzas. A su catequesis. Y esta es la principal función de la parroquia. En la parroquia, semejante tarea deben desarrollarla no solamente los sacerdotes como maestros de la fe, sino también las otras personas: las religiosas y los laicos. Y especialmente fundamental en este campo es el deber de la familia. Precisamente dirigiéndome a los padres de familia cristianos, en la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae, publicada hace unos días, digo: "La acción catequética de la familia tiene un carácter. peculiar y, en cierto sentido, insustituible.. Esta educación en la fe, impartida por los padres —que debe comenzar desde la más tierna edad de los niños— se realiza ya cuando los miembros de la familia se ayudan unos a otros a crecer en la fe por medio de su testimonio de vida cristiana, a menudo silencioso, mas perseverante a lo largo de una existencia cotidiana vivida según el Evangelio" (núm. 68).

No podemos olvidar, sin embargo, que entre vosotros, en el ámbito de esta comunidad. que lleva el nombre de parroquia de San Pío V, hay ciertamente muchos que "no ven", que "son ciegos" respecto a Dios y sus grandes obras. Y permanecen y se confirman en ese estado. Y quizá incluso hacen un programa de esta su falta de fe, que quisieran inocular o imponer a los demás... Es verdaderamente enorme la importancia de la parroquia como comunidad de fe, como comunidad de creyentes. Enorme también su misión, su vocación apostólica. Cristo Jesús, nuestro Salvador. "aniquiló la muerte y sacó a luz la vida y la incorrupción por medio del Evangelio" (2 Tim 1, 10).

5. La parroquia es un lugar de evangelización. Es, por tanto, lugar de grande y múltiple trabajo, que es semejante al trabajo de ese agricultor, de que habla la liturgia de hoy en el salmo responsorial: "Van y andan llorando, los que llevan y esparcen la semilla... Los que con llanto siembran, en júbilo cosechan" (Sal 125 [126], 6, 5).

En esta circunstancia tan agradable para mí, cono es la visita a vuestra parroquia, quiero desearos ese múltiple trabajo, esa fatiga y quizá también esas lágrimas. de que habla el salmista, para desearos, seguidamente, los frutos de ese trabajo: esa siega, esos haces que se recogen con humano y, al mismo tiempo, divino gozo.

¡Amén!

 



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