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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN LA VII ASAMBLEA NACIONAL
DEL MOVIMIENTO ECLESIAL DE COMPROMISO CULTURAL
(MEIC)

 

Al venerado hermano
Mons. AGOSTINO SUPERBO
Asistente general de la Acción católica italiana

1. Con ocasión de la VII asamblea nacional del Movimiento eclesial de compromiso cultural (MEIC), que tendrá lugar en Asís del 28 al 30 de mayo, deseo enviarle a usted, venerado hermano, al asistente central, monseñor Pino Scabini, al presidente nacional, profesor Lorenzo Caselli, y a los participantes, mi cordial saludo y mis mejores deseos, junto con la expresión de mi aprecio y mi aliento.

Con esta importante cita, el MEIC, que en su nuevo nombre recoge la benemérita tradición de los «licenciados católicos» y los ideales, mantenidos siempre, de los fundadores, monseñor Giovanni Battista Montini, después Papa Pablo VI, de venerada memoria, y el profesor Igino Righetti, se pregunta cómo debe ejercer, en el umbral del nuevo milenio y en continuidad con su historia, una responsabilidad cultural asumida como vocación de «caridad de inteligencia».

La incesante aceleración de los ritmos de la historia, la crisis de las culturas y los desafíos planteados por algunas escuelas de pensamiento y por una mentalidad que ignora cada vez más la antropología cristiana, exigen un renovado anuncio del Evangelio que, como recordaba mi venerado predecesor Pablo VI, consiste fundamentalmente en insertar la palabra de Dios en la corriente del pensamiento humano (cf. Pablo VI, Ecclesiam suam: AAS 56 [1964] 664). La nueva evangelización, tarea urgente de la Iglesia contemporánea, compromete al MEIC a preocuparse por la cultura, para vivificarla con la levadura del Evangelio, por el camino del respeto a la inteligencia y a la competencia en la búsqueda de la verdad; del cultivo de los diversos saberes a la luz de la Revelación, estudiada con pasión; de una participación sin reservas en los objetivos esenciales de la Iglesia, en plena comunión con sus pastores; y del diálogo paciente y convencido, con una actitud de apertura cordial a todos los interlocutores. Este compromiso, que puede contar con la prometedora presencia de los jóvenes y con la rica experiencia de cuantos forman parte desde hace tiempo del Movimiento, está ordenado ante todo a suscitar la conciencia de ser «piedras vivas» de un edificio espiritual mayor, en el que se pueden gustar los frutos de reconciliación y paz que el próximo año jubilar celebra y, en cierta medida, anticipa (cf. 1 P 2, 5).

2. En la oportuna búsqueda de nuevos enfoques culturales para responder mejor a los desafíos actuales, debéis conservar inalterada la finalidad de vuestro Movimiento, que, como os dije durante nuestro encuentro del 16 de enero de 1982, consiste en «pensar y promover la cultura en íntima conexión con la fe que profesáis, en realizar una verdadera síntesis entre la fe y la cultura. Ésta es vuestra misión específica, a la que nunca os podréis sustraer, ni como hombres de cultura ni como creyentes, dado que esa síntesis es una exigencia tanto de la cultura como de la fe» (n. 1: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de mayo de 1982, p. 19).

En consecuencia, es preciso cultivar con particular cuidado el carácter eclesial laical que, además de calificar la presencia del MEIC en los modernos areópagos culturales y profesionales, garantiza su identidad de movimiento de personas maduras en la fe, corresponsables de la obra de evangelización, que comparten los mismos propósitos con otras organizaciones eclesiales, especialmente con la Acción católica italiana. A este respecto, ayudará mucho al Movimiento la contribución asidua de los asistentes eclesiásticos, signo del vínculo con el obispo y con el magisterio de la Iglesia.

Las finalidades y la identidad del MEIC encontrarán en un estilo de vida enraizado en el Evangelio y experimentado mediante la investigación científica, y en el servicio a los hermanos, la más alta garantía de autenticidad y la capacidad de atesorar el pasado para abrirse con valentía al futuro.

Al cumplir su vocación principal, los miembros del MEIC serán guiados y animados por numerosos testigos fieles a Dios y al hombre, algunos de los cuales han sido elevados al honor de los altares: san Giuseppe Moscati, los beatos Contardo Ferrini y Piergiorgio Frassati, el siervo de Dios Pablo VI, Giuseppe Lazzati, Vico Necchi, Italia Mela, Vittorio Bachelet y muchos hombres y mujeres que se tomaron en serio la exhortación: «También vosotros convertíos en santos, puesto que está escrito: "Seréis santos, porque santo soy yo"» (1P 5-16).

3. El tema de la VII asamblea nacional: «Testimonio del Evangelio y estilos de vida. La responsabilidad cultural del MEIC», cobra, por tanto, una singular actualidad.

Frente a los límites y a los riesgos de una complejidad fragmentada, de un eclipse de la razón crítica y de una creciente separación entre fe y razón, es necesario realizar un continuo esfuerzo de análisis y síntesis de cómo debe ser la paciente y a veces difícil contribución del creyente al mundo de la cultura. Exige el conocimiento de los múltiples estilos de vida presentes en el marco actual, el contacto real con la sociedad y la confrontación con los diversos ambientes, culturas y situaciones.

Esta tarea la han de llevar a cabo personas que, no sólo de modo individual sino también colectivo, tengan la habilidad de mediar, discernir y crear sintonía entre polos culturales diferentes, ayudando a la cultura laica a estar en el horizonte verdadero que permite al hombre la realización suprema de sí (cf. Fides et ratio, 107).

Interpretar las exigencias de la sociedad italiana, afrontar las cuestiones más radicales que preocupan a las conciencias y que, a la vez, remiten al misterio de Dios, y comprometerse a establecer el paciente equilibrio que requiere la «compenetración de la ciudad terrena y la celeste» (cf. Gaudium et spes, 40), percibida por la fe y destinada a consolidar la misma vida civil, haciéndola más humana: ésta debe ser la aportación del MEIC al Proyecto cultural orientado en sentido cristiano de la Iglesia en Italia.

Para servir de manera cada vez más eficaz a la Iglesia y a la sociedad, el MEIC está llamado a enriquecer su diaconía a la verdad con los rasgos de la creatividad y el esfuerzo por permanecer siempre en la perspectiva sapiencial que lleva a la fuente vivificadora: el Señor Jesús, de quien proceden la verdad y la gracia (cf. Jn 1, 17). Las Iglesias particulares, e incluso la comunidad nacional, podrán recibir de este modo una significativa contribución para la promoción de una nueva cultura, abierta a los grandes valores humanos y cristianos.

4. Espero que la Asamblea de Asís constituya para el MEIC un momento de renovada fidelidad, de búsqueda provechosa y de valiente proyección, y que, desde dicha perspectiva, el ya inminente gran jubileo del Año santo del 2000 sea para todos sus miembros una ocasión de encontrar a Cristo y hallar en él «el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y todo proyecto encaminado a hacer la vida del hombre cada vez más humana» (Incarnationis mysterium, 1).

Con estos deseos, a la vez que invoco la intercesión materna de la Virgen sede de la sabiduría, que enseña a leer la historia a la luz del amor siempre nuevo del Padre, le imparto de corazón a usted, venerado hermano, a los responsables del MEIC, a los participantes en la asamblea y a todo el Movimiento, la implorada bendición apostólica, portadora de la luz y la benevolencia divinas.

Vaticano, 27 de mayo de 1999

JUAN PABLO II

 



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