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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
PARA LA XXI JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

[DOMINGO 31 DE MAYO DE 1987]

Tema. «Las comunicaciones sociales al servicio de la justicia y de la paz»

 

Queridos responsables de las comunicaciones sociales y queridos usuarios:

Las comunicaciones sociales constituyen una plataforma de intercambios y de diálogo apta para dar respuesta a una viva preocupación de mi pontificado y del pontificado de mi predecesor Pablo VI (cf. Mensaje a la sesión especial de las Naciones Unidas sobre el desarme, 24 de mayo de 1978, n. 5): contribuir a pasar, en la promoción de la paz por la justicia, de un equilibrio del terror a una estrategia de la confianza. Por eso me ha parecido urgente proponeros como tema de la Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales de 1987: "Las comunicaciones sociales al servicio de la justicia y de la paz". Lo he repetido a menudo, pero hoy lo subrayo añadiendo este corolario: la confianza no puede ser obra de los responsables políticos solamente, debe nacer en la conciencia de los pueblos. Después de haber tratado ya el problema de la paz (Jornada mundial de 1983), desearía, el presente año, proseguir con vosotros esta breve reflexión sobre la obra de la justicia que realiza la paz, o sobre la estrategia de la confianza como realización de la justicia con miras a la paz.

Yo sé que para vosotros, artífices de las comunicaciones sociales, las masas no son multitudes anónimas. Representan el continuo desafío de alcanzar y llegar a cada uno en su propio contexto vital, a su nivel personal de comprensión y de sensibilidad, por medio de tecnologías cada vez más avanzadas y a través de estrategias de comunicación cada día más eficaces. Podría así resonar en vuestras conciencias esta invitación: transmitir la estrategia de la confianza a través de la estrategia de la comunicación, al servicio de la justicia y de la paz.

Vuestra estrategia de la comunicación es, en gran medida, una estrategia de la información en orden a contribuir a la edificación de esta sociedad del saber en la que nos encontramos implicados para lo mejor o para lo peor. Permitidme recordar lo que ya he afirmado a este propósito: la paz del mundo depende de un mayor conocimiento de los hombres y de las comunidades; la información cualificada de la opinión pública tiene una influencia directa sobre la promoción de la justicia y de la paz (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la Paz de 1982, nn. 6, 8). Vuestra tarea parece superar las posibilidades humanas: informar para formar, cuando la avalancha de noticias os arrastra, a veces de manera peligrosa, a los cuatro ángulos del mundo, sin daros el tiempo necesario para ponderar cada caso o cada acontecimiento. Y sin embargo, los usuarios dependen de vosotros para comprender los estragos del terror y las esperanzas de la confianza.

La paz no es posible sin diálogo (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la Paz de 1986, nn. 4-5), pero no se puede dialogar plenamente sin estar bien informado, en el Este y en el Oeste, en el Sur y en el Norte. Vuestro diálogo quiere ser, además, un "diálogo total", es decir, un diálogo que se establezca en el marco de una estrategia global de comunicación: de información, ciertamente, pero también de recreación, publicidad, creación artística, educación, sensibilización para con los valores culturales. A través de esta estrategia de comunicación debería realizarse la estrategia de la confianza. Del equilibrio del temor, del miedo, incluso del terror, resulta —como decía Pío XII— una "paz fría", que no es la verdadera paz. Sólo la comunicación podrá generar —por la vía del diálogo total— un deseo y una esperanza de paz expresiva, como exigencia del corazón de las poblaciones. Y se podría añadir: una "justicia fría" no es verdadera justicia. La justicia no puede vivir más que en el seno de la confianza, de lo contrario no es más que una "justicia contra" y no una "justicia para" y una "justicia con" cada persona humana.

¿Cómo compaginar la estrategia de la confianza y la estrategia de la comunicación? Desearía desarrollar este tema de reflexión. Sé que la comunicación de masas es una comunicación programada y cuidadosamente organizada. Por ello, es importante evocar lo que podría ser una estrategia de la confianza transmitida por los mass-media. Creo que podría abarcar siete momentos fundamentales: hacer tomar conciencia, denunciar, renunciar, superar, contribuir, divulgar, afirmar.

En primer lugar, es preciso hacer tomar conciencia, o, en otros términos, hacer labor de inteligencia. ¿No ha dicho Pablo VI que la paz es una obra de inteligencia? Sería necesario, a través de los más variados programas, hacer tomar conciencia de que cualquier guerra puede provocar la pérdida de todo y de que nada puede perderse con la paz. Para ello, la estrategia de la comunicación puede, mejor que cualquier otro medio, hacer comprender las causas de la guerra: las innumerables injusticias que empujan a la violencia. Cualquier injusticia puede llevar a la guerra. La violencia está en nosotros, debemos liberarnos de ella para inventar la paz. Esta es la obra de la justicia que se realiza como fruto de la inteligencia. La inteligencia, según la enseñanza del Concilio Vaticano II (cf. Gaudium et spes, 82-91), se expresa sobre todo a través de las opciones positivas que se hacen en torno a las cuestiones de la justicia y de la paz, frente a la injusticia y a la guerra. Y es ahí donde vuestro papel se hace apasionante, debido al espíritu de iniciativa que implica.

Comunicar las opciones constructivas de justicia y de paz corre parejo con vuestro deber de denunciar todas las causas de violencia y de conflicto: armamento generalizado, comercio de armas, opresiones y torturas, terrorismo de toda especie, militarización a ultranza y preocupación exagerada por la seguridad nacional, tensión Norte-Sur, cualquier forma de dominación, ocupación, represión, explotación y discriminación.

Si se quiere denunciar de manera coherente, es preciso también que uno mismo renuncie a las raíces de la violencia y de la injusticia. Una de las imágenes más sólidamente integradas en la producción de los medios de comunicación parece ser la del "ideal del más fuerte", de esa voluntad de supremacía que no hace sino aumentar el miedo mutuo. En la línea de lo que decía Juan XXIII, es necesario llegar, en vuestra producción, a un "desarme de los espíritus" (cf. Discurso a los periodistas del Concilio, 13 de octubre de 1962). ¡Cuál no sería el progreso de los intercambios de comunicación, si el mercado se hallase abundantemente provisto de programas que presentasen algo distinto a esta voluntad de dominar que inspiran tantas obras actualmente distribuidas! ¡Y cuál no sería la mejora cualitativa si los usuarios "impusiesen", con sus demandas y reacciones, que se renuncie al ideal del más fuerte! Para actuar en un espíritu de justicia, no basta "actuar contra", en nombre de una fuerza empedernida. Es preciso también "actuar para y con" los otros, o, en el mundo de los mass-media, comunicar para cada uno y con cada uno.

La estrategia de la confianza significa además superar todos los obstáculos que se oponen a las "obras de justicia" con miras a la paz. Es: necesario, en principio, superar las barreras de la desconfianza. Nada mejor que las comunicaciones sociales puede traspasar todas las barreras de razas, clases, culturas, las unas frente a las otras. La desconfianza puede nacer de cualquier forma de parcialidad y de intolerancia social, política o religiosa. La desconfianza vive del desaliento que se hace derrotismo. La confianza, por el contrario, es el fruto de una actitud ética más rigurosa en todos los niveles de la vida cotidiana. El Papa Juan XXIII recordaba que era absolutamente necesario superar el desequilibrio entre las posibilidades técnicas y el compromiso ético de la comunidad humana. Y vosotros, que sois artífices o usuarios de las comunicaciones, sabéis bien que el mundo de la comunicación es un mundo de explosión del progreso tecnológico. Por ello, en este sector-punta de la experiencia humana, la exigencia ética es la más urgente a todos los niveles.

Vuestro papel, además, consiste en contribuir a hacer posible la paz a través de la justicia. La información es la vía de la sensibilización, de la verificación, del control de la realidad de los hechos en los caminos de la paz. Esta contribución se puede profundizar a través de los debates y discusiones públicos en los mass-media. Es tal vez en este nivel donde vuestra imaginación se pondrá a prueba más duramente. La respuesta de los usuarios será también ahí la más necesaria.

No debemos descuidar nunca la divulgación insistente de todo lo que puede ayudar a hacer comprender y a hacer vivir la paz y la justicia, desde las más humildes iniciativas al servicio de la paz y de la justicia hasta los esfuerzos de las instancias internacionales. Entre estas iniciativas, el papel de un nuevo orden mundial de la información y de la comunicación, al servicio de la paz y de la justicia, para la garantía de la difusión múltiple de la información en favor de todos, ocupa, ciertamente, un lugar importante, como ya he recordado con ocasión de uno de los congresos de la Unión Católica Internacional de la Prensa (cf. Discurso a la UCIP, 25 de septiembre de 1980). Vuestra tarea de responsables de las comunicaciones es la de una educación permanente. Vuestro deber de usuarios es el de una continua búsqueda de acceso a todos los datos que podrán formar vuestra opinión y haceros cada vez más sensibles a vuestras responsabilidades. Todos nosotros somos responsables del destino de la justicia y de la paz.

Entre todas las iniciativas a divulgar, permitidme pediros con insistencia que no descuidéis la presentación de la idea cristiana de la paz y la justicia, del mensaje cristiano sobre la paz y la justicia, sin excluir las invitaciones al compromiso, pero también a la oración por la paz: dimensión irreemplazable de la contribución eclesial a las iniciativas de paz y en favor de los esfuerzos para vivir en la justicia.

Todo ello, lo sabéis, supone la presentación, a través de los medios de comunicación social, de la imagen verdadera y completa de la persona humana, fundamento de toda referencia a la justicia y a la paz. Todo lo que ofende a la persona es ya un "acto de guerra" que comienza. ¡Qué incalculables consecuencias tendrán, pues, cada una de las iniciativas de comunicación, cuyos animadores sois vosotros!

Con la divulgación, es preciso afirmar todas las condiciones previas en orden a la justicia y a la paz: los derechos inalienables de la persona humana, las libertades fundamentales en la igualdad y con vistas a una participación de todos en el bien común, el respeto de las soberanías legítimas, los deberes de indemnización y de asistencia... Pero sobre todo es preciso poner de relieve los valores de la vida: no ya la existencia presentada como inexorablemente integrada en una "lucha por la vida", sino la vida vivida con la inteligencia de la sabiduría en la bondad, o, más aún, el amor como fuente y como ideal de vida. Sólo el amor, que inventa de nuevo cada día la fraternidad, podrá definitivamente lograr la capitulación del terror. Que el amor, inspirado por el don de Dios, pueda actuar sobre estas "maravillas técnicas" de la comunicación, que son también "dones de Dios" (cf. Miranda prorsus).

Esperando que estas palabras os ayuden a no perder nunca de vista la justicia y la paz, ya sea en el momento de la creación de vuestros programas, a vosotros, queridos artífices de las comunicaciones sociales, o en el momento de la escucha y de la respuesta, a vosotros, queridos usuarios, os manifiesto a todos mi propia confianza y os invito a trabajar para crear confianza, al servicio de la humanidad entera. Con este espíritu os doy gozosamente mi bendición apostólica.

Vaticano, 24 de enero de 1987.

JOANNES PAULUS PP. II



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