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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
PARA LA XXXIII JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

[DOMINGO 16 DE MAYO DE 1999]

Tema: «Los mass media: presencia amiga para quien busca al Padre»

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Nos estamos acercando al Gran Jubileo, el dos mil aniversario del nacimiento de Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne, la celebración que abrirá la puerta del tercer milenio cristiano. En este último año de preparación, la Iglesia se dirige a Dios nuestro Padre, contemplando el misterio de su infinita misericordia. Él es el Dios de quien toda vida procede y a quien volverá; y Él es el Único que nos acompaña desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte como un amigo y compañero en nuestro camino.

Para la celebración de este año de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales he elegido el tema “Los mass-media: presencia amiga para quien busca al Padre”. El tema implica dos interrogantes: ¿cómo podrían los medios trabajar con Dios en vez de contra Él? y ¿cómo podrían constituirse los medios en compañeros grato para aquellos que buscan la presencia del amor de Dios en sus vidas? Esto conlleva también una afirmación de hecho y una razón para dar gracias: lo que los medios hacen a veces es ayudar a que, quienes están buscando a Dios, realicen una nueva lectura del libro de la naturaleza, que es el reino de la razón, y del libro de la revelación, la Biblia, que es el reino de la fe. Finalmente, el tema implica una invitación y una esperanza: que los responsables del mundo de las comunicaciones sociales se comprometan cada vez más a ayudar en vez de impedir la búsqueda del sentido que es parte esencial de la vida humana.

2. Ser humano es ir buscando; y como subrayé en mi reciente Carta Encíclica Fides et ratio, toda búsqueda humana es, en definitiva, una búsqueda de Dios: “La Fe y la Razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”. El Gran Jubileo será una celebración de Dios que es la meta de toda búsqueda humana, una celebración de la infinita misericordia que todos los hombres y mujeres desean - aunque con frecuencia ellos mismos se encuentran frustrados por el pecado lo cual, utilizando la expresión de San Agustín, es como buscar la cosa justa en el sitio equivocado (cf. Confesiones, X,38). Nosotros pecamos cuando buscamos a Dios donde no se le puede encontrar.

En consecuencia, hablando “para quien busca al Padre”, tema de este año para la Jornada Mundial de las Comunicaciones, hablo también para cada hombre y mujer. Todos están buscando, aunque no todos buscan en el sitio justo. El tema reconoce la influencia excepcional de los medios en la cultura contemporánea y, por lo tanto, la especial responsabilidad de los medios para atestiguar la verdad sobre la vida, sobre la dignidad humana, sobre el verdadero sentido de nuestra libertad y mutua interdependencia.

3. En la trayectoria de la búsqueda humana, la Iglesia desea la amistad con estos medios, consciente de que toda forma de cooperación será para bien de todos. Cooperación significa también un mayor entendimiento entre todos. A veces las relaciones entre la Iglesia y los medios pueden deteriorarse por malentendidos mutuos que engendran temor y desconfianza. Es cierto que la cultura de la Iglesia y la cultura de los medios es diferente; de hecho en ciertos puntos existe un fuerte contraste. Pero no existe razón para que las diferencias hagan imposible la amistad y el diálogo. En muchas amistades profundas son precisamente las diferencias las que alientan la creatividad y establecen lazos.

La cultura del memorial de la Iglesia puede salvar a la cultura de la fugacidad de la “noticia” que nos trae la comunicación moderna, del olvido que corroe la esperanza; los medios, en cambio, pueden ayudar a la Iglesia a proclamar el Evangelio en toda su perdurable actualidad, en la realidad de cada día de la vida de las personas. La cultura de sabiduría de la Iglesia puede salvar a la cultura de información de los mass-media de convertirse en una acumulación de hechos sin sentido; y los medios pueden ayudar a la sabiduría de la Iglesia a permanecer alerta ante los impresionantes nuevos conocimientos que ahora emergen. La cultura de alegría de la Iglesia puede salvar la cultura de entretenimiento de los medios de convertirse en una fuga desalmada de la verdad y la responsabilidad; y los medios pueden ayudar a la Iglesia a comprender mejor cómo comunicar con la gente de forma atractiva y que a la vez deleite. Estos son algunos ejemplos de cómo una cooperación más estrecha en un espíritu de amistad y a un nivel más profundo puede ayudar a ambos, la Iglesia y los medios de comunicación social, a servir a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo en su búsqueda del sentido y la realización.

4. Con la reciente explosión de la información tecnológica, la posibilidad de comunicación entre individuos y grupos, en cualquier parte del mundo, nunca ha sido tan grande. Paradójicamente, todavía, muchas fuerzas que podrían conducir a una mejor comunicación pueden llevar también al aumento de la inadaptación y alienación. Sin embargo, nosotros mismos nos encontramos en un tiempo de amenaza y promesa. Ninguna persona de bien deseará que la amenaza prevalezca de forma que pueda producir todavía más sufrimiento humano, menos aún al final de un siglo y de un milenio que ha recibido una buena parte de aflicción.

Miremos por el contrario con gran esperanza al nuevo milenio, confiando que existirán personas en la Iglesia y en los medios dispuestas a cooperar para asegurar que la promesa prevalezca sobre la amenaza, la comunicación sobre la alienación. Esto asegurará que el mundo de los medios sea cada vez más un agradable compañero para todas las personas, presentándose a ellas con “noticias” unidas al recuerdo, la información unida a la sabiduría y el entretenimiento unido a la alegría. De este modo también se asegurará un mundo donde la Iglesia y los medios podrán trabajar juntos por el bien de la humanidad. Esto es lo que se necesita para que el poder de los medios no sea una fuerza que destruye sino un amor creativo, un amor que refleje el amor de Dios “que es Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos” (Ef 4, 6).

Puedan todos los que trabajan en el mundo de la comunicación social conocer la alegría de la amistad divina, de forma que conociendo la amistad de Dios puedan disfrutar de la amistad de todos los hombres y mujeres en su camino hacia la casa del Padre, para quien es todo honor y gloria, alabanza y acción de gracias, con el Hijo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

24 de enero de 1999, Fiesta de San Francisco de Sales.

JOANNES PAULUS PP. II



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