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MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II 
AL III CONGRESO MARIANO NACIONAL ARGENTINO

11 de octubre de 1980

 

Señor Cardenal Enviado Especial,
Venerables Hermanos en el Episcopado,
Amadísimos hijos e hijas,

La clausura del Tercer Congreso Mariano Nacional, culminación de un constante e intenso trabajo de evangelización en compañía de la Madre del Salvador, me ofrece la oportunidad de saludaros y de estar con vosotros, hijos e hijas de la querida tierra argentina. “Mi amor está con todos vosotros en Cristo Jesús”.

La Evangelización “es el gran ministerio o servicio que la Iglesia presta al mundo y a los hombres, la Buena Nueva de que el Reino de Dios, Reino de Justicia y de Paz, llega a los hombres en Jesucristo”. De ahí que la Iglesia, si quiere ser en verdad la portadora del Mensaje del Hijo de Dios, tiene que anunciar, vivir y testimoniar fiel y coherentemente el Evangelio. En la historia evangelizadora de la Iglesia, la Virgen María ha ocupado y continúa ocupando un puesto único e irrepetible. Con razón se ha dicho “a Cristo por María”.

En el continente latinoamericano y en la nación argentina, la devoción y manifestaciones de amor a la Santísima Virgen se remontan a la época de la predicación de los primeros misioneros. El anuncio del Evangelio ha sido acompañado siempre por la presencia bondadosa de María, quien “constituyó el gran signo de rostro maternal y misericordioso de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes Ella nos invita a entrar en comunión”.

Amadísimos míos, la presencia de María en vuestra historia religiosa y patria ha sido una constante tal que no existe casi parte de vuestro territorio nacional que no se sienta unida a Ella. Baste recordar, como ejemplo, los santuarios marianos de Luján, de Itatí, del Valle, del Milagro, de Sumampa, del Rosario, de la Merced y del Carmen. Estos santuarios son un testimonio perenne del amor con que María ha bendecido la tierra argentina, de modo que se puede afirmar que la devoción a la Madre del Salvador pertenece a la más pura tradición del Pueblo católico Argentino.

Vuestra presencia hoy y ahí es una prueba tangible de ello.

El tema central del Congreso, “María y la evangelización en la Argentina”, ha sido el punto de partida para reflexionar durante estos días sobre unas cuestiones pastorales que coinciden con las que yo mismo señalé como prioritarias en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunido en Puebla: la familia, las vocaciones sacerdotales y religiosas, y la juventud. Estos mismos temas los ha recogido también el propio “Documento de Puebla”, como opciones pastorales prioritarias y deben ser profundizados y aplicados a través de una renovada e intensa evangelización. Así pues, este Congreso Mariano Nacional quiere hacer presente en vuestra sociedad, por mediación de la Virgen María, el Reino de Dios y, en consecuencia, quiere además que Cristo esté presente en el interior de vuestros corazones y de vuestras familias, en las fábricas, en las universidades, en las escuelas, en el campo, en fin, en todos los ambientes vivos del País.

Mis queridos Hermanos e hijos todos de la Nación Argentina, os exhorto y aliento a mantener siempre vivo el patrimonio espiritual que habéis recibido, como don precioso, de vuestros antepasados y de los primeros evangelizadores. Cultivad intensamente la devoción a nuestra Madre, la Santísima Virgen María; permaneced fieles a Cristo; creed en El, confiad en El, amadlo, y, como El, amad a vuestros hermanos, particularmente a los que en la actualidad sufren y lloran, de modo que la sociedad argentina, consolidada sobre los pilares del amor fraterno y de la reconciliación, pueda exclamar de verdad: “Ved cuán bueno y deleitoso es convivir juntos los hermanos”.

El Congreso Mariano se clausura hoy, pero sus frutos no deben acabar aquí. Empieza ahora para todos vosotros, hijos e hijas, una nueva etapa. Cristo, Muerto y Resucitado, nos ha dejado una misión: “Id, pues; ...enseñad a todas las gentes... enseñándoles a observar todo cuanto os he mandado”.

Con estos deseos, invocando sobre todos y cada uno de vosotros la constante protección maternal de la Virgen María para que os ayude a ser siempre apóstoles incansables de Cristo en la sociedad argentina y para que estéis siempre unidos por el vínculo de la caridad, os imparto con afecto mi bendición: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Así sea.
 

IOANNES PAULUS PP. II

 



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