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MENSAJE «URBI ET ORBI»
DEL PAPA JUAN PABLO II

NAVIDAD 1980

 

1. "Puer natus est Nobis, Filius datus est nobis..." (cf. Is 9, 5).

Con estas palabras del Profeta Isaías, pronunciadas a medianoche, hemos comenzado la fiesta de Navidad 1980.

Estas palabras proclamadas a todos los que estaban reunidos en la basílica de San Pedro y, al mismo tiempo, a todos aquellos que las han escuchado en cualquier punto del mundo, constituyen una vez más el mensaje de la Buena Nueva, la palabra de la luz y de la alegría.

Ahora, cuando este feliz día está a mitad de su curso y ha llegado el momento en que el Obispo de Roma debe impartir la bendición "a la Urbe y al Mundo" —Urbi et Orbi—, permitid, vosotros los que estáis aquí —y vosotros a quienes llega mi voz, en cualquier parte del globo terrestre— que nos unamos espiritualmente para emprender el mismo camino que tomaron en la noche, y en el día, del nacimiento de Dios, los pastores de Belén.

2. ¡Hermanos y hermanas míos! ¡Vosotros todos, para quienes este Nacimiento es el signo de la esperanza! ¡Os invito a esta unión espiritual! Rodeemos con una tan grande —como dilatada— corona de corazones el lugar, en el que Dios se ha hecho hombre. Hagamos corona en torno a esta Virgen, que le ha dado la vida humana en la noche del nacimiento de Dios. Reunámonos en torno a la Sagrada Familia.

¡Emmanuel! Estás en medio de nosotros. Estás con nosotros. Descendiendo hasta las últimas consecuencias de aquella Alianza que se había llevado a cabo con el hombre desde el principio y a pesar de que tantas veces haya sido violada y rota.

3. ¡Estás con nosotros! ¡Emmanuel!

De una manera que verdaderamente supera todo lo que pudiera pensar de Ti el hombre. Tú estás con nosotros como hombre.

Admirable —admirabilis—, verdaderamente eres admirable, oh Dios, Creador y Señor del cosmos, ¡con Dios Padre Omnipotente! ¡Logos! ¡Hijo Unigénito!

¡Dios poderoso!, que estás con nosotros como hombre, como miembro de la estirpe humana recién nacido, tan débil, envuelto en pañales y puesto en un pesebre, porque "no había sitio para ellos" en ningún albergue (cf. Lc 2, 7).

¡Admirable! ¡Ángel del Gran Consejo!

Tú te has hecho hombre de este modo, has venido al mundo de esta manera, ¿no será precisamente esto lo que te hace el más cercano al hombre?

Tú, Jesús recién nacido, no tienes casa, ¿no será precisamente esto lo que más te acerca a nuestros hermanos y hermanas de la Italia meridional, que, a causa del reciente terremoto, han perdido sus casas? Los hombres que realmente acuden en su ayuda, son de verdad los que te tienen a Ti en sus corazones, a Ti que has nacido en Belén sin una casa.

Al haber sido amenazado de muerte por Herodes, ya en los primeros días de tu vida, ¿no estás precisamente por eso cercano de una manera especial, el más cercano, a los que se encuentran amenazados de algún modo, a los que mueren por manos asesinas, a los que se les niegan los derechos humanos fundamentales?

Más aún: ¿No estarás por esto más cercano incluso a aquellos cuya vida se encuentra amenazada ya en el seno materno?

¡Oh verdaderamente admirable! Dios omnipotente en su debilidad de niño.

4. De todas partes de Roma y del mundo —de la Urbe y del Orbe— nos encaminamos hacia Ti. Nos atrae tu nacimiento en Belén. ¿Hubieras podido quizá hacer algo más de lo que has hecho para ser Emmanuel, Dios con nosotros? Algo más de lo que nuestros ojos ven estupefactos: los ojos de los hombres de las distintas partes del mundo, de los distintos países y continentes, de los distintos puntos de toda longitud y latitud geográficas, lo mismo que una vez vieron los ojos de María, de José y después los ojos de los pastores, de los Magos de Oriente.

¡Felices de verdad los ojos, que ven lo que vosotros veis!

¡Tú eres el Príncipe de la Paz! ¡Qué grande es para el hombre el bien de la paz! ¡Qué deseado es este bien en el mundo contemporáneo y al mismo tiempo qué amenazado está!

¡Tú eres Padre para siempre! El hombre, que va creciendo desde su múltiple pasado, mira al futuro y al mismo tiempo se preocupa por el propio futuro, por el futuro del mundo. ¡Cristo, Tú eres el futuro del hombre!

5. Isaías dice que sobre tus hombros "está el signo de la soberanía" (9, 5). ¿En qué consiste esta soberanía sobre tus hombros, débil niño, qué soberanía es ésta?

La conocemos. Nos ha sido dado conocerla hasta lo más profundo: desde el pesebre hasta la cruz, desde Belén hasta el Calvario, desde el nacimiento hasta la resurrección.

No es la soberanía "sobre el hombre". Es la soberanía "por el hombre". Es la potencia de la redención. Es la verdad y el amor.

En efecto, Tú naces en Belén para que se revele en Ti "el amor celoso del Señor de los Ejércitos", para que se revele ese amor con que el Padre amó tanto al mundo que le dio su Hijo unigénito... (cf. Jn 3, 16).

En estos momentos todos nosotros estamos espiritualmente en el lugar de tu nacimiento. Miramos hacia Ti, recién nacido; miramos desde Roma y desde el mundo.

¡Bienaventurados los ojos que ven lo que nosotros estamos viendo!

"Puer natus est nobis, Filius datus est nobis" ¡Sí! ¡Se nos ha dado un hijo! En este Hijo todos nosotros hemos sido restituidos de nuevo a nosotros mismos. El es nuestra bendición.

Antes de compartir esta bendición del recién nacido con vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, permitid que me dirija con un saludo, en varias lenguas, a los distintos pueblos del mundo, que participan en nuestra peregrinación espiritual hacia Belén.


Saludo del Santo Padre a todos los pueblos y especialmente a Polonia

Italiano:
Buon Natale: la pace di Gesù Bambino regni nei vostri cuori e nelle vostre famiglie.

Francés:
Joyeuses Fêtes de Noël, dans la joie et la paix du Christ.

Inglés:
A Blessed Christmas. May the peace of Christ be with you all.

Alemán:
Gesegnete Weihnachten!

Español:
Feliz Navidad y paz a todos los hombres.

Portugués:
Feliz Natal na paz e no amor de Cristo!

Polaco:
Repito las palabras de la paz y de la esperanza, que pronuncié ayer con ocasión de la vigilia: ¡Emmanuel! ¡El Dios con nosotros! En El buscamos el apoyo para nuestros corazones, para nuestras familias, para toda la patria. Por su Madre —suya y nuestra— llegamos siempre al Belén polaco. Queridos compatriotas, os bendigo de corazón.

Latín:
Christus natus est nobis, venite adoremus.



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