Index   Back Top Print

[ EN  - ES  - FR  - IT  - PT ]

DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS ALUMNOS DE LA PONTIFICIA ACADÉMICA ECLESIÁSTICA*


Sábado 17 de marzo de 1979

 

Deseo expresar mi satisfacción y mi alegría por este primer encuentro con vosotros, queridos alumnos de la Pontificia Academia Eclesiástica, que os habéis reunido aquí acompañados por vuestro presidente, mons. Cesare Zacchi, para manifestar al Vicario de Cristo sentimientos de devoción y vuestra promesa sacerdotal de fidelidad.

Os agradezco el generoso don de vuestra juventud a la Iglesia y a su Cabeza visible, y me es grato entretenerme con vosotros, queridos sacerdotes, como un padre entre los hijos, en una atmósfera de cordialidad y sencillez, con vosotros que habéis comenzado o habéis completado los cursos de preparación al servicio de la Santa Sede en las Representaciones Pontificias. Es natural que el Papa quiera manifestaros sus expectativas y esperanzas, y quiera estimularos con toda fuerza a emprender en espíritu de fe y abandono confiado en el Señor los trabajos apostólicos que os esperan.

Efectivamente. vuestro servicio será eminentemente pastoral, una diakonía dirigida al bien de las Iglesias locales con miras a hacer cada vez más efectiva su unión con la Sede Apostólica. El Representante Pontificio y sus colaboradores deben ser, en los diferentes países, como el testimonio visible de la presencia del que ha sido elegido, en la sucesión de Pedro, para ser el fundamento de unidad y el centro de cohesión de toda la Iglesia, y ha recibido el carisma de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22, 32).

En el desarrollo, pues, de vuestro trabajo, no exento de sacrificios, casi siempre oculto, tal vez no suficientemente apreciado, tened presente que sois «ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1 Cor 4, 1), en la tarea específica y delicada de dar voz sensible, en las diversas partes del mundo, al que Jesús quiso roca de la Iglesia.

Por lo tanto, es fácil comprender cómo la Santa Sede sigue con solicitud vuestra preparación cultural, en el intento de aseguraros la fácil posesión de todos los instrumentos, nociones y conocimientos que serán necesarios para el ejercicio de vuestro apostolado. Sin embargo, lo que sobre todo está en el corazón del Papa y de esta Sede Apostólica es vuestra santificación, vuestra vida sacerdotal ejemplar y animada por convicciones profundas de fe, por una visión siempre teológica del mundo y de la historia, porque el sacerdote, como he dicho recientemente a los párrocos y al clero de Roma, «está situado en el centro mismo del misterio de Cristo, que abraza constantemente a la humanidad y al mundo, la creación visible e invisible». No podríais desarrollar con fruto vuestro particular ministerio, si no tuvierais el corazón lleno por la entrega a Cristo, por actuar vosotros también in persona Christi, para la salvación de los hermanos. Los conocimientos humanos, aunque necesarios, de las lenguas, costumbres, tradiciones e historia de los pueblos a los que iréis, resultarían vanos e ineficaces, si no lleváis en el corazón el espíritu de Cristo que, en conformidad con el designio salvífico del Padre, se entregó a Sí mismo por nosotros.

Quiero dirigir un augurio muy particular a cuantos, entre vosotros, están para dejar la Academia y asumir, dentro de poco, su primer destino en las diversas Representaciones Pontificias: el Señor sostenga vuestro trabajo con su gracia; el Papa, estad seguros, os acompaña con su benevolencia, afecto y oración.

Invocando sobre todos la protección de la Virgen Santísima, bendigo de corazón y con ánimo agradecido a vuestro amado presidente, a sus colaboradores, a todo el cuerpo docente y a cada uno de vosotros, con particular efusión, junto con vuestras familias, en prenda de abundantes dones y consuelos celestes.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.12, p.12.

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana