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ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS FUNCIONARIOS DE LA SEGURIDAD PÚBLICA
QUE ACTÚAN EN TORNO AL VATICANO

Jueves 7 de febrero de 1980

 

Queridos señores:

Me proporciona agrado especial dirigir hoy un saludo a usted Señor Inspector General, a todos vosotros, funcionarios o suboficiales, y a todo el personal de la Inspección de Seguridad Pública. que actúa en torno a la Ciudad del Vaticano; habéis venido a presentarme la felicitación acostumbrada y amable para el año 1980.

Os agradezco mucho esta ocasión que me brindáis de expresar mis sentimientos de aprecio y gratitud por la actuación alerta, generosa e inteligente que desarrolláis a fin de garantizar un servicio de orden tan importante.

Doy las gracias al dr. Pasanisi por las significativas palabras que ha tenido a bien dirigirme al comienzo de su nueva función de Inspector General en torno al Vaticano, interpretando vuestros pensamientos. Al agradecimiento uno mis deseos de éxito en las nuevas responsabilidades a que ha sido llamado. Sus palabras han hecho revivir en mí el fuerte recuerdo de cuanto he tenido ocasión de observar y experimentar en mis desplazamientos y visitas pastorales en la diócesis de Roma y en otras ciudades de Italia; es decir, la nobleza de alma que anima y guía vuestro servicio y os impulsa a cumplir el deber con fidelidad y entrega, con riesgo y sacrificio a veces, y, lo que más cuenta, con amor y fe. Este binomio de fieles funcionarios del Estado italiano e hijos devotos de la Iglesia, os lleva a garantizar en torno a la persona del Papa una atmósfera de orden y cortesía tan adecuada a la presencia del Vicario de Cristo entre su pueblo.

Todo ello, al igual que es para vosotros título de honor, debe ser también estímulo a entrar en la corriente de fervor religioso de que todos somos testigos en este período postconciliar. La preciosa experiencia que vivís por deber de oficio en medio de fieles y peregrinos que vienen de todas las partes del mundo para venerar el sepulcro del Príncipe de los Apóstoles y ver a su Sucesor, os haga cada vez más firmes y coherentes en la fe y os estimule a dar testimonio de Cristo que constituye la razón de nuestra existencia.

Doy más valor a estos votos con una oración particular por vosotros, vuestras familias y vuestros seres queridos. Y la bendición apostólica que os imparto de todo corazón, os acompañe cada día y os atraiga dones selectos de paz y prosperidad cristiana.

 



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