DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS REPRESENTANTES DE LA REGIÓN UMBRA
Y DE LA PROVINCIA DE PERUSA
Sala capitular del viejo obispado de Nursia
Domingo 23 de marzo de 1980
Ilustres señores:
1. En este año, en que se celebra el XV centenario del nacimiento de San Benito, he deseado ardientemente venir a esta ciudad, que fue su cuna y el lugar de su primera formación.
Es, por tanto, grande mi gozo al encontrarme aquí, en Nursia, para honrar, del modo más solemne y significativo, la dulce y austera figura de San Benito, gloria y orgullo de esta noble tierra.
Me complazco, pues, en dirigir a vosotros, autoridades civiles de la región de Umbría, de la provincia de Perusa y de los 15 ayuntamientos de la Valnerina, mi saludo respetuoso y cordial, signo de la más profunda estima y de mi decisión de estimularos a las tareas nada fáciles que estáis llamados a desarrollar: Y agradezco vivamente al presidente de la junta regional las corteses palabras con que ha querido interpretar vuestros sentimientos.
Mientras todavía se ven en esta región las dramáticas consecuencias del terremoto del pasado septiembre, mi presencia quiere manifestar la participación del Papa y de toda la Iglesia en la desventura de tantas personas damnificadas por el reciente seísmo; he venido a traer a los amados habitantes de esta ciudad y de toda la Umbría mi afecto, mi consuelo y mi oración.
Al dirigirme a vosotros, me parece tener ante mí las poblaciones laboriosas y fuertes a las que dedicáis vuestras atenciones y pienso en sus problemas, en sus sufrimientos, en sus incomodidades, en sus esperanzas y en su tesón.
A todos expreso mi deseo más sincero que nace de un corazón que a todos les ama con particular intensidad, porque han sufrido más que otros; deseo de reconstrucción y de progreso, en armonía de intentos; deseo de que no se desanimen en este momento difícil; de que trabajen concordemente por la elevación social y, sobre todo, sean fieles a sus tradiciones de fe, tan profundamente arraigadas.
En este laborioso esfuerzo de resurgimiento y recuperación económica, social y religiosa, invoco la ayuda de la Bondad divina, mientras os animo de corazón a un empeño solicito y activo por parte de todos, sostenido por la labor de las autoridades civiles, para llegar a una rápida y adecuada solución de los problemas que agobian esta región.
2. Mi sentimiento se ensancha, por otra parte, desde aquí al mundo entero. Desde Nursia, tierra natal de San Benito, quiero una vez más subrayar su grandeza e importancia de "hombre de Dios y de la humanidad"; venerado a lo largo de los siglos, así como la maravillosa actualidad de su mensaje, totalmente adecuado a esta época nuestra tan extraviada.
De esta tierra cristiana, fuerte y austera y al mismo tiempo amable y gentil, San Benito extrajo su humanismo tan profundamente sensible y programático.
La cruz, el libro y el arado fueron los instrumentos de su obra de mejora y resurgimiento. Las alabanzas a Dios, en Cristo y con la comunidad, mediante la liturgia asidua, diligente y elevadora; el trabajo manual, intelectual y artístico, fielmente llevado a cabo en el silencio exterior, e interior, la caridad mutua, especialmente para con los más probados por los sufrimientos y los más pobres, llevada a cabo en la obediencia y con humildad: he ahí, en síntesis, el mensaje y el programa de vida que San Benito inculcó y practicó y gracias al cual Europa se pudo llamar "cristiana".
Y eso es lo que todavía sigue proponiendo al mundo para la felicidad y el bien de todos. El hombre moderno, atormentado por tantos problemas familiares, sociales, internacionales, siente la necesidad de silencio, de reflexión, de meditación, para encontrar nuevamente, los verdaderos valores, el significado de la propia existencia, el horizonte de la historia humana, el diálogo con el Absoluto. El hombre moderno siente una esencial necesidad de paz, de seguridad, de salvación.
Ilustres señores:
Que esta región y sus históricas ciudades, puedan estar siempre iluminadas, guiadas, ayudadas por la intercesión y el ejemplo de San Benito y de los otros santos que han poblado esta tierra. Tal es el deseo que os dejo formulado, con paternal afecto. Os acompañe también mi propiciadora bendición apostólica, que con gran efusión imparto a vosotros y a vuestras familias.
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