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VISITA PASTORAL A UMBRÍA

ENCUENTRO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON LOS VÍCTIMAS DEL TERREMOTO EN LA VALNERINA


Castel Santa María de Casia
Domingo 23 de marzo de 1980

 

Me causa gran alegría encontrarme hoy entre vosotros, queridos fieles de la Valnerina y de las zonas limítrofes, a las que tan duramente ha maltratado el reciente terremoto. Os agradezco sinceramente esta acogida jubilosa y cordial, que me atestigua con simpática espontaneidad la adhesión de esta tierra al Sucesor de Pedro.

Saludo respetuosamente al honorable Clelio Darida, Ministro para las Relaciones con el Parlamento, y le doy las gracias por la gentil deferencia con que ha querido estar presente a mi primer contacto con la amada población de este valle.

Deseo expresar, asimismo, mi vivo reconocimiento por el saludo que el señor alcalde me ha querido gentilmente dirigir; en sus nobles palabras he sentido vibrar el orgullo y la valentía de una población habituada a afrontar con ánimo fuerte y paciente las duras vicisitudes de una existencia nada fácil.

He venido entre vosotros, hermanas y hermanos carísimos, para daros testimonio de mi participación en vuestras incomodidades y en vuestros sufrimientos; he venido para manifestaron mi aprecio por la dignidad con que habéis sabido afrontar esta prueba y por la generosidad y tesón con que demostráis quererla superar; he venido para compartir la esperanza que os ha sostenido a todos en la prueba y para aseguraros que el Papa se siente especialmente cercano a vosotros; he venido para animaros a perseverar en las tradiciones de fe, de honradez, de laboriosidad, que han distinguido siempre a vuestros antepasados, consintiéndoles no sucumbir ni siquiera en los más graves momentos de su historia.

En mi persona, está con vosotros toda la Iglesia y de modo especial la de Roma, la cual, después de lo que ya ha hecho los pasados meses, desea testimoniaros en forma concreta su solidaridad, haciéndoos llegar, a través de mis manos, una nueva aportación en dinero, fruto de la colecta realizada entre los fieles durante el "Adviento de caridad 1979".

Frente al triste espectáculo de las ruinas causadas por el terremoto, mi pensamiento se dirige a todas las zonas de la tierra donde semejantes e incluso más graves fenómenos sísmicos han llevado la destrucción y la muerte.

Por todos se eleva a Dios mi oración:

Que el Señor Omnipotente, bueno siempre
aun cuando permite que sus hijos sean afligidos por el dolor,
conceda el descanso eterno a las víctimas,
resignación y fortaleza a los supervivientes,
anchura de corazón a todos los que contribuyen
a poner remedio a las necesidades
de tantos hermanos que se hallan en esa situación.

Mi oración se dirige especialmente a San Benito, a cuyo país natal vengo como peregrino. Hace quince siglos, no obstante los tiempos tristísimos, San Benito supo ofrecer a Italia y al mundo su original propuesta de vida cristiana, que habría de revelarse extraordinariamente fecunda desde el punto de vista no sólo del resurgimiento religioso y moral, sino también del económico y social.

Que San Benito os acompañe en este momento difícil y sostenga vuestra voluntad de reconstrucción, para que este valle vuestro, borradas las huellas de las heridas producidas por el seísmo, pueda volver a mostrar su rostro alegre a cuantos vengan a admirar sus sugestivas bellezas.

Os agradezco una vez más, queridísimos hijos, la cordialidad con que me habéis rodeado, haciéndome sentir el calor de vuestro afecto. Con el mismo amor os saludo uno a uno y aseguro a todos que llevo en mi corazón las angustias, las necesidades, las ansias y las esperanzas de cada uno. Sobre cuantos estáis aquí presentes, sobre vuestros seres queridos que no han podido unirse a vosotros, especialmente los enfermos y los ancianos, descienda, propiciadora de todo bien deseado, mi bendición apostólica.

 

Fueron presentados al Santo Padre algunos dones y el Papa agradeció la generosidad con estas palabras:

He dado las gracias ya por el don de vuestra presencia, de vuestro sufrimiento, de vuestro ánimo. Ahora os doy las gracias por estos dones que me han traído los niños, vuestros hijos.

 



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