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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS NUEVOS PRESBÍTEROS DE LA CONGREGACIÓN
DE LOS JOSEFINOS DE MURIALDO


Lunes 24 de marzo de 1980

 

Queridísimos nuevos sacerdotes, hijos de San Leonardo Murialdo:

Apenas ordenados "ministros del Señor" y después de haber celebrado vuestra primera Santa Misa, habéis deseado ardientemente encontraros con el Papa para manifestarle vuestra fidelidad a la Iglesia, escuchar su palabra y recibir su bendición.

Y yo estoy muy contento de acogeros y saludaros afectuosamente. Os agradezco este, acto de devoción filial y partícipe plenamente en vuestra gran alegría por haber sido configurados más estrechamente a Cristo por medio del sacramento del orden y haber sido llamados a servirle en la Iglesia con sus mismos poderes divinos.

Y también deseo saludar cordialmente a vuestros superiores y profesores, a vuestros padres y familiares.

En este momento tan estremecedor para vosotros es sólo una mi exhortación: ¡Perseverad en el amor! Perseverad en la gracia sacramental y en la misión exigente y estupenda a la vez, de la salvación de las almas.

Y para perseverar no tenéis más que inspiraros en la figura de vuestro fundador, San Leonardo Murialdo, cuya vida tan llena de celo conocéis sin duda alguna, y también sus escritos apasionados.

Sea vuestro primer medio de perseverancia el afán apostólico. El sacerdote debe tener una visión "escatológica" de la existencia y de la historia, y debe vivir con esta perspectiva. Se debe evangelizar, salvar y santificar a las almas: ésta es la voluntad de Dios. El sacerdote es el responsable de este anuncio y salvación. No olvidéis nunca el ardor apostólico de Murialdo, que decía: "No nos carguemos con el remordimiento de que acaso algún alma redimida por el Señor se haya perdido en parte por nuestra indolencia, nuestra pereza o nuestro egoísmo".

Un segundo medio de perseverancia es la visión realista cristiana. Murialdo, espíritu eminentemente equilibrado y concreto en tiempos tristes y oscuros, tenía gran fe y confianza en el hombre. Conocéis sus lemas-programa: "Callemos y actuemos". "Haceos santos y que sea pronto". Después de los sucesos de 1870, escribía: "Nuestra época tiene cosas buenas y cosas malas como todas las épocas; pero no se cambian las cosas malas bajando la cabeza y retirándose a la tienda de Aquiles... La Iglesia y los cristianos han de estar siempre en actitud de milicia en esta tierra... En cuanto a nosotros, a las oraciones unamos obras buenas, celo apostólico, unión de fuerzas, afán de salvación de las almas; pero hagámoslo enseguida, sin esperar intervenciones del cielo ni triunfos imaginarios" (Carta de mayo de 1872).

Es de verdad un programa estupendo y muy actual: ni optimismo irreal ni tampoco el pesimismo que está en contradicción con la Providencia; sino un sano realismo cristiano que acepta la realidad del hombre y de la sociedad para amarla y servirla en nombre de Cristo con laboriosidad y paciencia.

Y, finalmente; un tercer medio de perseverancia es la pureza de pensamiento mediante el estudio ordenado y buenas lecturas. En el fermento de las nuevas filosofías racionalistas y materialistas del siglo, vuestro fundador se sintió profundamente educador, sobre todo de los jóvenes a través de la "buena prensa". A un siglo de distancia, la preocupación por la "pureza de pensamiento" ha aumentado sin medida. Qué importante es mantenerse en "intimidad divina" por medio de la meditación de libros serios y profundos que enciendan el alma en el fuego del amor de Dios y la mantengan serena y entusiasta en cualquier situación o circunstancia en que llegue a encontrarse.

Queridísimos nuevos sacerdotes: Imitad también a San Leonardo Murialdo en la devoción a María y preguntaos siempre: "¿Está contenta la Virgen de lo que he decidido?, ¿qué me sugiere?, ¿cómo se comportaría Ella en mi lugar?".

Ahora id, pues, alegres y valientes al puesto a que os manda la obediencia y perseverad en el amor con la ayuda de vuestro Santo y la fuerza de mi bendición apostólica.

 



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