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VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

CEREMONIA DE BIENVENIDA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Aeropuerto de Uagadugú, Alto Volta
Sábado 10 de mayo de 1980

 

Es para mí una alegría inmensa llegar aquí al Alto Volta y saludar con respeto y simpatía a Su Excelencia el Presidente de la República, así como a las altas autoridades que han venido a recibirme y darme la bienvenida con una profunda cordialidad que expresa también —lo sé— los sentimientos de toda la nación y que me emociona vivamente.

Con esa alegría, repito, he aceptado la delicada invitación del Gobierno de Alto Volta, que tan bien comprendió el objetivo puramente espiritual de mi viaje a África y consintió así organizar en su capital esta etapa demasiado breve. Deseo, pues, que mis primeras palabras sean para expresar, con mi agradecimiento, los fervientes votos que elevo a Dios todopoderoso para este país y su pueblo, noble y laborioso, para los que llevan la responsabilidad del mismo, y para todos sus ciudadanos.

Saludo a todos los creyentes. No sólo a los cristianos, sino a todos los que comparten con ellos la fe en un Dios único y misericordioso, que se honran de someter su vida al Todopoderoso en la religión islámica o están animados de los sentimientos religiosos de las tradiciones de sus antepasados.

Me permitiréis que salude con particular afecto, y ante todo, en la persona de mi hermano el cardenal Paul Zoungrana y de mis hermanos los obispos de este país, a todos mis hijos e hijas católicos. ¡He venido por vosotros! Antes de volver a su Padre el día de la Ascensión, Nuestro Señor había ordenado a sus Apóstoles: "Id al mundo entero a anunciar el Evangelio!" Muchos siglos han pasado antes de que vuestro querido país recibiera el Evangelio, pero en menos de un siglo la semilla ha llegado a ser, en medio de vosotros, un gran árbol; y ahora el Sucesor de San Pedro pone sus pies donde pisaron los que os trajeron el Evangelio, los hijos del gran cardenal Lavigerie, los obispos infatigables como mons. Thevenoud, que tantos de vosotros recordáis con emoción. Y ahora encuentro, como jefes de vuestras Iglesias diocesanas y sucesores de los Apóstoles, entregados por entero como ellos al servicio del Señor, a hijos de Alto Volta que me acogen en su casa, en vuestra casa.

Al pueblo de Alto Volta, a su Presidente, a los miembros de su Gobierno y a los representantes de la Iglesia que habéis venido a recibirme tan afectuosamente, repito mi agradecimiento y mi más cordial saludo. Sé que muchos han venido también de Togo; a todos ellos mi más cariñoso y cordial saludo. ¡Gracias a todos! ¡Que el Señor, Dios Todopoderoso, os colme a todos de sus bendiciones.

 



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