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SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PROFESORES Y ESTUDIANTES EN LA CAPILLA
DEL COLEGIO DE PROPAGANDA FIDE


Domingo 19 de octubre de 1980

 

Carísimos profesores y estudiantes:

En esta jornada tan intensa de espiritualidad misionera y tan densa de encuentros y de emociones, me siento feliz de encontrarme con vosotros y reservaros en exclusiva un poco de mi tiempo, para dirigiros mi más cordial y afectuoso saludo y manifestaros lo muy unido que está a vosotros el Vicario de Cristo. Míos son vuestros problemas, vuestros deseos, vuestros ideales; mías también vuestras alegrías y vuestras satisfacciones.

Venís de muchas regiones de la tierra, habláis diversas lenguas, representáis diversas culturas; sin embargo, sois "una sola cosa" aquí en Roma, en el centro de la cristiandad, unidos en la fe y en el amor de Cristo, para volver a vuestras tierras con más profunda y convencida conciencia de la verdad del misterio escondido por tantos siglos y revelado en Cristo Jesús (cf. Col 1, 26).

Me complazco vivamente con cada uno de vosotros y os deseo de corazón una formación intelectual y moral completa, profunda, irradiante, que os dé fuerza y consolación para toda la vida. Y a tal respecto, quiero haceros una especial exhortación.

En esta "Jornada mundial de Misiones" hemos meditado sobre el valor siempre actual y auténtico de la palabra del Divino Maestro: "Id, pues, y enseñad a todas las gentes... enseñándoles a observar cuanto yo os he mandado" (Mt 28, 19-20). ¡El mundo sigue estando necesitado de evangelización, de catequesis, de conversión!

Pero para lograr el plan propuesto, Jesús nos prescribió también la condición necesaria e indispensable: ¡la unidad! Así lo dice Jesús en la "oración sacerdotal": "Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti para que también ellos sean en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21).

Son palabras impresionantes, porque hacen depender la credibilidad del Evangelio, es decir, del amor de Dios Creador y Redentor, de nuestra unidad en la verdad, en la caridad y en la disciplina. Y son palabras determinantes e irreversibles, porque son divinas.

Por tal motivo, carísimos, os exhorto a tender, en estos años de estudio y de formación, al amor de la verdad, como ha sido revelada por la "Palabra de Dios" y enseñada por el Magisterio de la Iglesia. ¡Tended constante y seriamente a la unidad en la verdad, siguiendo los ejemplos de los grandes santos y de los heroicos misioneros! ¡Esa es la consigna que os dejo; ese es mi augurio!

Que el amor ardiente a Jesús Eucaristía y a María Santísima sea el centro propulsor para vuestra formación en la unidad, para ser todos y pronto apóstoles y testigos de la verdad y de la caridad.

Os acompañe siempre mi oración y mi bendición.

 



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