DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL NUEVO CARDENAL ANTONIO QUARRACINO,
ARZOBISPO DE BUENOS AIRES
Lunes 1 de julio de 1991
Señor Cardenal:
Me es muy grato recibir a Vuestra Eminencia, juntamente con varios Obispos y este numeroso grupo de hermanos y hermanas venidos de la lejana —pero cercana en el afecto y el recuerdo— Nación argentina, los cuales testimonian el afecto y la estima que profesan a su Pastor y comparten la alegría de la arquidiócesis de Buenos Aires al ver a su querido Arzobispo incorporado al Colegio Cardenalicio.
Su nombramiento como Cardenal es una muestra del aprecio que siento por usted, servidor fiel y entregado a la Iglesia; su labor de docente en Seminarios y Universidad, su tarea ministerial de impulso al laicado católico, el ministerio episcopal en las diócesis Nueve de Julio, Avellaneda y La Plata, su cuidado pastoral sobre los fieles de rito oriental, son signo elocuente de su amor y dedicación al anuncio de la Buena Nueva. Su acción evangelizadora, que ya había superado el horizonte de sus diócesis al ejercer funciones directivas en el CELAM, se intensifica y robustece hoy más, pues como cardenal colabora más directamente con el Sucesor de Pedro en su solicitud por todas las Iglesias.
Para vosotros y vosotras, hijos e hijas de Argentina, este acontecimiento debe ser una nueva ocasión para confirmar vuestra adhesión a la Sede de Roma, que ejerce un servicio de comunión y fomenta la comunión entre las diversas comunidades eclesiales. Para todos debe constituir un “kairós” —un momento propicio de salvación— en el que reafirmemos nuestra decidida entrega a la Nueva Evangelización.
Al invocar sobre Usted la continua ayuda divina para su ministerio pastoral, le encomiendo bajo la protección de Nuestra Señora de Luján, mientras le imparto de corazón, así como a todos los presentes, una especial Bendición Apostólica.
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