Señor Presidente,
Señoras y Señores:

Me alegra, Señor Presidente, haber tenido esta oportunidad de conversar con usted acerca de algunas de las principales preocupaciones ante la situación del mundo en este momento. La dignidad inalienable de todo ser humano y los Derechos que brotan de esa dignidad —en primer lugar, el derecho a la vida y la defensa de la vida—, así como el bienestar y el pleno desarrollo humano de las personas y los pueblos, están en el centro del mensaje y de la acción de la Iglesia en el mundo. Fundamentalmente, estos son los temas sobre los que la Iglesia busca un diálogo sincero y constructivo con los líderes de las naciones del mundo y con los representantes de la comunidad internacional. Espero que en el futuro prosigan estos contactos, con el mismo espíritu de entendimiento y estima recíprocos, que siempre han caracterizado las relaciones entre los Estados Unidos y la Santa Sede.

Aprovecho esta oportunidad para darle gracias una vez más por haberme dado la bienvenida a los Estados Unidos. Le aseguro que pido cada día en mis oraciones por los líderes del Gobierno, para que sean servidores sabios y clarividentes del bien común, y para que sus decisiones y acciones lleven la justicia y la paz al mundo.

Muchas gracias.

*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n.34 p.10.