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PLEGARIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON LOS FIELES DE ROMA A LOS PIES
DE LA ESTATUA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE LA PLAZA DE ESPAÑA

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María
Miércoles 8 de diciembre de 1993

 

Madre inmaculada, Salus populi romani,
tú eres la aurora de la nueva vida
en toda la creación y por esto el pueblo cristiano
desde siempre
te invoca como la Estrella de la mañana.
Contemplando el cielo de Roma,
especialmente en el mes de diciembre,
en el momento en que la noche da paso al día,
vemos ante todo el alba, que nos habla de ti.
En el recuerdo
y en la imaginación de los creyentes,
el alba se ha convertido en símbolo tuyo
aquí en Roma y en muchos otros lugares de la tierra.
Tú eres la Estrella de la mañana,
la Estrella de la evangelización «antigua» y mueva»,
que llegó al inicio aquí, a Roma, y luego se dirigió
hacia el norte, hacia el oriente y el occidente.

Al visitar este año los países bálticos,
pensamos en todos los lugares
a los que el anuncio evangélico
llegó al inicio de este milenio,
encontrándose con la corriente evangelizadora
procedente de Constantinopla.
Más tarde, al visitar los Estados Unidos,
Yucatán, en México, y el archipiélago del Caribe,
dimos gracias a Dios por la luz del Evangelio,
que arribó hasta el otro lado del Atlántico.
En el norte y en el sur de ese gran continente,
nos guió la Estrella de la evangelización,
nos guiaste tú, Virgen inmaculada,
presencia y signo de esperanza
en medio del pueblo cristiano de América.
Hoy, congregados en la plaza de España,
recordamos todo eso con gratitud hacia tu Hijo,
y hacia ti, Salus populi romani.

Madre inmaculada de la nueva creación,
tú fuiste la primera redimida por tu Hijo,
para caminar con nosotros en la peregrinación de la fe
hasta la cruz, en el Gólgota.
Tú, que fuiste la primera y perfecta testigo
de todo el misterio divino de la Redención
y de la renovación del hombre y del mundo,
vuelve hoy tu mirada hacia nosotros.
Vuelve tu mirada a esta ciudad
que conserva la gran herencia de los Apóstoles.
Mira a Roma, que debe afrontar hoy numerosos
y arduos problemas sociales y administrativos.
Roma desea consolidar
el orden de la justicia y de la paz
en este pueblo, que es tuyo, Salus populi romani.
Sede de la Sabiduría, vuelve tu mirada hacia nosotros,
que hemos venido a exponerte
nuestras expectativas
y a suplicar tu intercesión.
Mira a Italia,
que comparte
los mismos problemas sociales de la ciudad eterna
y busca el camino de una renovación justa y solidaria.

Mira a Europa, desde el Atlántico hasta los Urales,
a este continente
que desde hace algunos años es nuevo,
pero que conserva la herencia de antiguas divisiones.
Mira a los Balcanes,
donde sigue librándose una guerra fratricida.
Mira a las vastas estepas rusas del este de Europa.
Ven, Madre de Kazán, Madre de Czemikov
y Madre de Vladimir, peregrina entre las naciones
que forman el pueblo que te ama.
Vuelve tu mirada hacia nosotros.
Hazte peregrina con nosotros desde Oriente
hasta Occidente,
desde los países eslavos,
desde la Puerta de la Aurora, en Vilna,
desde Aglona, Siluva y Czestochowa,
a través de la herencia germánica,
hasta Francia, España y Portugal.
Madre de Lourdes y de La Salette,
Madre de Covadonga y del Pilar,
de Kevelar y de Altótting,
de Mariazell y de Einsiedeln.
Permanece con nosotros, al final del segundo milenio
del nacimiento del Verbo del Altísimo,
en la noche de Belén.
Permanece con nosotros, que tratamos
de reducir la distancia que ha separado,
con el paso de los siglos,
el fruto de la evangelización que partió de Roma
y la herencia cristiana de Grecia y Bizancio.
Vuelve tu mirada hacia nosotros, preocupados
por la justicia y la paz en la cuenca del Mediterráneo,
especialmente en Oriente Medio,
desde la tierra de Israel hasta los países árabes
y el Líbano, tan probado.

Vuelve tu mirada a nosotros, los cristianos,
y ayúdanos a recuperar la unidad en todo el orbe,
especialmente en el viejo continente,
crisol de antiguas civilizaciones
desde donde comenzaron su misión apostólica
san Pedro y san Pablo,
que venían de Jerusalén, pasando por Antioquía.
Mira, con nosotros,
hacia el África de san Agustín,
en otro tiempo oasis floreciente del Evangelio.
Ayúdanos en el diálogo con los creyentes
en el único Dios,
que hoy habitan esas tierras.
Mira, con nosotros, hacia el África negra,
que por muchas sendas se encamina hacia Cristo
y ahora se está preparando para la celebración
de la Asamblea especial para África
del Sínodo de los obispos.

Mira, con nosotros,
hacia Oriente, hacia Filipinas,
donde tendrá lugar
la próxima Jornada mundial de la juventud,
hacia Oceanía, Australia y Nueva Zelanda.
Mira, con nosotros,
hacia el inmenso continente asiático,
donde Cristo aún es poco conocido,
donde buscamos el encuentro
con los hermanos y hermanas
que siguen la antigua herencia del budismo,
el hinduismo,
el taoísmo, el sintoísmo y el confucionismo.
¿Crees, acaso, Madre,
que esos pueblos no te conocen,
que nada saben de ti?
Que también ellos vean en ti
a la Estrella de la mañana.
Sé también para ellos luz anunciadora
del esplendor de Cristo,
que aún no han encontrado,
pero que sigue estando en el horizonte
de su búsqueda y de sus aspiraciones.

Permíte nos, María,
participar en tu peregrinación
a través de los países
de América del Centro y del Sur,
donde eres tan conocida y venerada.
Desde Guadalupe, en México,
hasta la Aparecida, en Brasil;
desde Luján, en Argentina,
hasta la Caridad del Cobre, en Cuba;
desde Coromoto, en Venezuela,
hasta Copacabana, en Bolivia
y en muchos otros lugares.
Permítenos acompañarte en tu peregrinación
hacia América del norte:
hacia Canadá,
país que siente por ti especial devoción;
hacia los Estados Unidos,
que te han escogido como patrona,
Virgen inmaculada.
Gracias a tu presencia
la Iglesia permanece joven
y sigue rejuveneciendo siempre.
¿Cómo no recordar la espléndida experiencia
de la Jornada mundial de la juventud, en Denver?
María, sé peregrina con nosotros
por los senderos del mundo,
y especialmente a lo largo de las generaciones.
Gracias a los jóvenes, la Iglesia es joven
y rejuvenece cada vez más.
Esto nos resulta mucho más evidente
después de las experiencias de Roma,
Buenos Aires, Santiago de Compostela,
Jasna Góra y Denver.

Y, por último,
desde los senderos de nuestra peregrinación,
a través de los continentes,
los países y las generaciones,
volvemos aquí, a la plaza de España,
donde sigues visible
en medio del pueblo creyente de la ciudad eterna.
Al lado de Dios,
«Pater constitutionis omnium»,
«Padre de la constitución de todas las cosas en el ser»
según la hermosa expresión de san Anselmo,
tú eres la «Mater restitutionis omnium»,
la «Madre de la renovación de todas las cosas».
En ti se fija la mirada de la fe y de la esperanza.
Después de Cristo,
tú eres nuestro mayor amor.
Tú nos permites transitar entre todas las experiencias
hacia «el nuevo inicio».
Y nos esperas
más allá del umbral del nuevo milenio,
para que Cristo sea «ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8). 



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