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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE BOLIVIA ANTE LA SANTA SEDE
*

Lunes 31 de octubre de 1994

 

Señor Embajador:

Le agradezco sinceramente las amables palabras que ha tenido a bien dirigirme en este solemne acto de presentación de las Cartas Credenciales que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Bolivia ante la Santa Sede.

Es ésta una feliz circunstancia que me hace evocar las intensas jornadas de fe y esperanza vividas entre los amados hijos de Bolivia durante mi Visita Pastoral en 1988, que me permitió conocer más de cerca y apreciar la nobleza y la riqueza humanas de los pueblos que viven en aquel inmenso territorio, los cuales han sabido conservar en sus tradiciones profundos valores humanos y cristianos, herencia de un pasado glorioso que aún hoy repercute positivamente en la vida de la sociedad.

A ello se ha referido Usted en sus palabras, recordando la fuerte presencia de la fe católica en la vida de su pueblo, después de casi cinco siglos del inicio de la evangelización en su País. La Iglesia, fiel a su cometido de llevar el mensaje de salvación a todas las gentes, pone todo su empeño en promocionar cuanto pueda favorecer el perfeccionamiento y defensa de la dignidad del ser humano. En efecto, el respeto de los valores de la persona, sobre todo de su dignidad como hijo de Dios, ha de informar las relaciones entre los individuos y los grupos, para que los legítimos derechos de cada uno sean tutelados y la sociedad pueda gozar de estabilidad y armonía.

Son muchos y sólidos los vínculos que, desde sus mismos orígenes, han unido a Bolivia con la Iglesia, los cuales han configurado la vida y el sentir de sus gentes. La Iglesia, movida por su deseo de testimonio evangélico, ajeno a intereses transitorios y de parte, continuará prestando su valiosa ayuda en campos tan importantes como la enseñanza, la asistencia a los más desfavorecidos, los servicios sanitarios, la promoción integral de la persona como ciudadano e hijo de Dios. Por ello, los Pastores de Bolivia, en comunión con el Sucesor de Pedro, no dejan de ofrecer su palabra, sabia y prudente, como punto de referencia para todos, porque brota de un profundo conocimiento de la realidad humana boliviana leída en la perspectiva del Evangelio de Cristo.

También ha aludido en su alocución al doloroso problema de la extendida pobreza, desafío para el futuro de la Nación, que sus gobernantes quieren afrontar con decisión, de modo que una mayor responsabilidad social a todos los niveles conduzca hacia un más decidido empeño por el bien común. Bolivia cuenta con la mayor riqueza que puede tener un pueblo: los sólidos valores cristianos que han de dar un nuevo impulso en la construcción de una sociedad más justa, fraterna, solidaria y floreciente. Cuando la Iglesia pronuncia su palabra y encamina su acción para eliminar las causas de la pobreza, cumple su misión, pues la preocupación por lo social “forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia” (Sollicitudo rei socialis, 41), en la cual debe ocupar un lugar predominante la promoción humana, ya que la evangelización tiende a la liberación integral de la persona (Discurso inaugural de la IV Conferencia general del episcopado latinoamericano, n. 13, Santo Domingo, 12 de octubre de 1992).

Los católicos, Señor Embajador, transmitiendo adecuadamente el rico y siempre actual patrimonio de la doctrina social de la Iglesia, podrán impulsar y favorecer convenientes iniciativas encaminadas a superar situaciones de pobreza y marginación que afectan a tantos hermanos necesitados.

Me complace saber que es firme propósito de las Autoridades de su País construir sólidos fundamentos que permitan la instauración de un orden social más justo y participativo. Hago votos para que, en esta singladura de vida democrática, la acción de la Iglesia se haga presente cada vez más con una renovada vocación de servicio a todos los niveles, especialmente en favor de los más necesitados, contribuyendo así a la elevación del hombre boliviano y a la tutela y promoción de los valores supremos. En efecto, para construir una sociedad más justa y fraterna es preciso que la concepción cristiana de la vida y las enseñanzas morales de la Iglesia continúen siendo valores que deben ser tomados en consideración por aquellas personas que trabajan por el bien de la Nación. De esta manera se podrá responder adecuadamente a las necesidades y aspiraciones de los hombres colaborando, a la vez, con los designios de Dios.

Desde hace más de una década el pueblo boliviano goza de estabilidad política así como de una relativa calma social, a la vez que se manifiesta, siempre con mayor claridad, la conciencia de una mayor participación en la vida pública. Hay un pacífico proceso, todavía en acto, para dar un marco jurídico fundamental con vistas a obtener el efecto deseado, de lo cual es prueba la reciente reforma constitucional. Todos, según sus cualidades y posibilidades, están llamados a dar su contribución al bien de la Patria: los pueblos originarios en su gran variedad étnica y cultural, los campesinos del altiplano, de los valles y de las llanuras, los jóvenes y, también, las numerosas categorías de los más pobres y débiles.

Señor Embajador, antes de concluir este encuentro deseo expresarle mis mejores deseos para que la misión que hoy inicia sea fecunda en frutos y éxitos. Le ruego, de nuevo, que se haga intérprete de mis sentimientos y esperanzas ante el Excelentísimo Señor Presidente de la República de Bolivia, así como a las Autoridades de su País, mientras invoco la bendición de Dios y los dones del Espíritu sobre Usted, sobre su familia y colaboradores, y sobre todos los amadísimos hijos de la noble Nación boliviana, que siempre recuerdo con vivo aprecio.


*Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. XVII, 2 pp.579-582.

L'Attività della Santa Sede 1994 pp. 797-799.

L'Osservatore Romano 31.10-1.11-1994 p.4.

L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.44, p.24 (p.624). 



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