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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS SOCIOS DEL CÍRCULO DE SAN PEDRO


Sábado 21 de junio de 1997

 

Amadísimos socios del Círculo de San Pedro:

1. Me alegra acogeros con ocasión de este grato encuentro, que me brinda una nueva oportunidad de manifestaros mi aprecio y mi agradecimiento por vuestro generoso compromiso al servicio de la Santa Sede. Esta audiencia tiene lugar durante la novena de preparación para la solemnidad litúrgica de san Pedro y san Pablo. En cierto sentido, esto nos permite gustar anticipadamente la alegría de esa fiesta, tan significativa para vuestra benemérita asociación y para toda la Iglesia.

Mi saludo afectuoso se dirige, ante todo, a vuestro asistente espiritual, monseñor Ettore Cunial, que desde hace muchos años anima y sostiene con admirable celo vuestra asociación. Agradezco también a vuestro presidente, el marqués Marcello Sacchetti, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos y la interesante descripción de las actividades y los proyectos de vuestra asociación. En fin, saludo cordialmente a cada uno de los presentes, expresando mi gratitud al marqués Giovanni Serlupi Crescenzi por la generosidad y el espíritu de fe con que ha dirigido durante varios años la vida asociativa del Círculo.

2. Como acaban de recordarnos, hoy habéis venido aquí para entregarme el Óbolo de San Pedro recogido en las iglesias de Roma. Os agradezco este signo concreto de solidaridad y la generosa colaboración que me ofrecéis en las obras de caridad para con los hermanos. En efecto, vuestro gesto representa una especie de punto de encuentro entre dos movimientos complementarios, que se funden en un único testimonio de caridad evangélica. Por un lado, manifiesta el afecto que los habitantes de esta ciudad sienten por el Sucesor de Pedro y, por otro, expresa la solidaridad concreta del Papa con los necesitados que se encuentran en Roma, abarcando con la mirada las numerosas situaciones de malestar e indigencia que, lamentablemente, perduran en muchas partes del mundo.

Al acudir a las parroquias romanas, habéis tomado contacto personalmente con las múltiples formas de pobreza aún presentes, pero también habéis podido constatar cuán fuerte es en la mayoría de las personas el deseo de conocer y amar a Cristo. Con vuestra preparación humana y espiritual, además de aliviar las necesidades de los más desafortunados, contribuís a difundir una palabra de esperanza, que brota de la fe y del amor al Señor, convirtiéndoos así en heraldos de su Evangelio.

Por tanto, caridad y testimonio deben ser las líneas maestras de vuestro compromiso. Os animo a proseguir con constancia y generosidad vuestra labor, inspirándoos en los valores cristianos perennes y sacando siempre nuevas energías de la oración y del espíritu de sacrificio —como reza vuestro lema—, para seguir produciendo abundantes frutos en la comunidad cristiana y en la sociedad civil.

3. Como sabéis, durante la pasada Cuaresma se inició la entrega del evangelio de san Marcos a todas las familias romanas, en el ámbito de la gran misión ciudadana. Constituye una urgente invitación a la renovación espiritual, cultural y social, que se dirige a todos los ámbitos de vida de la metrópolis, para preparar dignamente el gran jubileo del año 2000. Con ocasión de la solemne vigilia de Pentecostés de hace un año, tuve la oportunidad de subrayar que «con esta iniciativa apostólica, la Iglesia que está en Roma desea abrir de par en par los brazos a cada persona y a cada familia de la ciudad y penetrar como levadura en todo ámbito social, de trabajo, de sufrimiento, de arte y de cultura, anunciando y dando a los cercanos y a los lejanos testimonio del Señor resucitado » (L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 31 de mayo de 1996, p. 2).

Amadísimos socios del Círculo de San Pedro, os exhorto a dar vuestra cualificada colaboración a este compromiso primario de toda la comunidad diocesana de Roma con vistas al jubileo. Sabed ser misioneros generosos del Evangelio, anunciándolo en los diversos ambientes a los que se dirigen vuestras apreciadas actividades asistenciales y caritativas. Proseguid por la senda de la gran tradición de hospitalidad de los romanos, a la que se ha referido oportunamente vuestro presidente en su discurso. Esforzaos por ser signo concreto de la caridad del Papa hacia quienes tienen necesidades materiales y espirituales, y hacia los peregrinos que vengan aquí de todo el mundo con ocasión del jubileo.

Encomiendo vuestras actividades y vuestros propósitos a la protección materna de la Virgen santísima, Salus populi romani, para que guíe vuestros pasos, convirtiéndoos en agentes de solidaridad y paz en todos los lugares donde se desarrolla la vida diaria de la ciudad y de sus habitantes. Con estos sentimientos, invocando la intercesión celestial de san Pedro y san Pablo, os imparto de corazón una bendición apostólica especial a cada uno de vosotros, a vuestras familias y a todos vuestros asistidos.



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