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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL SECRETARIO GENERAL
DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS*

 

A su excelencia Señor Kofi ANNAN
Secretario general de la Organización de las Naciones Unidas

Me han informado de que usted se prepara a viajar a Europa para analizar con los responsables políticos el mejor modo de poner fin a la violencia que afecta tan dramáticamente a las poblaciones de la República federal de Yugoslavia.

En esta ocasión, quiero manifestarle mi solidaridad en la oración y formularle mis mejores deseos de pleno éxito en su misión. La Santa Sede aprecia mucho el hecho de que la Organización de las Naciones Unidas recupere su función en la gestión de una crisis que interpela a toda la comunidad internacional. En efecto, es urgente que la voz del derecho y de las instituciones se escuche y no quede ahogada por el fragor de las armas.

Como usted sabe, desde el inicio de la crisis en Kosovo he querido expresar, sin lugar a dudas, mi convicción de que sólo las negociaciones leales, pacientes y realistas eran capaces de dar una respuesta adecuada a las legítimas aspiraciones de los pueblos implicados, y he apoyado todos los esfuerzos realizados en este sentido.

Frente a las deportaciones de poblaciones atemorizadas, a las numerosas vejaciones y a los bombardeos de este último mes, no puedo por menos de exhortar hoy a todos los que, como usted y con usted, tratan de reanudar el camino del diálogo para llegar a la elaboración de un plan de paz y así poner término a un drama humano que interpela la conciencia de todos. Expreso mi vivo aprecio también a todas las organizaciones y a todos los voluntarios entregados generosamente a reconfortar a muchos hermanos y hermanas nuestros en la humanidad. La Iglesia católica también está presente sobre el terreno y se esfuerza por socorrer a todos aquellos a quienes puede llegar. Esta acción humanitaria es insustituible, debe continuar, intensificarse y diversificarse.

Como todos los creyentes, estoy convencido de que la cadena del odio y la violencia sólo podrá romperse con la fuerza de la fraternidad, del derecho y de la justicia.

Señor secretario general, muchas personas esperan y confían en usted. Por eso, lo encomiendo a Dios, en la oración, para que le conceda con abundancia valentía y clarividencia.

Vaticano, 27 de abril de 1999.

JUAN PABLO II


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 19, p. 4.

 



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