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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS PEREGRINOS DE LAS DIÓCESIS ITALIANAS
DE BRESCIA, VERCELLI Y CHIÁVARI


Sábado 20 de marzo de 1999

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Os saludo con afecto a todos vosotros, fieles de las diócesis de Brescia, Vercelli y Chiávari, que con vuestra presencia hoy queréis devolver la visita que tuve la alegría de realizar a vuestras comunidades diocesanas. Os saludo también con gran cordialidad a vosotros, queridos enfermos y amigos de la OFTAL, y a vosotros, miembros de las cofradías aquí presentes, que habéis venido a Roma para encontraros con el Papa y rezar ante la tumba de los apóstoles san Pedro y san Pablo.

Me alegra acogeros al día siguiente de la solemnidad de san José, que, llamado a ser el custodio del Redentor, «hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24). Inspirándose en el Evangelio, los Padres de la Iglesia subrayaron ya desde los primeros siglos que, al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso esmero a la educación de Jesucristo (cf. san Ireneo, Adv. haereses, IV, 23, 1), así también custodia y protege a su Cuerpo místico, la Iglesia, cuya figura y modelo es la santísima Virgen. Ojalá que la peregrinación de todos vosotros a Roma, corazón del cristianismo, afiance vuestra fe en Cristo y vuestra adhesión fiel a su Evangelio.

2. Me dirijo ahora de modo particular a vosotros, amadísimos fieles de la diócesis de Brescia. Os saludo a cada uno con particular benevolencia. Saludo de modo especial a vuestro nuevo obispo, monseñor Giulio Sanguineti, y al obispo emérito monseñor Bruno Foresti, así como a vuestro ilustre paisano monseñor Giovanni Battista Re. Saludo a los sacerdotes, las religiosas, los religiosos y los seminaristas, y a toda la familia diocesana de Brescia. El año pasado estuve dos veces en Brescia. Sabed que en el corazón del Papa hay un lugar especial reservado para vosotros, conciudadanos de mi inolvidable predecesor el siervo de Dios Pablo VI, de quien se celebró anteayer, aquí en Roma, la sesión de clausura de la investigación diocesana.

Al mismo tiempo que os expreso mi gratitud por vuestra visita, recuerdo con emoción las peregrinaciones apostólicas que la Providencia me ha permitido realizar a vuestra ciudad y a las montañas del valle Camónica, en Borno. Quisiera animaros hoy a proseguir vuestro camino de constante adhesión a Cristo y a su mensaje de salvación. Haciendo mías las palabras del Papa originario de vuestra ciudad, también yo os digo: «Sed fieles, brescianos; prometeos a vosotros mismos y asegurad a las nuevas generaciones que conservaréis firme, fuerte, completo y fecundo el patrimonio de la fe cristiana» (Discurso pronunciado el 25 de enero de 1965). El ejemplo del beato Giuseppe Tovini os aliente en este compromiso de testimonio coherente y generoso.

Os asista María santísima, la «Virgen de las Gracias», a quien Pablo VI amaba y recordaba frecuentemente con nostalgia. Su tierno amor a la Virgen os sirva de ejemplo y os acompañe todos los días de vuestra vida.

3. Os saludo ahora a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas de Chiávari, que habéis venido con vuestro obispo, monseñor Alberto María Careggio. Vuestra presencia despierta en mi corazón las emociones que experimenté durante mi visita a vuestra diócesis en septiembre del año pasado. Al dar gracias con vosotros al Señor por cuanto ha realizado en vuestra comunidad, os exhorto a continuar con empeño vuestro itinerario de fiel testimonio evangélico.

Renuevo la exhortación que os dirigí entonces a crecer en unidad y en espíritu misionero, abriéndoos cada vez más a los vastos horizontes de la evangelización. Os encomiendo a vosotros y a toda la comunidad diocesana a María santísima que, con el título de «Nuestra Señora del Huerto», vela como patrona por vosotros y por vuestras familias. Sed siempre devotos suyos, y experimentaréis su protección materna en toda circunstancia. Monseñor Alberto Careggio, que ha venido del valle de Aosta, parece sentirse cada vez más ligur.

4. Mi palabra se dirige ahora a vosotros, amadísimos fieles de Vercelli, para agradeceros la amabilidad con que habéis querido devolverme la visita que hice a vuestra ciudad en mayo del año pasado. Doy mi más cordial bienvenida a vuestro arzobispo, monseñor Enrico Masseroni, a la vez que recuerdo con gratitud a sus predecesores, monseñor Tarcisio Bertone, ahora secretario de la Congregación para la doctrina de la fe, y a monseñor Albino Mensa, que en paz descanse.

Tengo siempre presente la acogida cordial que me dispensasteis durante mi estancia entre vosotros y aprovecho esta ocasión para saludar a los sacerdotes, a los consagrados y las consagradas, así como a todos los representantes de los diversos componentes de vuestra comunidad diocesana. Don Secondo Pollo, a quien tuve la alegría de beatificar durante mi visita a vuestra ciudad, os renueva a todos la invitación a «apostar con él por la santidad», que es vocación de todo el pueblo de Dios. Testimonia que seguir a Jesús es una empresa exigente, pero también fuente de gran alegría.

Al expresaros mi aprecio y mi gratitud por los  sentimientos que manifiestan vuestra presencia y vuestro entusiasmo, os aliento a perseverar en vuestros buenos propósitos, para que las semillas sembradas entonces den abundantes frutos.

5. Bienvenidos, amadísimos enfermos y amigos de la OFTAL. A la vez que os abrazo a cada uno y saludo cordialmente a vuestro presidente, monseñor Franco De Grandi, pienso con emoción en vuestro fundador, monseñor Alessandro Rastelli, apóstol del sufrimiento, que dedicó toda su vida al servicio de los enfermos. Durante estos años habéis seguido avanzando por el camino que él trazó con entusiasmo y entrega, y hoy estáis aquí para dar gracias al Señor y renovar vuestro deseo de proseguir con generosidad ese valioso apostolado. Os expreso a vosotros, enfermos, y a cuantos se dedican a vosotros —médicos, enfermeros, farmacéuticos, amigos voluntarios, acompañantes, sacerdotes y religiosos— mi profunda gratitud por el ejemplo que dais y por la caridad de la que sois servidores silenciosos y testigos elocuentes. María santísima, que conoce bien el valor redentor del sufrimiento humano, os acompañe en vuestra situación de prueba y a veces de enfermedad prolongada.

6. Por último, os saludo a vosotros, queridos fieles pertenecientes a diversas cofradías. Saludo especialmente a vuestro presidente, señor Nicola Gerardo Marchese, y a vuestros asistentes espirituales. Habéis venidos en peregrinación a Roma para venerar la imagen del santísimo crucifijo, en la iglesia de San Marcelo en el Corso, y para renovar ante las tumbas de los Apóstoles y de los mártires vuestro deseo de participar en la obra de la nueva evangelización. Como misioneros de esperanza y solidaridad cristiana, llevad por doquier la luz, la alegría y la gracia de Cristo. Sed testigos fieles de Cristo en el mundo de hoy.

Amadísimos hermanos y hermanas, a todos vosotros, que habéis venido para visitarme, os deseo que prosigáis generosamente el itinerario cuaresmal hacia la Pascua. Acompaño estos deseos con la bendición apostólica, que•extiendo con gusto a vuestras familias y a las comunidades eclesiales de las que provenís.

 



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