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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL DE LAS
ADORATRICES ESCLAVAS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y DE LA CARIDAD

Viernes, 15 de octubre de 1999

 

Queridas hermanas:

1. Es para mí un gran gozo poder compartir este encuentro con vosotras, Religiosas Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, que celebráis en estos días vuestro XXVII Capítulo General, bajo el lema "comunidad de mujeres consagradas, radicadas en Cristo Eucaristía, llamadas a una misión liberadora, ante los retos del nuevo milenio". Con esta frase recogéis la esencia del carisma fundacional de Santa María Micaela del Santísimo Sacramento y expresáis vuestro propósito de vivirlo fielmente ante a las exigencias de los años venideros que, como escribía en mi Carta Tertio millennio adveniente, han de ser "una nueva primavera de vida cristiana" (n. 18).

Saludo a la Madre Emilia Orta, Superiora General, y a todas vosotras, queriendo por medio vuestro llegar a cada una de vuestras hermanas, que llevan adelante la misión propia del Instituto en diversos países de Europa, Asia, África y América.

2. Para responder a la llamada a dedicarse al servicio de la juventud socialmente inadaptada, vuestra Fundadora sabía cuan necesaria es la fuerza que viene de lo Alto, de Jesucristo presente en la Eucaristía y, por eso, quiso acompañar el ejercicio de la caridad con la adoración eucarística. Ésta, como bien sabéis por experiencia, fortalece la vida cristiana y muy particularmente la vida consagrada, pues en ella, se encuentra el consuelo, la firme esperanza y el aliento para la caridad que vienen de la presencia misteriosa y oculta, pero real, del Señor. Él, que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20), en este admirable Sacramento se hace presente en la realidad misma de su cuerpo resucitado, que los ángeles y los santos contemplan en la gloria del Cielo.

3. Os animo, pues, a proseguir, desde la fidelidad a vuestra espiritualidad eucarística, en las obras de apostolado en las que estáis comprometidas, ayudando a tantas jóvenes necesitadas en el cuerpo o en el espíritu, esclavas de diversos tipos de opresión, anunciándoles la verdad y proporcionándoles los medios para la vida nueva que nos trae Cristo, favoreciendo al mismo tiempo su promoción humana y cristiana en vuestros centros de formación.

Que en ese empeño os sea de aliento la Bendición Apostólica que gustoso os imparto y que complacido extiendo a todas las Religiosas de la Congregación, a vuestros bienhechores y a las personas a las que asistís.

 



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