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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A DIEZ NUEVOS EMBAJADORES*


Jueves 6 de diciembre de 2001

 

Excelencias:

1. Me alegra recibiros en este día y daros la bienvenida mientras presentáis las cartas que os acreditan ante la Sede apostólica como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de vuestros países: Bangladesh, Yibuti, Finlandia, Eritrea, Georgia, Lesotho, Ruanda, Isla Mauricio y Malí. Saludo asimismo al nuevo embajador de Suiza en misión especial. Os ruego que expreséis a vuestros respectivos jefes de Estado mi gratitud por los mensajes que me entregáis, transmitiéndoles mi saludo cordial y deferente, así como mis mejores deseos para sus personas y su misión al servicio de todos sus compatriotas. Permitidme aprovechar también esta circunstancia para saludar, por medio de vosotros, a las autoridades de vuestros países y a todos vuestros conciudadanos. Añado de buen grado una intención especial por vuestros compatriotas católicos y por sus pastores. Todos se esfuerzan por dar su contribución a la concordia y a la paz.

2. Nuestros contemporáneos están marcados, hoy más que nunca, por el temor que proviene a la vez de la situación de inestabilidad que vive nuestro mundo y de la incertidumbre del futuro; muchos dan la impresión de que ya no pueden mirar serenamente a su futuro, sobre todo los jóvenes, que se sienten turbados por los eventos dramáticos que les presenta el mundo de los adultos. Corresponde de manera muy especial a los responsables de las naciones y a sus representantes en el servicio diplomático comprometerse más que nunca y de modo cada vez más intenso en el camino del diálogo y de la cooperación internacional, para erradicar todo lo que es fuente de conflicto y tensiones entre grupos humanos y entre naciones. Ninguna cuestión particular, que debe poder encontrar siempre soluciones negociadas, ha de prevalecer sobre el respeto a las personas y a los pueblos.

3. Vuestra misión, señores y señoras embajadores, consiste en servir, a la vez, a la noble causa de vuestros países y a la noble causa de la paz. Se trata de actos eminentes de amor al prójimo, que deben realizarse con el deseo de contribuir al bien común y a un mejor entendimiento entre las personas y entre los pueblos. Así podremos ofrecer a las generaciones futuras una tierra donde sea agradable vivir. Debemos recordar sin cesar que todas las injusticias que pueden conocer nuestros contemporáneos, las situaciones de pobreza y la falta de educación de la juventud son la fuente de numerosos focos de violencia en todo el mundo. La justicia, la paz y la lucha contra la miseria y contra lafalta de formación espiritual, moral e intelectual de los jóvenes son aspectos esenciales del compromiso al que exhorto a los gobernantes de las naciones, a los servicios diplomáticos y a todos los hombres de buena voluntad.

4. Al comenzar vuestra misión ante la Santa Sede, quiero expresaros mis mejores deseos. Invoco de buen grado la abundancia de las bendiciones divinas sobre vosotros, sobre vuestras familias, sobre vuestros colaboradores y sobre las naciones que representáis.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 51, p.10.

 



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