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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
PARA LA CAMPAÑA DE FRATERNIDAD EN BRASIL

 

Amadísimos hermanos de Brasil: 

Con profunda satisfacción doy inicio a la primera Campaña de fraternidad del nuevo milenio, promovida por la Conferencia nacional de los obispos del Brasil durante la Cuaresma de este año, con el lema:  "Vida sí, drogas no".

Sigue vivo en la memoria el Año jubilar, recién terminado; quiera Dios misericordioso que haya sido fuente de abundantes gracias y consolaciones para todos los cristianos, pues él envió a su Hijo a la tierra para "que todos tengan vida y la tengan en abundancia" (cf. Jn 10, 10). Sí, queridos hermanos y hermanas:  que todos tengan la verdadera vida alcanzada por el amor misericordioso de nuestro Salvador, Jesucristo.

La Cuaresma quiere ser una llamada a la conversión de los corazones, por la oración y la penitencia, propiciando que "la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal", como rezamos en la oración colecta del miércoles de Ceniza.

Hoy, la Iglesia en Brasil quiere ayudar a la participación de toda la sociedad en la prevención del uso indebido de drogas. Ojalá que este espíritu cristiano de templanza, vivido y testimoniado, sea precisamente el camino para dar comienzo a la nueva vida de unión con Cristo.

Estos son los deseos que expreso especialmente para todos aquellos que han sido atrapados por las redes de las drogas. Muchos de los que, desgraciadamente, han caído en la malla de las sustancias estupefacientes testifican que dicha experiencia fue una fuga de sí mismos y de la realidad. Con frecuencia la droga es una fuga de sí mismo y de la realidad; a menudo es fruto del vacío interior, renuncia y pérdida de orientación que lleva a veces a la desesperación. Por eso la droga no se vence con la droga, sino que requiere una vasta acción de prevención, a fin de que la cultura de la vida sustituya a la cultura de la muerte.

Hay que ofrecer a los jóvenes y a las familias motivos concretos de esperanza y ayudarles eficazmente en las dificultades de cada día. La verdadera alternativa a las numerosas sustancias nocivas que entorpecen a la persona humana muchos la han encontrado en el seno de una comunidad que, más allá de las soluciones técnicas, ofrece un itinerario humano y espiritual que permite salir del abismo de la droga y volver de nuevo a la vida, a fin de que puedan ofrecer como protagonistas su contribución a la edificación de una sociedad libre de todo tipo de droga. La Iglesia da las gracias a todos los que prestan este servicio competente y desinteresado a la vida y a la dignidad humana.

Si la fe pasa a través de todo lo que vivimos, con el ejemplo de una vida sencilla y sobria los hombres y las mujeres de Brasil deben testimoniar que Cristo está entre nosotros. Sed portadores de esperanza para las víctimas de este azote social, en especial entre los jóvenes. Precisamente cuando la familia brasileña está amenazada por estos males, la esperanza en Cristo resucitado nos da la certeza de liberación y salvación.

Ruego a Dios, por intercesión de Nuestra Señora Aparecida, que proteja a Brasil y a su pueblo, y, como prenda del más sincero afecto a la Tierra de Santa Cruz, envío una propiciadora bendición apostólica.

Vaticano, 6 de enero de 2001

JUAN PABLO II



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