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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL SEGUNDO GRUPO DE OBISPOS DE RITO LATINO
DE LA INDIA EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 3 de junio de 2003

 

Eminencia;
queridos hermanos en el episcopado: 

1. En la comunión del Espíritu Santo, os doy una cordial bienvenida a vosotros, segundo grupo de obispos de rito latino de la India, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum. De modo particular, saludo al arzobispo Viruthakulangara, al que agradezco los buenos deseos que me ha transmitido de parte de los obispos, del clero, de los religiosos y los fieles laicos de las provincias de Bombay, Nagpur, Verápolis, así como de la nueva provincia de Gandhinagar y de la archidiócesis de Goa y Damão. Ruego para que, por intercesión de los apóstoles san Pedro y san Pablo, la Iglesia católica en la India siga proclamando con audacia la buena nueva de Jesucristo.

En el subcontinente, y especialmente en las regiones de Kerala y Goa, el mensaje salvífico de Cristo ha resonado durante muchos siglos. Recientemente, la Iglesia ha celebrado el 450° aniversario de la muerte del celoso misionero san Francisco Javier, uno de la larga serie de hombres llenos de fe, como santo Tomás apóstol, que han dado su vida por la evangelización de Asia. San Francisco nos enseña la importancia de olvidar nuestros deseos personales y nuestros proyectos humanos y abandonarnos totalmente a la voluntad de Dios (cf. Oficio de lectura para la fiesta de san Francisco Javier). Espero que la vida y la obra de este patrono de Oriente susciten en el pueblo indio el deseo de abandonarse más plenamente a la voluntad del Padre.

2. Cristo sigue haciendo de vuestras diócesis terreno fértil para su cosecha de fe. "De la misma forma que el gran diálogo de amor  entre Dios y el hombre fue preparado por el Espíritu Santo y se realizó en la tierra de Asia en el misterio de Cristo, así el diálogo entre el Salvador y los pueblos del continente continúa hoy con la fuerza del mismo Espíritu, que sigue actuando en la Iglesia" (Ecclesia in Asia, 18). Durante mis visitas pastorales a la India, me impresionaron las numerosas expresiones del cristianismo en vuestro país. La presencia de las tradiciones latina y oriental, tan cercanas entre sí, es una gran fuente de fuerza y vitalidad para la Iglesia. A veces, la relación puede implicar un desafío para vuestras comunidades, al esforzaros por trabajar juntos para encontrar modos concretos de servicio al pueblo de Dios. Como dije a los obispos de rito siro-malabar de vuestro país, es importante perseverar en el fortalecimiento de los vínculos con vuestros hermanos en el episcopado de los ritos orientales, a través de un eficaz diálogo interritual, para superar cualquier malentendido que pudiera surgir ocasionalmente. Esto acontece especialmente en los ámbitos concernientes a la evangelización y la atención pastoral de los católicos orientales en la India (cf. Ecclesia in Asia, 27).

Dado que Cristo os ha puesto como pastores de su grey, estáis llamados de modo especial a fomentar el diálogo mutuo y la comprensión entre los católicos y las demás comunidades cristianas. El apóstol san Pablo nos anima a "vivir como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad" (Ef 5, 8-9). Como obispos, no sólo tenéis la obligación de vivir como hijos de esta luz, sino también de ayudar a iluminar el camino de todos los seguidores de Cristo, guiándolos hacia una solidaridad espiritual cada vez más completa.

3. Es muy alentador ver el impresionante número de vocaciones religiosas y diocesanas en vuestras provincias, y el alto porcentaje de fieles que asisten a la misa dominical. Aunque vuestras Iglesias locales sean materialmente pobres, especialmente si se las compara con otras comunidades cristianas, son ricas en recursos humanos. Esto resulta evidente por el elevado número de comunidades cristianas de base y de movimientos y asociaciones laicales que desempeñan un papel tan vital para la vida eclesial de vuestras regiones. A pesar de estos signos positivos, vuestras diócesis afrontan también algunos desafíos. La influencia negativa de los medios de comunicación social, el secularismo, el materialismo y el consumismo, juntamente con las falsas promesas de algunos grupos fundamentalistas, han inducido a algunos católicos a renunciar a su fe

Lamentablemente, también algunos miembros del clero han sido atraídos, a veces, por falsas promesas de dinero, comodidad y poder.

Al afrontar esos problemas, se siente la tentación de plantear la misma pregunta que los discípulos formularon a san Pedro inmediatamente después de Pentecostés:  "¿Qué hemos de hacer?" (Hch 2, 37). A este respecto, es consolador ver que muchas de vuestras diócesis responden a esta pregunta con Sínodos y planes pastorales, afrontando con seriedad los problemas y, de este modo, evitando posibles crisis futuras. Como dije en mi carta apostólica Novo millennio ineunte, las  iniciativas pastorales deben incluir  siempre los cuatros pilares cristianos:  la santidad, la oración, los sacramentos y la palabra de Dios (cf. nn. 30-41), teniendo presente que "no se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva" (ib., 29).

4. Una planificación pastoral eficaz debe adaptarse al contexto actual de modo que afronte los problemas particulares creados por la sociedad moderna. Como muchos otros países, también la India se encuentra implicada en el movimiento hacia una cultura de la muerte, como se ha visto, por ejemplo, en las peligrosas amenazas que se ciernen sobre los niños por nacer, especialmente sobre las niñas. Hermanos en el episcopado, os animo a permanecer vigilantes en vuestros esfuerzos por predicar con valentía la firme enseñanza de la Iglesia sobre el derecho inviolable a la vida de todo ser humano inocente. Los esfuerzos concertados para frenar la cultura de la muerte requieren el compromiso de toda la comunidad católica. Por eso, cualquier estrategia a este respecto debe involucrar a las personas, a las familias, a los movimientos y a las asociaciones comprometidos en construir "una sociedad en la que se reconozca y tutele la dignidad de cada persona, y se defienda y promueva la vida de todos" (Evangelium vitae, 90).

La globalización también pone en tela de juicio las costumbres y la ética tradicionales. Esto se ve claramente en los intentos de imponer a la sociedad asiática modelos de planificación familiar y medidas sanitarias reproductivas moralmente inaceptables. Al mismo tiempo, una comprensión incorrecta de la ley moral ha llevado a muchas personas a justificar una actividad sexual inmoral con el pretexto de la libertad, que ha desembocado a su vez en la aceptación común de la mentalidad anticonceptiva (cf. Familiaris consortio, 6). Las consecuencias de esta actividad irresponsable no sólo amenazan la institución de la familia, sino que también contribuyen a la difusión del VIH y del sida, que en algunas partes de vuestro país está alcanzando proporciones de epidemia. La respuesta de la Iglesia en la India debe consistir en seguir promoviendo la santidad de la vida matrimonial y el "lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos" (Catecismo de la Iglesia católica, n. 2370). La Iglesia está llamada a proclamar que el amor verdadero es el amor cristiano, y que el amor cristiano es un amor casto. Os exhorto a apoyar programas de educación que destaquen la enseñanza de la Iglesia a este respecto.

Al mismo tiempo, hay que esforzarse por fomentar el respeto de la dignidad y los derechos de la mujer, para garantizar que se promueva un "nuevo feminismo" en todos los niveles de la sociedad india. Esto evitará "caer en la tentación de seguir modelos machistas, para reconocer y expresar el verdadero espíritu femenino en todas las manifestaciones de la convivencia ciudadana, trabajando por la superación de toda forma de discriminación, de violencia y de explotación" (Evangelium vitae, 99).

5. Al comienzo de este discurso, he hablado de san Francisco Javier, que contribuyó en gran medida a la difusión del cristianismo en la India. Poseía la habilidad de predicar con éxito en ambientes no cristianos. Ruego para que la Iglesia en la India, imitándolo, proclame con respeto pero con audacia el evangelio de Jesucristo. No es una tarea fácil, especialmente en las zonas donde la gente experimenta animosidad, discriminación e incluso violencia a causa de sus convicciones religiosas o de su pertenencia tribal. Estas dificultades se ven agravadas por la creciente actividad de algunos grupos hindúes fundamentalistas, que están sembrando recelo con respecto a la Iglesia y a otras religiones. Lamentablemente, en algunas regiones las autoridades estatales han cedido a las presiones de esos extremistas y han aprobado leyes injustas contra las conversiones, prohibiendo el libre ejercicio del derecho natural a la libertad religiosa, o retirando el apoyo estatal a los miembros de algunas castas que han elegido convertirse al cristianismo.

A pesar de las graves dificultades y los sufrimientos que esto ha causado, la Iglesia en la India no debe renunciar jamás a su tarea fundamental de evangelización. Espero que vosotros, queridos hermanos en el episcopado, juntamente con los fieles, sigáis comprometiendo a los líderes locales de las otras creencias religiosas en un diálogo interreligioso que asegure una mayor comprensión y cooperación mutua. Del mismo modo, debéis mantener un diálogo efectivo con las autoridades locales y nacionales, para garantizar que la India siga promoviendo y protegiendo los derechos humanos básicos de todos sus ciudadanos. Parte integrante de este tipo de democracia, "que sirve de verdad al bien de las personas y de los pueblos, es el respeto a la libertad religiosa, porque este es el derecho que afecta a la libertad interior más íntima y soberana de la persona" (Discurso al nuevo embajador de la India ante la Santa Sede, 13 de diciembre de 2002).

6. «"Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21). De la perpetuación en la Eucaristía del sacrificio de la cruz y de la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo la Iglesia recibe la fuerza espiritual necesaria para cumplir su misión» (Ecclesia de Eucharistia, 22).

Queridos hermanos en el Señor, espero que cuando, llenos de "fuerza espiritual", volváis a vuestras Iglesias locales, después de esta visita a las tumbas de los santos Apóstoles, hayáis renovado vuestro deseo de participar cada vez más plenamente en la misión de la Iglesia, que "es continuación de la de Cristo" (cf. ib.).

En este Año del Rosario ruego para que, por intercesión de la santísima Virgen, el Espíritu Santo os confirme a vosotros, al clero, a los religiosos y a los laicos de vuestras diócesis en el "carisma de Dios que está en vosotros" (2 Tm 1, 6), y os imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Señor.

 



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