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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS NUEVOS RECLUTAS
DE LA GUARDIA SUIZA PONTIFICIA 

Martes 6 de mayo de 2003

 

Señor comandante de la Guardia suiza;
señor capellán;
queridos amigos de la Guardia suiza;
queridos jóvenes guardias: 

1. Os acojo con alegría, con ocasión del juramento de los nuevos reclutas de la Guardia suiza pontificia. Saludo a vuestro nuevo comandante, coronel Elmar Theodor Mäder, y al nuevo segundo jefe, teniente coronel Jean Daniel Pitteloud, que han aceptado generosamente este servicio. Doy las gracias de igual modo a las autoridades suizas, siempre representadas en esta fiesta, y saludo de todo corazón a las familias y a los parientes de los jóvenes reclutas, que han venido para acompañarlos con su afecto y su amistad. Expreso mi más viva gratitud a todos los miembros de la Guardia suiza pontificia por su lealtad al Sucesor de Pedro y por el excelente trabajo que realizan, velando por el orden y la seguridad en el territorio del Vaticano, pero también acogiendo con amabilidad a los numerosos peregrinos que solicitan cada día su ayuda.

2. Queridos jóvenes guardias, esta tarde prestaréis juramento de servir al Papa, para velar particularmente sobre la seguridad de su persona y de su residencia. Por mi parte, todos los años soy testigo agradecido de este compromiso, así como de la fidelidad y la generosidad de los jóvenes suizos al garantizar este servicio, con el que manifiestan la adhesión de los católicos de vuestro país a la Iglesia y a la Santa Sede. Os lo agradezco profundamente y os invito a meditar en el ejemplo de vuestros predecesores, algunos de los cuales llegaron hasta la entrega de su vida para cumplir la misión que se les confió de defender al Sucesor de Pedro.

3. Dirigiéndome a todos los fieles de la Iglesia, al comienzo del tercer milenio, los exhorté (cf. Novo millennio ineunte) a "remar mar adentro" (cf. Lc 5, 4). Del mismo modo os animo, queridos guardias, a penetrar más profundamente en la riqueza de la vida cristiana. Dios os da la posibilidad de descubrir un nuevo país. Pero el Señor os brinda también la oportunidad de acoger en los peregrinos a casi todo el mundo:  vienen de ambientes de vida muy diferentes, para rezar ante las tumbas de los Apóstoles. Por eso, abrid vuestro corazón al encuentro con los demás. Este encuentro ayuda a crecer en humanidad y a comprenderse cada vez más como hermanos

Procurad vivir entre vosotros una amistad noble y sincera, ayudándoos mutuamente en las dificultades y compartiendo vuestras alegrías. Permaneced siempre abiertos a la llamada del Señor para discernir lo que espera de vosotros, ahora y en el futuro. Haced de estos años de servicio en la Guardia suiza pontificia un auténtico tiempo de formación humana y cristiana. Que estos años os ayuden a ser servidores aún mejores del Señor. Estos son los buenos deseos que expreso a cada uno de vosotros y que confío a la intercesión de la santísima Virgen María, nuestra Madre celestial.

A todos imparto de corazón mi bendición apostólica.

 



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