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ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DEL CÍRCULO DE SAN PEDRO

Viernes 23 de abril de 2004

 

Amadísimos socios del Círculo de San Pedro:

1. Me alegra acogeros y os saludo de corazón. Extiendo mi saludo a vuestros familiares y a cuantos cooperan con vosotros en vuestras diversas actividades caritativas. Saludo con afecto a vuestro consiliario, monseñor Ettore Cunial, así como a vuestro presidente, el marqués Marcello Sacchetti, a quien agradezco las palabras que amablemente me ha dirigido en nombre de los presentes.

Es valiosa la misión que realizáis con admirable celo apostólico. Al salir al encuentro de los pobres y llevar consuelo a los enfermos y a los que sufren, testimoniáis de manera concreta la "creatividad de la caridad", a la que invité en la carta apostólica Novo millennio ineunte (cf. n. 50).

El óbolo de San Pedro, que, como todos los años, habéis venido a entregarme, constituye un signo ulterior de esta apertura a los hermanos que se encuentran en dificultades. Al mismo tiempo, es una participación concreta en el compromiso de la Sede apostólica de responder a las crecientes urgencias de la Iglesia, especialmente en los países más pobres.

2. Amadísimos hermanos y hermanas, me complace manifestar una vez más mi profundo aprecio por vuestro compromiso, animado por una fidelidad y una adhesión convencidas al Sucesor de Pedro. Lo alimentáis todos los días con la oración y la escucha de la palabra de Dios. Es importante, sobre todo, que vuestra existencia esté centrada en el misterio de la Eucaristía. El secreto de la eficacia de todos nuestros proyectos es la fidelidad a Cristo. Este es el testimonio de los santos. En particular, pienso en los siervos de Dios a los que el próximo domingo tendré la alegría de proclamar beatos. Ojalá que, siguiendo su ejemplo, cada uno de vosotros intensifique su celo misionero, dispuesto a hacerse "buen samaritano" de cuantos viven hoy en condiciones de pobreza o abandono.

Que os acompañe también la Virgen María con su protección materna. Por mi parte, os aseguro que oro por vosotros, aquí presentes, por cuantos os secundan en vuestras diversas actividades y por quienes encontráis en vuestro apostolado diario, a la vez que con afecto os imparto una bendición apostólica especial.

 



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