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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UNA DELEGACIÓN DE LA CIUDAD DE ANCONA (ITALIA)


Sábado 3 de julio de 2004

 

Venerado hermano en el episcopado;
amadísimos hermanos y hermanas:
 

Me alegra saludaros cordialmente con ocasión de esta visita que habéis querido hacerme. Vuestra grata presencia me trae a la memoria las dos veces que he visitado vuestra hermosa ciudad. ¡Bienvenidos!

Correspondo de buen grado a vuestros sentimientos saludándolo a usted, monseñor Edoardo Menichelli, nuevo arzobispo de Ancona-Ósimo, que acaba de recibir de mis manos el palio de metropolitano. Lo saludo a usted, señor alcalde, que representa aquí a los habitantes de la capital picena, tan queridos por mí. Saludo a todos los presentes. Al dirigirme a vosotros, deseo enviar mi saludo a vuestros conciudadanos, a quienes deseo de corazón que sean fieles a sus antiguas y nobles tradiciones morales, espirituales y civiles.

Habéis venido algo más de un año después de que, con la iniciativa "Canto de paz", recordasteis el drama vivido por vuestra ciudad durante la última guerra mundial y la tenacidad de vuestra gente en la obra de reconstrucción. Habéis querido conmemorar la tragedia de la guerra con la oración que pronuncié en Asís en enero de 2002, cuando, junto con los representantes de las religiones, celebramos la Jornada de oración por la paz en el mundo.

A la vez que deseo que cada uno colabore en la promoción del bien fundamental de la paz, os encomiendo a la protección de la santísima Virgen María, de san Ciríaco y san Leopoldo, vuestros patronos, y de corazón os imparto mi bendición.

 



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