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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS HERMANAS CAPITULARES
TERCIARIAS CAPUCHINAS DE LA SAGRADA FAMILIA

Lunes 25 de octubre de 2004

 

A las Hermanas Capitulares,
Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia

1. Me es grato saludaros con afecto con ocasión del XX Capítulo General, que se celebra en coincidencia con el 150º aniversario del nacimiento de vuestro Fundador, el Venerable Mons. Luis Amigó y Ferrer. Son dos acontecimientos significativos que os ofrecen la oportunidad de dar nuevo vigor a la experiencia espiritual del propio carisma e impulsar vuestra misión evangelizadora característica.

En efecto, el recuerdo del Fundador es una nueva llamada a imitar aquellos deseos de vivir santamente, siguiendo de cerca a Jesús, que se hizo enteramente pobre para hacer llegar a los hombres la riqueza de la misericordia divina (cf. Hb 2, 17-18). Por su parte, además de robustecer la fidelidad al espíritu original, el Capítulo General tiene la misión de hacerlo presente de manera apropiada al momento actual, discerniendo lo que “el Espíritu sugiere a las distintas comunidades” (Tertio millennio adveniente, n. 23) y buscando el modo más adecuado de dar testimonio y anunciar a Cristo en el mundo de hoy, cada vez más globalizado, como indica el lema escogido para las reflexiones capitulares.

Saludo con afecto a la Madre Julia Apesteguía Mariaezcurrena, recién elegida para el cargo de Superiora General, así como a la Madre Ligia Elena Llano, que ha desempeñado este servicio en los últimos años. También a las nuevas Consejeras y a todas las demás Hermanas capitulares, que representáis a las diversas circunscripciones del Instituto, actualmente presente en Europa, Asia, América y África. Os ruego que hagáis presente mi aprecio a vuestras Hermanas que siguen con interés los trabajos capitulares y os acompañan con su oración.

2. Deseo expresar el sincero reconocimiento de la Iglesia por vuestra labor en favor de los más necesitados, los ancianos y enfermos, los jóvenes y niños necesitados de amparo, educación, alegría de vivir y creer en Cristo. Al mismo tiempo, comparto con vosotras la esperanza en el futuro, en esa historia que os queda por construir, porque “el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas” (Vita consecrata, 110).

Son grandes cosas, en verdad, precisamente porque prolongan la misión y el estilo de Jesús, que dignifica y eleva la humanidad mediante el sacrificio de sí mismo, la abnegación, el acompañamiento fraterno y la plena confianza en la fuerza de Dios. Por vuestra trayectoria espiritual sabéis que la salvación verdadera, la que no tiene límites ni caduca en el tiempo, sólo se obtiene con la redención, aunque esto contraste con una mentalidad que, a menudo, tiene únicamente en cuenta la promoción y el éxito inmediato.

3. Os invito, pues, a intensificar cada día más la unión con Cristo mediante la contemplación y oración asidua y a dar vitalidad a vuestros trabajos imitando su actitud redentora, pues “cuanto más se vive de Cristo, tanto mejor se le puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadillas de la misión y aceptando los mayores riesgos” (Vita consecrata,  76). Además, desde una honda y rica experiencia interior, será más fácil transmitir el atractivo que Jesús despierta en las nuevas generaciones, insinuando en ellas esa voz penetrante de la vocación, como la de aquellos discípulos llamados “para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 14).

Confío los trabajos capitulares y las actividades encaminadas a conmemorar el 150º aniversario del nacimiento de vuestro Fundador a María,  maestra incomparable en acompañar a su Divino Hijo hasta la Cruz y en hacer presente con gozo su triunfo glorioso en medio de la comunidad cristiana, como lo acogió e hizo crecer en el seno de la Sagrada Familia.

Con estos sentimientos y deseos, e invocando la intercesión de los Beatos mártires de la familia Amigoniana, os imparto de corazón la Bendición Apostólica, que muy gustoso extiendo a todas las Hermanas de la Congregación, así como a quienes, compartiendo el mismo espíritu, colaboran en vuestras obras apostólicas.



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