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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 AL PRESIDENTE DEL GOBIERNO DE POLONIA, MAREK BELKA*

Sábado 30 de octubre de 2004

 

Señor presidente del Gobierno;
señor ministro; ilustres señores:

Os doy una cordial bienvenida a todos. Me alegra poder recibiros en un momento tan importante para Polonia y para Europa. Ayer tuvo lugar la ceremonia de la firma del tratado constitucional de la Unión europea. Es un acontecimiento que, en cierto sentido, concluye el proceso de ampliación de la Comunidad a los Estados que siempre han contribuido a la formación de los cimientos espirituales e institucionales del viejo continente, pero que durante los últimos decenios han permanecido, por decirlo así, al margen de él. La Sede apostólica, y yo personalmente, nos hemos esforzado por sostener este proceso para que Europa pueda respirar plenamente con dos pulmones: con el espíritu de Occidente y de Oriente.

A pesar de que en la Constitución europea falta una referencia explícita a las raíces cristianas de la cultura de todas las naciones que componen hoy la Comunidad, confío en que los valores perennes elaborados sobre el fundamento del Evangelio por las generaciones de los que nos han precedido sigan inspirando los esfuerzos de quienes se asumen la responsabilidad de la formación del rostro de nuestro continente. Espero que esta estructura, que en el fondo es una comunidad de naciones libres, no sólo haga todo lo posible por no privarlas de su patrimonio espiritual, sino que también lo conserve como fundamento de la unidad. Como dije en Gniezno en el año 1997, no se puede construir una unidad duradera "separándose de las raíces de las que crecieron las naciones y las culturas de Europa, y de la gran riqueza de la cultura espiritual de los siglos pasados" (Homilía con ocasión del milenario del martirio de san Adalberto, 3 de junio de 1997, n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de junio de 1997, p. 6). "No habrá unidad en Europa hasta que no se funde en la unidad del espíritu" (ib., n. 4).

Como Papa, doy las gracias a los Gobiernos y al Parlamento polacos por haber comprendido este desafío y por haberlo aceptado. Agradezco al señor primer ministro la seguridad, expresada en la carta, de que "el Gobierno polaco hará todo lo posible para que se interprete la nueva Constitución de la Unión europea según el espíritu de los valores europeos, cuyo fundamento es la visión cristiana del hombre y de la política como servicio dedicado al hombre mismo y a toda la comunidad".

Señor primer ministro, le deseo que la dedicación plena de todas las personas a las que usted ha confiado tareas en el Gobierno de la República de Polonia, así como de los que ejercen el poder legislativo y judicial, con la participación de toda la sociedad, dé frutos abundantes lo antes posible, para la prosperidad de todos los polacos.

Que Dios guíe a nuestra patria a un futuro feliz, conceda la gracia de la sabiduría a aquellos que tienen la responsabilidad de su destino, y bendiga a todos sus habitantes.

Gracias por la visita y por todos sus gestos de cordialidad.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.46, p.8.

 



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