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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

 Domingo, 19 de septiembre de 1999 

 

1. Al final de esta solemne celebración eucarística, elevamos nuestra oración a María, a la que mons. Anton Martin Slomsek tuvo una gran devoción. Muchas veces recurrió a ella a lo largo de toda su vida. Siempre confió en su patrocinio materno.

Amadísimos hermanos y hermanas eslovenos, la Virgen ocupa un lugar importante en la religiosidad de vuestro pueblo. De ella hablan muchos de vuestros cantos; numerosas y magníficas iglesias y capillas están dedicadas a ella en todos los rincones de vuestra tierra. Quisiera recordar especialmente los tres célebres santuarios marianos de Monte Santo, Brezje y Ptujska Gora, hacia los cuales soléis ir en peregrinación, para buscar allí refugio en las dificultades y en las pruebas, y para dar gracias, cuando las súplicas han sido escuchadas.

En estos centros de profunda espiritualidad mariana se aprende a crecer en la fe y en el deseo de imitar a la Virgen en la pureza y en la humilde sumisión a la voluntad de Dios. María nos lleva a Cristo, en el que la familia humana está llamada a convertirse en la familia de los hijos de Dios.
2. A este respecto, a veces se piensa que el hombre es una realidad totalmente autónoma e independiente, sin ninguna relación con Dios, como si se bastara a sí mismo y pudiera sacar de sí mismo, de su razón y de las obras de sus manos las energías necesarias para su propia realización. Pero, ¿puede realmente la persona humana realizarse sin Dios o, incluso, contra Dios?

El luminoso ejemplo de la Virgen de Nazaret, humilde esclava del Altísimo, demuestra, por el contrario, que sólo en Dios el ser humano encuentra su auténtico fin. Precisamente por esto, el beato obispo Slomsek no se cansaba de enseñar que la fe ha de ser la base de la propia vida y de toda renovación social.

Hermanos y hermanas de Eslovenia, si queréis construir una sociedad acogedora para todos, valorad el gran don de la fe, que llegó a vuestra patria, hace más de 1250 años, de tres cunas del cristianismo:  de Salzburgo, de Aquilea y de Velehrad. Sed, como monseñor Slomsek, hombres y mujeres de fe.

3. Encomendamos hoy a la Virgen santísima vuestra ciudad de Maribor, donde el nuevo beato desempeñó su ministerio episcopal. Se la encomendamos juntamente con las demás diócesis de Eslovenia y con vuestra querida nación.

A ella le consagramos los pastores, los sacerdotes, los  religiosos  y  las  religiosas,  las  familias, los niños y  los  jóvenes,  esperanza de la Iglesia y de la sociedad,  los  ancianos,  los  enfermos y los que sufren. Que María os guíe y os acompañe, llenos de fe, esperanza y caridad, hacia el alba ya próxima del tercer milenio.

 



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