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JUAN XXIII

ÁNGELUS*

Festividad de la Sagrada Familia
Domingo 8 de enero de 1961

 

¡Queridos hijos!

El Angelus Domini en la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia es particularmente significativo y conmovedor. Cielo y tierra se unen y sobre cada una de las familias, santificadas con la oración, con la paciencia y el trabajo, resplandece hoy, proclamado por María y José, el nombre de Jesús, que irradia luminoso ejemplo, estímulo ferviente y poderosa protección.

Conocemos las dificultades y peligros que halla la familia cristiana en su camino. Ante todo, en el orden espiritual, por el duro sacrificio y renunciamiento que se exige a los padres y madres para educar cristianamente a sus hijos, para mantenerse fieles a inmutable ley de Dios en medio de las seducciones de la mentalidad mundana, inclinadas al goce; para oponer el freno eficaz de una sólida conciencia moral a las concesiones que se observan acá y allá. Tampoco ignoramos las angustias, que originan en el orden material los apuros de tantas familias, especialmente las familias numerosas, las de los parados, de los insuficientemente ocupados y de los necesitados.

Nuestra voz no desaprovecha ninguna ocasión para estimular a las autoridades responsables a tomar las medidas necesarias para remediar tantas necesidades espirituales y materiales, y sigue exhortando a todos, especialmente a aquellos que gozan de una situación desahogada, a no dejarse vencer en generosidad para llevar a todas las familias una ayuda duradera y proporcionada a las necesidades.

¡Queridos hijos, padres y madres! !Cuánto deseamos aseguraros que estamos siempre cerca de cada uno de vosotros!

Lo estamos con la oración. Lo estamos más íntimamente en esta fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, que recaba de Dios la plenitud de las gracias celestiales sobre vuestras queridas familias, sobre los inocentes niños, los fuertes y puros jóvenes, sobre los ancianos en el atardecer pensativo de la vida. Para todos pedimos los dones de la paz, de la serenidad y de la alegría por encima de todas las pruebas, que el amor de Dios dulcifica y atenúa. Estamos cerca de vosotros con el afecto paternal, que desea a todos alcancen la meta de las aspiraciones más ardientes del corazón; estamos cerca por nuestra más viva solicitud para que sobre vuestras familias brille siempre el reflejo de aquella nobleza que brota de la imitación de los ejemplos de Nazaret, del cumplimiento generoso de los mandamientos, de la práctica de las obras de misericordia.

Invoquemos ahora sobre todos la plenitud de los divinos consuelos y en prenda de nuestra gran benevolencia descienda sobre los queridos hijos presentes en la Plaza de San Pedro y sobre los que escuchan a través de la Radio nuestra copiosa y propiciadora Bendición Apostólica, para que, como hoy pidió la Iglesia, "las familias se establezcan sólidamente en la paz y gracia del Señor" (Missal. Rom. Orat. Sec.).

 


* Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 122-123.

 

 



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