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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DEL PERÚ
ANTE LA SANTA SEDE
*

Viernes 7 de junio de 1971

 

Señor Embajador:

Con ánimo atento hemos escuchado las deferentes palabras que acaba de dirigirnos al presentar las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Perú ante la Santa Sede.

Nos han sido especialmente gratas sus nobles expresiones sobre las gloriosas y seculares tradiciones cristianas de vuestro País, y sobre la pujanza de la vida religiosa y de la labor educativa realizada en él por la Iglesia.

La riqueza de las civilizaciones y de las estructuras sociales que encontraron los primeros sacerdotes al llegar al Perú, fueron un campo fértil en que la semilla del Evangelio prendió con inusitada rapidez, como símbolo y prenda del fecundo florecimiento que iba a alcanzar el cristianismo sucesivamente. Las figuras de Santa Rosa de Lima y de San Martín de Porres, que Vuestra Excelencia ha querido evocar, son admirables expresiones de espiritualidad, que honran a vuestra Patria.

Pero es, además, motivo de especial alegría para Nos el poder decir hoy que esas tradiciones han ido desembocando, gracias a la guía sabia del Episcopado, en una viva y esperanzadora actualidad, en que la proclamación de la Palabra divina y el empeño de servicio a las diversas comunidades se están llevando a cabo con renovado vigor y con un valiente espíritu de adaptación a las nuevas necesidades y situaciones, en respuesta a los imperativos cristianos y a las aspiraciones de los buenos católicos peruanos.

Vuestra Excelencia ha hecho referencia a cuanto su Gobierno realiza e intenta realizar en el campo social. A ese respecto, podemos decir que la Iglesia, en el orden y en la modalidad que le son propios, no puede menos de anhelar y trabajar sin descanso para la consecución de una sociedad más justa y solidaria, y de un progreso integral y rápido, del que sean actores y se beneficien cada uno de los individuos y de los grupos sociales, tanto en el plano nacional como internacional.

En este empeño por la justicia social y por el verdadero desarrollo, como señalábamos en nuestra reciente Carta Apostólica Octogesima adveniens, que Vuestra Excelencia acaba de citar, «la Iglesia camina unida a la humanidad y se solidariza con su suerte en el seno de la historia» (n. 1). Ofrece a los hombres sus enseñanzas, fundadas en el mensaje del Evangelio, maduradas al contacto de las situaciones cambiantes de las sociedades, y alimentadas por «una experiencia rica de muchos siglos, lo que le permite asumir en la continuidad de sus preocupaciones permanentes la innovación atrevida y creadora, que requiere la situación presente del mundo» (n. 42). Por eso hemos reiterado a los cristianos un apremiante llamamiento a la acción, de manera que cada uno asuma su propio compromiso en la responsabilidad común.

Nos confiamos en que los católicos peruanos sabrán responder con decisión a este llamamiento, para que cuanto antes se logre en vuestras queridísimas tierras un desarrollo integral y solidario, dentro de un clima de auténtica libertad y de cristiana fraternidad. Al deferente saludo que nos ha trasmitido en nombre del Excelentísimo Señor Presidente, y a los nobles sentimientos personales que nos ha expresado, Nos correspondemos complacido, manifestando a Vuestra Excelencia, y por su medio al Señor Presidente de la República, Nuestra sincera y viva gratitud.

Mientras formulamos votos y le aseguramos, señor Embajador, nuestra benevolencia para el feliz cumplimiento de su alta misión, impartimos de corazón sobre su persona y las supremas Autoridades de su Nación, así como sobre todo el amadísimo Pueblo del Perú, la implorada Bendición Apostólica.


*AAS 63 (1971), p.548-550;

Insegnamenti di Paolo VI, vol. IX, p.492-493;

L’Attività della Santa Sede 1971, p.233-234;

OR 5.6.1971 p.1;

L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.24 p.7.  

                  



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