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DISCURSO DEl PAPA PABLO VI
A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO
DE JÓVENES AGRICULTORES EUROPEOS*

Viernes 14 de diciembre de 1973

 

Jóvenes agricultores europeos: Termináis vuestro congreso romano sobre la política agrícola de Europa frente a los países del Tercer Mundo con una visita de cortesía al Papa. Agradecemos este gesto. Quisiéramos que la cordialidad de nuestro recibimiento y la sencillez de nuestras intenciones encontraran un eco en cada uno de vosotros.

El programa de vuestro encuentro revela claramente vuestra pasión de jóvenes agricultores: salvar el mundo rural tan indispensable para la vitalidad de las naciones europeas y, al mismo tiempo, promover su auténtica solidaridad con las regiones agrícolas del Tercer Mundo. Pero, ¿para qué habéis venido a visitarnos? ¿Para recibir consejos de orden técnico? No es ésta nuestra tarea y ya tenéis maestros en la materia. ¿Para saber lo que pensamos de vuestros problemas y proyectos? Mater et Magistra, Populorum progressio, Octogesima adveniens, el documento, del último Sínodo sobre la Justicia en el mundo siguen siendo aún testigos inequívocos del interés que la Iglesia tiene por vuestros graves problemas. No es éste el lugar para citarlos de nuevo. En este breve encuentro queremos, sobre todo, expresaros nuestra gran estima y nuestro aliento.

Habéis luchado ya mucho, habéis sufrido mucho, para conjurar el éxodo rural, planificar las explotaciones, coordinar los proyectos, especializar la producción, abrirle nuevas salidas, derribar las fronteras, desarrollar los organismos profesionales interesar a los poderes públicos. Hay muchas reformas que deben ser realizadas o inventadas. Vuestra juventud, vuestro saber, vuestra experiencia están a punto de entablar una dura batalla: crear para todos los agricultores, y concretamente para las generaciones futuras, condiciones de vida que respondan a las exigencias de un humanismo pleno. No os dejéis desalentar por los profetas de desgracia en lo que se refiere al porvenir del mundo rural. Esta batalla no tiene como único objetivo encontrar estructuras nuevas y eficaces para asegurar la defensa y la supervivencia del campo. Debe estar constantemente inspirada por una búsqueda de calidad de vida: no se trata solamente de tener más, sino de ser más. Todo lo que hagáis en este sentido dará un valor más profundo a vuestro medio agrícola y aun al conjunto de la sociedad europea que depende de él. Esto es capital y no os sorprenderá nuestra insistencia. En efecto, ¿cómo podría pretender Europa colaborar al desarrollo de los demás pueblos si, en su propio seno, ese desarrollo no alcanzara sus dimensiones, económicas, políticas, sociales, culturales y espirituales? El hombre, aun saciado, no se sentirá nunca satisfecho si su dinamismo no está orientado hacia fines que le transcienden. Para nosotros «no hay, pues, más que un humanismo verdadero que se abre al Absoluto, en el reconocimiento de una vocación que da la idea verdadera de la vida humana» (Populorum progressio, 42).

En esta perspectiva, tenéis razón al querer sensibilizar más aún, frente a todos estos aspectos de una política agrícola internacional y humanizadora, a vuestros medios socio-profesionales, a vuestros compatriotas, a los responsables del bien común en vuestros diversos países, e igualmente a los responsables de la Comunidad Europea. Hemos notado, por otra parte, las propuestas que pensáis someter en un futuro próximo a los Gobiernos interesados: la integración de la ayuda al Tercer Mundo en la política interna de los Estados, la coordinación de esta política de cooperación entre los Estados miembros de la Comunidad, la extensión de la cooperación a todos los países pobres y no sólo a los que están ligados por acuerdos bilaterales frecuentemente, muy estrechos, un aumento considerable de la ayuda financiera y técnica. Deseamos ardientemente que estas propuestas sean escuchadas.

Queremos también alentar a los que vais a encarnar dentro de poco, esta solidaridad europea emprendiendo un trabajo en las zonas rurales del Tercer Mundo y a todos aquellos que seguirán su ejemplo. Estáis convencidos de que ciertas deficiencias del primer decenio de colaboración, en parte inevitables, constituyen una seria llamada a actuar mucho más y mucho mejor. ¿Sería normal, entre otras cosas, desarrollar primero una industria que responda a necesidades secundarias, descuidando la explotación al máximo de los recursos agrícolas capaces de satisfacer las necesidades prioritarias de poblaciones infra-alimentadas? Quisiéramos especialmente persuadiros que es el espíritu de colaboración lo que es necesario cambiar. Las poblaciones con que vais a trabajar tienen una profunda necesidad de ser respetadas en su originalidad, de ser despertadas y formadas con paciencia y abnegación, de ser amadas. ¿No es ésta, por otra parte, la actitud fundamental que es preciso adoptar frente a los labradores europeos, que estén poco abiertos a las ideas y a los métodos que vosotros tanto estimáis? En una palabra: vuestra misión, en el Tercer Mundo igual que en Europa, tendrá éxito si está animada por la pasión de servir.

Muchos de vosotros compartís la fe cristiana. ¿Cómo no os ibais a sentir contentos y confortados oyendo decir que Cristo Salvador busca todavía hoy discípulos que hagan de su saber y de su poder un servicio generoso a todos los hombres? La propia Iglesia, siguiendo las huellas del reciente Concilio, se preocupa mucho por vivir este espíritu auténticamente evangélico.

Rogando al Espíritu Santo que os confirme en estas disposiciones, invocamos para cada uno de vosotros, para vuestros hogares, para aquellos a quienes representáis, las bendiciones del Señor.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.51, p.10.

 



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