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a procurar que respeten siempre la centralidad y
el valor supremo de la persona humana en todas
las fases de su existencia. Toda la sociedad puede
verse enriquecida gracias a este diálogo que abre
nuevos horizontes al pensamiento y amplÃa las
posibilidades de la razón. También éste es un ca-
mino de armonÃa y de pacificación.
243.âLa Iglesia no pretende detener el admira-
ble progreso de las ciencias. Al contrario, se ale-
gra e incluso disfruta reconociendo el enorme
potencial que Dios ha dado a la mente humana.
Cuando el desarrollo de las ciencias, mantenién-
dose con rigor académico en el campo de su ob-
jeto especÃfico, vuelve evidente una determinada
conclusión que la razón no puede negar, la fe
no la contradice. Los creyentes tampoco pue-
den pretender que una opinión cientÃfica que les
agrada, y que ni siquiera ha sido suficientemen-
te comprobada, adquiera el peso de un dogma
de fe. Pero, en ocasiones, algunos cientÃficos van
más allá del objeto formal de su disciplina y se
extralimitan con afirmaciones o conclusiones
que exceden el campo de la propia ciencia. En
ese caso, no es la razón lo que se propone, sino
una determinada ideologÃa que cierra el camino a
un diálogo auténtico, pacÃfico y fructÃfero.
El diálogo ecuménico
244.âEl empeño ecuménico responde a la ora-
ción del Señor Jesús que pide « que todos sean