EVANGELII GAUDIUM - page 78

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Iglesia como organización. En todos los casos,
no lleva el sello de Cristo encarnado, crucificado
y resucitado, se encierra en grupos elitistas, no
sale realmente a buscar a los perdidos ni a las in-
mensas multitudes sedientas de Cristo. Ya no hay
fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una
autocomplacencia egocéntrica.
96. En este contexto, se alimenta la vanagloria
de quienes se conforman con tener algún poder
y prefieren ser generales de ejércitos derrotados
antes que simples soldados de un escuadrón que
sigue luchando. ¡Cuántas veces soñamos con
planes apostólicos expansionistas, meticulosos y
bien dibujados, propios de generales derrotados!
Así negamos nuestra historia de Iglesia, que es
gloriosa por ser historia de sacrificios, de espe-
ranza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada
en el servicio, de constancia en el trabajo que
cansa, porque todo trabajo es « sudor de nuestra
frente ». En cambio, nos entretenemos vanidosos
hablando sobre « lo que habría que hacer » —el
pecado del « habriaqueísmo »— como maestros
espirituales y sabios pastorales que señalan desde
afuera. Cultivamos nuestra imaginación sin lími-
tes y perdemos contacto con la realidad sufrida
de nuestro pueblo fiel.
97. Quien ha caído en esta mundanidad mira
de arriba y de lejos, rechaza la profecía de los her-
manos, descalifica a quien lo cuestione, destaca
constantemente los errores ajenos y se obsesiona
por la apariencia. Ha replegado la referencia del
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