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BENEDICTO XVI

ÁNGELUS

Palacio Apostólico de Castelgandolfo
Domingo 11 de julio de 2010

(Vídeo)

Queridos hermanos y hermanas:

Desde hace algunos días —como veis— he dejado Roma para mi estancia veraniega en Castelgandolfo. Doy gracias a Dios que me ofrece esta posibilidad de descanso. A los queridos residentes de esta bella ciudad, adonde regreso siempre con gusto, dirijo mi cordial saludo. El Evangelio de este domingo se abre con la pregunta que un doctor de la Ley plantea a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10, 25). Sabiéndole experto en Sagrada Escritura, el Señor invita a aquel hombre a dar él mismo la respuesta, que de hecho este formula perfectamente citando los dos mandamientos principales: amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo. Entonces, el doctor de la Ley, casi para justificarse, pregunta: «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10, 29). Esta vez, Jesús responde con la célebre parábola del «buen samaritano» (cf. Lc 10, 30-37), para indicar que nos corresponde a nosotros hacernos «prójimos» de cualquiera que tenga necesidad de ayuda. El samaritano, en efecto, se hace cargo de la situación de un desconocido a quien los salteadores habían dejado medio muerto en el camino, mientras que un sacerdote y un levita pasaron de largo, tal vez pensando que al contacto con la sangre, de acuerdo con un precepto, se contaminarían. La parábola, por lo tanto, debe inducirnos a transformar nuestra mentalidad según la lógica de Cristo, que es la lógica de la caridad: Dios es amor, y darle culto significa servir a los hermanos con amor sincero y generoso.

Este relato del Evangelio ofrece el «criterio de medida», esto es, «la universalidad del amor que se dirige al necesitado encontrado “casualmente” (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea» (Deus caritas est, 25). Junto a esta regla universal, existe también una exigencia específicamente eclesial: que «en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad». El programa del cristiano, aprendido de la enseñanza de Jesús, es un «corazón que ve» dónde se necesita amor y actúa en consecuencia (cf. ib, 31).

Queridos amigos: deseo igualmente recordar que hoy la Iglesia hace memoria de san Benito de Nursia —el gran patrono de mi pontificado—, padre y legislador del monaquismo occidental. Él, como narra san Gregorio Magno, «fue un hombre de vida santa... de nombre y por gracia» (Dialogi, II, 1: Bibliotheca Gregorii Magni IV, Roma 2000, p. 136). «Escribió una Regla para los monjes... reflejo de un magisterio encarnado en su persona: en efecto, el santo no pudo en absoluto enseñar de forma diferente de cómo vivió» (ib., II, XXXVI: cit., p. 208). El Papa Pablo VI proclamó a san Benito patrono de Europa el 24 de octubre de 1964, reconociendo su maravillosa obra desarrollada para la formación de la civilización europea.

Confiemos a la Virgen María nuestro camino de fe y, en particular, este tiempo de vacaciones, a fin de que nuestros corazones jamás pierdan de vista la Palabra de Dios y a los hermanos en dificultad.


Saludos

(En francés)

El Evangelio de hoy nos recuerda que el verdadero creyente sabe distinguirse por su amor por todo ser humano, especialmente por los marginados. Sin la caridad y la misericordia, nuestra práctica cristiana no da fruto. Que por intercesión de la Virgen María y de san Benito, patrono de Europa, consolidéis vuestra vida espiritual durante las vacaciones.

(En inglés)

La liturgia de hoy nos recuerda que ser cristianos significa ser fieles a las palabras y el ejemplo de Jesús, especialmente viviendo una vida de amor a Dios y al prójimo. Que el Señor nos conceda la gracia y la valentía necesarios para responder siempre con generosidad, como el buen samaritano, a las necesidades de todos los que sufren, ya sean cercanos o lejanos.

(En alemán)

Los dos mandamientos del amor —amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma, y amar al prójimo como a sí mismo— son la clave para una vida realizada, en comunión con Dios y con los demás. El amor a Dios y al prójimo no es una teoría, sino una tarea concreta: «Haz eso y vivirás» (Lc 10, 28) —dice el Señor en el Evangelio de este domingo. Que también nosotros, como san Benito, mi particular patrono, y todos los santos que han seguido a Jesús en el camino del amor, estemos cerca de todas las personas que pasan necesidades con nuestro afecto y apoyo, para alcanzar así la vida eterna».

(En español)

En la parábola del buen Samaritano, proclamada este domingo, Jesús subraya la importancia primordial del mandamiento del amor y nos invita a practicar la misericordia con nuestro prójimo. Por intercesión de la Santísima Virgen María, supliquemos la gracia de tener los mismos sentimientos del corazón de Cristo y de peregrinar por esta vida haciendo el bien.

(En polaco)

Hoy en la liturgia recordamos a san Benito, uno de los patronos de Europa. Su lema: ora et labora, es una respuesta adecuada a la pregunta que hemos escuchado en la santa misa del día: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10, 25). Que nuestro trabajo y nuestra oración nos conduzcan a un gozoso encuentro con Dios, que será nuestra recompensa en la eternidad.



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