Son las palabras de Jesús a las mujeres, que lloraban mostrando compasión por el Condenado.
"No lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos". Entonces era verdaderamente difícil entender el sentido de estas palabras. Contenían una profecía que pronto habría de cumplirse.
Poco antes, Jesús había llorado por Jerusalén, anunciando la horrenda suerte que le iba a tocar.
Ahora, Él parece remitirse a esa predicción: "Llorad por vuestros hijos..."
Llorad, porque ellos, precisamente ellos, serán testigos y partícipes de la destrucción de Jerusalén, de esa Jerusalén que "no ha sabido reconocer el tiempo de la visita" (Lc 19,44).
Si, mientras seguimos a Cristo en el camino de la cruz, se despierta en nuestros corazones la compasión por su sufrimiento, no podemos olvidar esta advertencia.
"Si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?"
Para nuestra generación, que deja atrás un milenio, más que de llorar por Cristo martirizado, es la hora de "reconocer el tiempo de la visita".
Ya resplandece la aurora de la resurrección.
"Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación" (2 Co 6, 2).
Cristo dirige a cada uno de nosotros estas palabras del Apocalipsis: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono" (3, 20-21).
ORACIÓN
Cristo, que has venido a este mundo
para visitar a todos los que esperan la salvación,
haz que nuestra generación
reconozca el tiempo de tu visita
y tenga parte en los frutos de tu redención.
No permitas que por nosotros
y por los hombres del nuevo siglo
se tenga que llorar porque hayamos rechazado
la mano del Padre misericordioso.
A ti, Jesús, nacido de la Virgen, Hija de Sión,
honor y gloria por los siglos de los siglos.
R./. Amén.
Todos:
Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Canto
Tui Nati vulnerati,
tam dignati pro me pati
pÂnas mecum divide.