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SYNODUS EPISCOPORUM
BOLETÍN

XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
 DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
7-28 de OCTUBRE 2012

La nueva evangelizació para la transmisión de la fe cristiana


Este Boletín es solo un instrumento de trabajo para uso periodístico.
Las traducciones no tienen carácter oficial.


Edición española

04 - 08.10.2012

RESUMEN


- SOLEMNE APERTURA DE LA XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

- PRIMERA CONGREGACIÓN GENERAL (LUNES 8 DE OCTUBRE DE 2012, POR LA MAÑANA)
- EXPOSICIÓN EN OCASIÓN DE LA ASAMBLEA SINODAL
- ERRATA CORRIGE

SOLEMNE APERTURA DE LA
XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

“Favorecer el descubrimiento de la fe, fuente de Gracia, que produce alegría y esperanza en la vida personal, familiar y social”: así, en la Plaza de San Pedro animada por el ondeo de banderas de todas las partes el mundo, el Papa Benedicto XVI definió la finalidad de la nueva evangelización, en la solemne Concelebración Eucarística de apertura de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada a la nueva evangelización, es decir, “a la orientación programática para la vida de la Iglesia, de las familias, de las comunidades”, como afirmó en su homilía. Los más de 400 concelebrantes, juntamente con el Papa, han reafirmado que “la Iglesia existe para la evangelización”: “La evangelización, en todo tiempo y lugar, tiene siempre como punto central y final a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios; y el Crucificado es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamamiento a la conversión y a la reconciliación”. La nueva evangelización, ha explicado el Santo Padre, mira principalmente a los bautizados que se han alejado de la Iglesia y “viven sin referencia a la praxis cristiana”. Inspirándose también en el Evangelio del domingo XXVII del Tiempo Ordinario, Benedicto XVI ha recordado la importancia del matrimonio entre un hombre y una mujer, hoy profundamente en crisis, y de la santidad protagonista de la evangelización. “El matrimonio está vinculado a la fe, no en sentido genérico”, ha continuado el Papa, sino como “unión de amor fiel e indisoluble”, una “realidad ya conocida pero quizás no plenamente valorada”, que “constituye en sí mismo un Evangelio, una Buena Nueva para el mundo de hoy”, sobre todo para el “descristianizado”. El pensamiento de Benedicto XVI ha ido, también, a los dos nuevos Doctores de la Iglesia: San Juan de Ávila, español del siglo XVI, “hombre de Dios que unía la oración constante a la acción apostólica”, y a Santa Hildegarda de Bingen, alemana del siglo XII, “mujer de viva inteligencia”, capaz de “discernir los signos de los tiempos”. Éstos y todos los santos, ha afirmado el Papa, son “los verdaderos protagonistas de la Evangelización y también “los pioneros e impulsores de la nueva evangelización”. Finalmente, Benedicto XVI ha recordado a su predecesor, el Beato Juan Pablo II, “cuyo largo pontificado ha sido también ejemplo de nueva evangelización”. Durante el Ángelus , en los saludos en las diversas lenguas el Santo Padre ha pedido el “sostén de la oración para los trabajos sinodales”, para que “cada cristiano se renueve en su responsabilidad de hacer conocer al Salvador y su mensaje de amor y de paz”.

[00017-04.05] [NNNNN] [Texto original: italiano]

PRIMERA CONGREGACIÓN GENERAL (LUNES 8 DE OCTUBRE DE 2012, POR LA MAÑANA)

- MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE
- SALUDO DEL PRESIDENTE DELEGADO, S. EM. R. CARD. JOHN TONG HON, OBISPO DE HONG KONG (CHINA)
- RELACIÓN DEL SECRETARIO GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, S.E.R. MONS. NIKOLA ETEROVIĆ, ARZOBISPO TIT. DE CIBALE (CIUDAD DEL VATICANO)
- RELACIÓN ANTERIOR A LA DISCUSIÓN DEL RELATOR GENERAL, S. EM. R. CARD. DONALD WILLIAM WUERL, ARZOBISPO DE WASHINGTON (EEUU)

Esta mañana, lunes 8 de octubre de 2012 a las 9:10h, en presencia del Santo Padre, en el Aula del Sínodo del Vaticano, se ha dado inicio a los trabajos de la
XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre el tema: «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana».

La Primera Congregación General se abrió con el canto de la Hora Tercia.

Publicamos a continuación una síntesis de la meditación del Santo Padre durante la Hora Tercia.

MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE

Las columnas de la Nueva Evangelización son la Confessio y la Caritas, partiendo del Evangelium, en un recorrido que lleve a hacer emerger el buen fuego del anuncio para ofrecer a los otros. Lo ha explicado el Papa en la reflexión durante la Hora Tercia de esta mañana, argumentando que sólo Dios es la fuente de este camino, que necesita después una implicación humana. Partiendo del Evangelium, precisamente, y volviendo a la oración, sobre la cual se funda la colaboración con Dios.
Dios se muestra en la figura de Jesús, que es el Verbo, con un contenido que sólo pide penetrar dentro de nosotros. A la confesión cristiana, ha dicho el Santo Padre, pertenece también la disponibilidad al sufrimiento: la Confessio lleva en sí el concepto del martirologio, en el sentido que expresa la voluntad de testimonio hasta el sacrificio de la vida. Y es esto lo que garantiza nuestra credibilidad. La Confessio debe estar en el corazón y en la boca. Ella debe ser, necesariamente, pública porque la fe que se lleva dentro debe ser comunicada a los otros, confesada, con el coraje que deriva de la inteligencia.
Porque Dios, ha afirmado el Papa, no es sólo una esencia espiritual. Entra en la vida y en los sentidos del hombre. Así, en la Confessio, se necesita la fuerza de nuestros sentidos, que se compenetran en la sinfonía de Dios.
Todo esto presupone la Caritas, el amor que se hace ardor. Es la llama, según el Papa, que enciende a los otros y que se convierte en fuego de la caridad.
El Cristiano no debe ser templado: éste es el peligro más grande. Retomando la Escritura y los Padres de la Iglesia, el Papa ha explicado que el Fuego, el Espíritu, es luz, color, fuerza. El de Dios es potencia de transformación. Así el vigor crea el impulso de la Caridad, fundamental para la Evangelización.Por otra parte, ya en la palabra Evangelium está el sentido del anuncio de una victoria, del bien y la alegría que, en el contexto de la Evangelización, deben convertirse en justicia, paz y salvación.
Derivando el significado de la palabra de la cultura romana antigua, el Santo Padre ha explicado cómo el Evangelium es en sí mismo mensaje de potencia, de renovación y de salvación. Palabra válida también hoy, cuando muchos hombres se preguntan si detrás de las nubes de la historia hay un Dios, si se trata de hipótesis o realidad.
Para el Cristiano, ha afirmado el Papa, Dios existe y sencillamente esta existencia es fuente de salvación; pero hay más, porque Dios nos ama, ha hablado y se ha mostrado a sí mismo.
Ésta, para el Santo Padre, es aún la base del anuncio, es todavía el mensaje que la Iglesia debe ofrecer. No olvidando jamás la oración, porque si Dios no actúa, ha añadido el Papa, las cosas de los hombres son insuficientes. Sólo Dios, en resumen, puede empezar un recorrido de renovación; a los hombres les espera la tarea de colaborar con disponibilidad, poniendo en juego todo su ser, haciendo así visible la presencia de Dios.

[00022-04.05] [NNNNN] [Texto original: italiano]

Publicaremos, tan pronto como sea posible, el texto íntegro de la meditación del Papa.

Presidente Delegado de turno S. Em. R. Card. John TONG HON, Obispo de Hong Kong (CHINA)

Han intervenido en esta Primera Congregación General, después de la Hora Tercia, S. Em. R. Card. John TONG HON, Obispo de Hong Kong (CHINA) con el Saludo del Presidente Delegado; S.E.R. Mons. Nikola ETEROVIĆ, Arzobispo tit. de Cibale (CIUDAD DEL VATICANO) con la Relación del Secretario General.

Después del descanso, intervino S. Em. R. Card. Donald William WUERL, Arzobispo de Washington (EEUU) con la Relación anterior a la Discusión del Relator General.

La Congregación General terminó a las 12:00, con el rezo del Angelus Domini bajo la guía del Santo Padre.

Estaban presentes 256 Padres Sinodales.

La Segunda Congregación General tendrá lugar esta tarde, 8 de octubre de 2012, a las 16.30 horas. Se presentarán los informes sobre los continentes y se iniciará la discusión general.

Publicamos a continuación los textos completos de las intervenciones pronunciadas en el Aula:

SALUDO DEL PRESIDENTE DELEGADO S. EM. R. CARD. JOHN TONG HON, OBISPO DE HONG KONG (CHINA)

Estimado Santo Padre,
En nombre de los Padres Sinodales y los participantes, desearía hacerle llegar nuestros saludos afectuosos y nuestra profunda gratitud por su invitación a esta Asamblea del Sínodo de los Obispos. “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” es realmente un tema urgente, porque mucha gente en el mundo aún no conoce a nuestro Señor Jesucristo, y muchos de los bautizados han abandonado la práctica de su fe.
Hace cincuenta años, el Concilio Vaticano II nos animó a echar las redes (Lc 5, 4). Hoy, de un modo similar, debemos tomar como nuestro modelo de evangelización a la comunidad de la Iglesia primitiva (Hechos 2, 42-47). Los miembros de esa comunidad poseían tres cualidades que pueden expresarse en tres palabras griegas: didache, koinonia y diakonia. Didache significa doctrina, que no es sólo una teoría, sino más bien una visión personal de Jesucristo encarnado, crucificado y resucitado. Koinonia significa comunión a distintos niveles: fundamentalmente con Dios; después, con todos los miembros de la Iglesia y, posteriormente, con la gente de todo el mundo, en especial con los pobres. Diakonia significa servicio: Jesús nos instruye para servir, no para ser servidos, llegando incluso a la entrega total de uno mismo, hasta llegar a la cruz (cfr. Mt 20, 28). Estas tres cualidades se han manifestado en Hong Kong, Macao y el territorio chino.
En Hong Kong, antes de devolver la soberanía de la ciudad a China en 1997, muchas familias se enfrentaron a la crisis causada por el miedo a vivir bajo el régimen comunista. El término “crisis” en chino está formado por dos caracteres: “peligro” y “oportunidad”. Por esto, al enfrentarse a la crisis de la inseguridad, incluso los católicos no practicantes volvieron a la Iglesia en busca de apoyo espiritual. Y muchos fieles participaron en la catequesis, en cursos bíblicos y teológicos para profundizar su fe y ser evangelizadores. Hoy, nuestra diócesis tiene más de mil catequistas voluntarios bien formados. Este año, más de trescientos adultos recibirán el bautismo en la Vigilia Pascual.
Macao, nuestra diócesis vecina, ha hecho esfuerzos similares y ha visto aumentar el número de bautizados en años recientes.
En el norte de China, un párroco rural ha compartido conmigo su experiencia de evangelización. Después de orar mucho, decidió dividir a los parroquianos en dos grupos con misiones diferentes. Encomendó a los bautizados recientes la misión de llevar a sus amigos no católicos y familiares a la catequesis; a los católicos de hace tiempo les encomendó la misión de enseñar el catecismo a los catecúmenos. Durante la enseñanza, el sacerdote rezó fervientemente en la iglesia. Al final, el párroco fue testigo de más de mil bautizos en un año.
Entre las características de la didache, la koinonia y la diakonia, tal como están ejemplificadas en la Iglesia primitiva y reflejada en los testimonios descritos más arriba, la didache me parece la más importante, porque Dios trabaja a través de nosotros como Sus testigos. Hoy en día, en que nos enfrentamos en el mundo a una cultura materialista, con el consiguiente problema de muchos católicos alejados de la Iglesia, debemos ser testigos fervientes de nuestra fe. Debemos prestar también atención a nuestros jóvenes, como nos recuerda el Santo Padre: “Dejemos que los jóvenes sean evangelizadores de los jóvenes”. El plan salvífico de Dios es increíble. Estoy seguro de que con fe, esperanza y amor tendremos éxito en nuestra misión evangelizadora.
Estimado Santo Padre, Padres Sinodales y participantes: gracias por su amable atención. Espero con ansia sus testimonios.

[00007-04.07] [NNNNN] [Texto original: inglés]


RELACIÓN DEL SECRETARIO GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, S.E.R. MONS. NIKOLA ETEROVIĆ, ARZOBISPO TIT. DE CIBALE (CIUDAD DEL VATICANO)

Introducción

Santo Padre,
Sus Eminencias y Excelencias, Padres Sinodales,
Queridos Hermanos y Hermanas:

“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20). Las palabras de Cristo Resucitado al final del Evangelio de Mateo inician el período de la misión de la Iglesia. Después de recibir el Espíritu Santo, que introduce en todos la Verdad (cfr. Jn 16:13), los discípulos que “íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús” (Hch 1, 14), abandonaron el Cenáculo y fueron a predicar “por todas partes” (Mc 16, 20), y en todas las lenguas, el Evangelio de Jesucristo. De la misma manera, el mandato de Cristo Resucitado se puede aplicar a nosotros, reunidos en la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos para reflexionar sobre el tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Se refiere a la Buena Nueva anunciada por los Apóstoles y encomendada a la Iglesia, es decir que “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce” (1 Co 15, 3-5). El Evangelio no ha cambiado; los cambios se dan solamente en los escenarios humanos, religiosos, culturales y sociales en los cuales la Palabra Redentora debe ser vivida y transmitida al prójimo. La condición indispensable para este trabajo misionero urgente es la fe, la medida del dinamismo apostólico. Conscientes que el Señor puede también reprendernos por ser hombres de poca fe (ὀλιγόπιστοι) (cfr. Mt 8, 26), recemos como hicieron los apóstoles: “Auméntanos la fe” (πρόσθες ἡμ
Ãν πίστιν) (Lc 17, 5). Oremos de manera particularmente intensa durante el Sínodo, especialmente durante las cuatros Celebraciones Eucarísticas presididas por el Santo Padre, Papa Benedicto XVI. Además de la liturgia de apertura de ayer, el Santo Padre va a presidir la Misa de Canonización de siete Beatos el domingo 21 de octubre y la Misa de Clausura el domingo 28 de octubre. La Eucaristía del 11 de octubre tiene un significado especial. El Obispo de Roma presidirá la solemne concelebración que marca el inicio del Año de la Fe. Sin lugar a dudas, este evento tendrá una influencia sumamente positiva en el Sínodo, considerando el hecho que la fe y su transmisión forman parte del tema del mismo y serán examinados en el contexto de la nueva evangelización. En nombre de todos los padres sinodales y de los participantes a la asamblea sinodal, deseo expresar mi sincera gratitud al Santo Padre por haber proclamado el Año de la Fe al conmemorar el quincuagésimo Aniversario del Concilio Vaticano II y el vigésimo Aniversario de la publicación del
Catecismo de la Iglesia Católica. Encomendándonos a la gracia del Espíritu Santo, que Cristo Resucitado, presente entre nosotros, nos dona “sin medida” (Jn 3, 34), creemos firmemente que el Año de la Fe dará abundantes dones espirituales a la Santa Iglesia de Dios, nuestra Madre.
Santo Padre, ante todo deseo darle las gracias por haber convocado la Asamblea Sinodal, la 5ª durante sus ocho años de Pontificado. El elevado numero de Asambleas Sinodales demuestra que su Santidad las considera una expresión privilegiada de comunión entre los obispos, miembros del Colegio Episcopal, y de su unidad con su Santidad, Cabeza de dicho Colegio. De hecho, bajo su atinada guía, han tenido lugar dos Asambleas Generales Ordinarias sobre la Eucaristía y la Palabra de Dios en los años 2005 y 2008 respectivamente, así como la Segunda Asamblea Especial para África en 2009 y la Asamblea Especial para Oriente Medio en 2010.
Tengo el placer de recibir a los 262 Padres Sinodales, procedentes de los 5 continentes: África, América, Asia, Europa y Oceanía; a los representantes de los 13 Sínodos de Obispos de las Iglesias Católicas Orientales sui iuris; a las 114 Conferencias Episcopales y a la Unión de Superiores Generales. Asimismo, saludo cordialmente a los Jefes de los Dicasterios de la Curia Romana, estrechos colaboradores de Su Santidad, Papa Benedicto XVI, el 264 Sucesor de San Pedro en la Santa Sede. La mayoría de los Padres Sinodales que participan en la Asamblea General Ordinaria han sido elegidos: en concreto, 182 Padres Sinodales, de los cuales 172 han sido elegidos por las Conferencias Episcopales y 10 por la Unión de Superiores Generales. De los restantes Padres Sinodales, 3 han sido designados por las Iglesias Católicas Orientales sui iuris; 37 participan ex officio y 40 han sido nombrados por el Santo Padre. Entre ellos se cuentan: 6 Patriarcas, 49 Cardenales, 3 Arzobispos mayores (de los cuales uno es cardenal), 71 Arzobispos, 120 Obispos y 14 sacerdotes. Con relación a sus cargos, 10 de ellos son Jefes de las Iglesias Orientales sui iuris, 32 son Presidentes de las Conferencias Episcopales, 26 son Jefes de los Dicasterios de la Curia Romana, 211 son Ordinarios y 11 son Obispos Auxiliares.
Dirijo un saludo especial a los delegados fraternos, representantes de las Iglesias y comunidades eclesiales que comparten con los católicos la preocupación por la evangelización de nuestros hermanos y hermanas en el mundo de hoy.
Durante el Sínodo tendremos la oportunidad de recibir a 3 invitados especiales, que han aceptado la invitación del Santo Padre Benedicto XVI a tomar parte en el Sínodo.
Acojo con alegría a 45 expertos y 49 hombres y mujeres oyentes, que han sido elegidos entre numerosos expertos y personas dedicadas a la evangelización y a la promoción humana, conscientes de que su testimonio personal y sus respectivas comunidades enriquecerán notablemente el trabajo sinodal.
Dirijo un cordial saludo a los enlaces de prensa, asistentes, traductores y personal técnico y, en particular, a los colaboradores de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, a quienes agradezco su dedicación y generosa contribución a la preparación de esta asamblea sinodal.
Esta presentación está dividida en 4 partes:
I. Las Actividades entre la XII y la XIII Asamblea General Ordinaria
II. La Preparación de la XIII Asamblea General Ordinaria
III. Las Actividades de la Secretaría General
IV. Conclusión

I. Las actividades entre la XII y la XIII Asamblea General Ordinaria
La XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos tuvo lugar entre el 5 y el 26 de octubre de 2008 sobre el tema: La palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia. Tras la conclusión de esta asamblea sinodal, el XII Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos se formó con 15 miembros. De acuerdo con el Ordo Synody Episcoporum, los Padres Sinodales eligieron a 12 miembros y el Santo Padre Papa Benedicto XVI nombró a 3 obispos para completar el número previsto. El XII Consejo Ordinario tenía dos funciones principales, a saber: completar las conclusiones de la XII Asamblea Sinodal sobre la Palabra de Dios y preparar la XIII Asamblea General Ordinaria.
Para llevar a cabo esta tarea, el Consejo Ordinario tuvo siete encuentros en Roma. El primero de ellos tuvo lugar el 25 de octubre de 2008, cuando la asamblea sinodal estaba llegando a su fin, lo que permitió que los miembros del Consejo se conocieran mejor entre ellos, estableciendo así un calendario de actividades futuras. A lo largo de 2009, el Consejo Ordinario se reunió tres veces: 20 y 21 de enero; 3 y 4 de junio y 24 y 25 de septiembre. El Consejo Ordinario tuvo un encuentro el 8 y 9 de junio de 2012; otro el 22 y 23 de noviembre de 2011 y otro el 16 de febrero de 2012. De acuerdo con los miembros del Consejo Ordinario, la Secretaría General intercambió información y documentación por correo electrónico, con la intención de reducir en la medida de lo posible cualquier inconveniente causado por la ausencia de los obispos de sus diócesis, debido a sus reiterados viajes a Roma y a la Secretaría General.
El propósito principal del primero de los dos encuentros del XII Consejo Ordinario fue reflexionar sobre la rica documentación del Sínodo sobre la Palabra de Dios. Los miembros del Consejo Ordinario examinaron especialmente las 55 proposiciones aprobadas por la mayoría de los Padres Sinodales, con dos tercios de los votos. La primera propuesta solicitaba al Santo Padre Papa Benedicto XVI la posibilidad de “ofrecer un documento sobre el misterio de la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia y, también, a la luz del Año dedicado a San Pablo, el Apóstol de los Gentiles, en el aniversario de los dos mil años de su nacimiento”.
El Supremo Pontífice amablemente aceptó la petición de los Padres Sinodales. Como en el pasado, el Santo Padre fue ayudado en la redacción de la Exhortación Apostólica Post-Sinodal por miembros del XII Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, con la asistencia de expertos. En el encuentro de enero de 2009, los miembros acordaron un borrador del documento e hicieron algunas sugerencias muy detalladas. En el mes de junio, examinaron el primer borrador de la Exhortación Apostólica. Numerosas observaciones querían evidenciar la riqueza del debate en la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, a la luz del Magisterio de la Iglesia, en especial del Concilio Vaticano II, los Padres de la Iglesia y las enseñanzas del Santo Padre Papa Benedicto XVI. Tras incorporar estas observaciones iniciales, el texto fue enviado por correo electrónico a los miembros del Consejo Ordinario para ulteriores sugerencias, que fueron posteriormente integradas en el texto final. El 7 de julio de 2009, la Secretaría General envió el documento al Supremo Pontífice, el cual realizó cambios notables según su propio carisma como Pastor Universal de la Iglesia. Durante una audiencia concedida a la Secretaría General el 13 de junio de 2009, el Santo Padre aceptó la propuesta del Consejo Ordinario y eligió el significativo título de la Exhortación Apostólica Post-Sinodal, Verbum Domini. El Obispo de Roma firmó el documento el 30 de septiembre de 2010, Memoria de San Jerónimo, el Gran Amante de la Sagrada Escritura. Se publicó el 11 de noviembre de 2010, el mismo día que fue presentada en la Oficina de Prensa de la Santa Sede por Su Eminencia el Card. Marc Ouellet, P.S.S., Prefecto de la Congregación para los Obispos y Relator General de la XII Asamblea General Ordinaria; Su Eminencia el Card. Gianfranco Ravasi, Presidente del Consejo Pontificio para la Cultura y Presidente de la Comisión para el Mensaje del Sínodo; Su Excelencia Mons. Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos y el Rev. Mons. Fortunato Frezza, Subsecretario de la Secretaría General. La Exhortación Apostólica Post-Sinodal se publicó originariamente en ocho idiomas. A continuación se llevaron a cabo traducciones en otras lenguas.
El 30 de mayo de 2009, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos envió la Relatio circa labores peractos de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos a los Jefes de la Iglesias Católicas Orientales sui iuris, a los Presidentes de las Conferencias Episcopales, a los Jefes de los Dicasterios de la Curia Romana y al Presidente de la Unión de Superiores Generales. Este documento resumía la preparación y procedimientos de la asamblea sinodal y, entre otras cosas, incluía la siguiente estadística: 253 padres participaron en la asamblea sinodal de 2009, de los cuales 183 fueron elegidos, 38 eran miembros ex officio y 32 fueron nombrados directamente por el Papa. Según los continentes, 51 Padres Sinodales provenían de África; 62 de América; 41 de Asia; 90 de Europa y 9 de Oceanía. Hubo 23 Congregaciones Generales y 8 sesiones de círculos menores. Los Padres Sinodales aprobaron el texto del Nuntius al Pueblo de Dios por aclamación y las 55 Propuestas por una gran mayoría.
II. Preparación de la XIII Asamblea General Ordinaria
La naturaleza colegial del Sínodo de los Obispos se demostró también en el momento de organizar la XIII Asamblea General Ordinaria. Efectivamente, se llevaron a cabo dos consultas. Antes de concluir la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, los Padres Sinodales fueron invitados a sugerir temas que, en su opinión, pudieran ser estudiados durante la XIII Asamblea Sinodal. Si bien las respuestas fueron numerosas y diversas, un número significativo de ellas mostraron una cierta preferencia por el tema de la transmisión de la fe. A principios de 2009, después de la audiencia papal del 9 de enero, Su Excelencia Mons. Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos, escribió a los Jefes de los Dicasterios de la Curia Romana y al Presidente de la Unión de los Superiores Generales, solicitándoles que indicaran tres posibles temas que, en su opinión, pudieran ser objeto del debate sinodal. Según las normas del Sínodo, los temas propuestos tenían que cumplir tres condiciones: 1) ser de interés para la Iglesia universal; 2) responder a una necesidad pastoral actual y 3) que se pudieran examinar desde un punto de vista realístico en el Sínodo de los Obispos. Las respuestas tenían que llegar a la Secretaría General antes del 1 de junio de 2009, para ser examinadas por el Consejo Ordinario de la Secretaría General en su reunión del 3 y 4 de junio.
En este encuentro el Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos examinó las numerosas propuestas llegadas de los grupos con los que la Secretaría General mantiene relaciones oficiales. Después de un examen profundo, se formularon tres temas que Su Excelencia Mons. Nikola Eterević, Secretario General, sometió al Santo Padre, Papa Benedicto XVI, para su consideración. En la audiencia papal del 13 de junio de 2009, el Supremo Pontífice expresó su preferencia por la primera de las tres propuestas, frecuentemente citada por los episcopados, a saber: La transmisión de la Fe a través de la educación y la iniciación cristiana. Las otras dos propuestas, citadas con menos frecuencia por los episcopados, concernían a la parroquia como la comunidad de comunidades y a los desafíos antropológicos de nuestros tiempos. Durante esta audiencia, el Santo Padre también decidió que la XIII Asamblea Sinodal tendría lugar en el mes de octubre de 2011, del 2 al 23. Ambas decisiones fueron cambiadas por los motivos siguientes.
En referencia al tema, en una audiencia concedida a la Secretaría General el 7 de septiembre de 2009, Su Santidad el Papa Benedicto XVI compartió su intención de instituir un Consejo para la Nueva Evangelización. Para una mayor coordinación sobre esta reflexión, el Santo Padre consideró oportuno combinar el tema de la transmisión de la fe con en el de la nueva evangelización. En ambos casos animó a los miembros del Consejo Ordinario a considerar el asunto de su encuentro del 24 y 25 de septiembre de 2009, mientras seguían trabajando en el borrador de los Lineamenta para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Transmití, como era mi deber, el asunto a los miembros del Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, que agradecieron las sugerencias del Santo Padre y, después de profundas reflexiones, reformularon el tema sinodal de la siguiente manera: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. En una audiencia concedida al Secretario General el 3 de julio de 2010, el Supremo Pontífice aprobó el tema de la asamblea sinodal. Como observado con anterioridad, con la Carta Apostolica motu proprio Ubicumque et semper (21 de septiembre de 2010), el Supremo Pontífice estableció el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.
En referencia a la fecha, cediendo a la petición de los obispos de Oriente Medio, el Santo Padre Papa Benedicto XVI, tras consultar con sus colaboradores más cercanos, el 19 de septiembre de 2009, durante su encuentro con los Patriarcas y los Arzobispos mayores de las Iglesias Católicas Orientales sui iuris anunció la convocatoria de una Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos. Esta Asamblea Sinodal, que tuvo lugar en octubre de 2010, tuvo como resultado el aplazamiento de un año de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. El Santo Padre Papa Benedicto XVI quiso personalmente anunciar el tema de la XIII Asamblea General Ordinaria el 24 de octubre de 2010, durante la solemne celebración eucarística en la Basílica de San Pedro, en la clausura de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, indicando también que tendría lugar en octubre de 2012.
Por lo tanto, el tema de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos representa el resultado de un amplio proceso de consulta del episcopado mundial y de la inquietud pastoral del Santo Padre, el Obispo de Roma y Pastor Universal de la Iglesia. Él desea situar la reflexión sobre la transmisión de la fe cristiana dentro del marco de la nueva evangelización, enfatizando su complementariedad: la nueva evangelización tiene como objetivo la transmisión de la fe cristiana; la transmisión de la fe cristiana es, a su vez, llevada a cabo en un ambiente religioso, cultural y social que requiere una nueva evangelización “nueva en su ardor, sus métodos y sus expresiones” (Juan Pablo II, Discurso a la XIX Asamblea del CELAM, Puerto Príncipe, Haití, 9 de marzo de 1983), 3: AAS 75 I (1983) 778).

La preparación de los Lineamenta
La preparación de la XIII Asamblea General Ordinaria empezó después de que el Santo Padre Papa Benedicto XVI estableciera el tema del debate sinodal, antes de la publicación de su formulación oficial. El XII Consejo Ordinario de la Secretaría General se reunió dos veces para estudiar el texto de los Lineamenta. En su reunión del 24 y 25 de septiembre de 2009, los miembros, con la asistencia de algunos expertos, acordaron el borrador de los Lineamenta, tomando en consideración tanto las observaciones de los obispos en sus sugerencias sobre posibles temas sinodales como las situaciones pastorales y sociales que tienen en el mundo de hoy, allí donde viven y trabajan. Reiteradamente hicieron referencias a las enseñanzas del Concilio Vaticano II y a los sucesivos pronunciamientos del magisterio de la Iglesia, en especial el del Santo Padre Benedicto XVI.
En el encuentro del 8 y 9 de junio de 2010, los miembros del Consejo Ordinario examinaron el borrador de los Lineamenta que trataba el tema de la nueva evangelización y la transmisión de la fe, aunque el tema definitivo aún no se había hecho público. Después de un profundo debate, se hicieron varios cambios para mejorar el texto y, al mismo tiempo, los miembros indicaron algunos aspectos que requerían un desarrollo ulterior. La Secretaría General, con la asistencia de algunos expertos, incorporó estas observaciones. Una vez el tema del sínodo fue hecho público, la Secretaría General envió el texto de los Lineamenta por correo electrónico a cada miembro del Consejo Ordinario, bien para su aprobación como para añadir posibles comentarios en vistas a mejorar el texto. Las pocas observaciones enviadas fueron incorporadas al texto, que fue traducido a varios idiomas.
Una vez acabado el proceso de traducción, la Secretaría General se ocupó de la publicación de los Lineamenta de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que lleva la fecha de 2 de febrero de 2011, Fiesta de la Presentación del Señor. El documento fue presentado en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el 4 de marzo de 2011 por Su Excelencia Mons. Nikola Eterević, Secretario General, y Su Excelencia Mons. Fortunato Frezza, Subsecretario del Sínodo de los Obispos. Los Lineamenta fueron enviados a las partes con las que la Secretaría General mantiene comunicación oficial. Además, fueron ampliamente difundidos, primero por los normales medios de comunicación de la Santa Sede y la Iglesia Católica. Bajo el nombre “Sínodo de los Obispos”, en la página web de la Santa Sede, el texto de los Lineamenta se puso a disposición en ocho idiomas: latín, francés, inglés, italiano, polaco, portugués, español y alemán, en traducciones preparadas por la Secretaría General. Como en el pasado, los Lineamenta contenían una serie de preguntas, 72 en total, para facilitar la reflexión y el debate en profundidad sobre el tema. En el Prefacio, la Secretaría General solicitó a las partes interesadas responder antes del 1 de noviembre de 2011, Solemnidad de Todos los Santos, para que el Instrumentum laboris de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos pudiera redactarse a tiempo.

La redacción del Instrumentum laboris
La Secretaría General recibió varias respuestas, generalmente muy detalladas, que indicaron la gran popularidad del tema de la Asamblea Sinodal. Además, las respuestas narraban las actividades pastorales que ya se estaban llevando a cabo en muchas Iglesias particulares. Al mismo tiempo, evidenciaban la necesidad de renovar el celo pastoral en el trabajo de evangelización, para hacerlo más receptivo a la gracia del Espíritu Santo, que inspira nuevos caminos para anunciar la Buena Nueva a los cercanos y los alejados y, sobre todo, a los bautizados que se han distanciado de la Iglesia.
El porcentaje de respuesta de las instituciones fue del 90,5%, que puede detallarse de la siguiente manera:
- Sínodos de las Iglesias Católicas Orientales sui iuris: 84,6% (11 de 13 Iglesias respondieron) (No se recibió respuesta de las siguientes Iglesias sui iuris: el Arzobispado Mayor de la Iglesia Siro-Malankara y la Iglesia Metropolitana Rutena);
- Conferencias Episcopales: 81,5% (93 de 114 Conferencia Episcopales respondieron);
- Dicasterios de la Curia Romana: 96,1% (25 de 26 Dicasterios respondieron) (la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica no respondió);
- Unión de los Superiores Generales: 100%.
Respecto a las Conferencias Episcopales, los porcentajes en orden alfabético según cada continente tal vez sean de interés:
- África: 66,6% (24 de 36 Conferencia Episcopales respondieron) (doce Conferencias Episcopales no respondieron: Camerún, Chad, República del Congo, Gabón, Gambia, Guinea, Guinea Ecuatorial, Namibia, Nigeria, Océano Índico, República Centroafricana, Sierra Leona, Uganda);
- América: 95,8% (23 de 24 Conferencias Episcopales respondieron) (la Conferencia Episcopal de Haití no envió respuesta);
- Asia: 88,8% (16 de 18 Conferencias Episcopales respondieron) (las Conferencias Episcopales de Sri Lanka y Tímor Oriental no respondieron);
- Europa: 81,25% (26 de 32 Conferencias Episcopales respondieron) (no se recibió respuesta de las siguientes Conferencias Episcopales: Albania, Bulgaria, Grecia, Lituania, Turquía y Ucrania);
- Oceanía: 100% (respondieron las 4 Conferencias Episcopales del continente).
Junto con estas respuestas están las contribuciones del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (C.C.E.E.) y de la Asamblea de la Jerarquía Católica de Egipto. La Secretaría General del Sínodo de los Obispos también recibió observaciones de varias instituciones eclesiales, por ejemplo, de la Unión Internacional de Superiores Generales (U.I.S.G.). Algunas universidades y centros de enseñanza superior también presentaron sus observaciones, por no mencionar a muchas personas interesadas en el tema del Sínodo. La Secretaría General tomó en consideración todas estas respuestas y observaciones, junto con los resultados de los varios encuentros y artículos publicados en revistas especializadas y populares.
En el encuentro que tuvo lugar los días 22 y 23 de noviembre de 2011, los miembros del XII Consejo Ordinario, con el asesoramiento de expertos, examinaron minuciosamente las respuestas a los Lineamenta y se pusieron de acuerdo sobre un resumen para el Instrumentum laboris, aportando numerosas sugerencias para el borrador del texto.
En el encuentro del 16 de febrero de 2012, el Consejo Ordinario examinó el borrador del Instrumentum laboris . El trabajo se tuvo que limitar a un día porque el 17 de febrero la mayoría de los miembros del Consejo Ordinario participaron en el Consistorio convocado por el Santo Padre Papa Benedicto XVI. A fin de facilitar la discusión, la Secretaría General envió previamente el texto del documento a los miembros del Consejo, por lo que éstos pudieron comenzar inmediatamente un vivo debate, proporcionando numerosas y sensatas observaciones para mejorar el texto. Asimismo, los miembros del Consejo observaron con gratitud la decisión del Santo Padre Papa Benedicto XVI, de convocar el Año de la Fe. Al redactar el Instrumentum laboris prestaron considerable atención a la Carta apostólica, publicada en forma de motu proprio, Porta fidei.
Para obtener la aprobación final del documento, la Secretaría General volvió a enviar el texto del Instrumentum Laboris por correo electrónico a los miembros del Consejo Ordinario. Algunos miembros hicieron ulteriores sugerencias que se incorporaron para mejorar el texto. La Secretaría General procedió entonces a traducir el documento en ocho idiomas. El Instrumentum laboris fechado 27 de mayo de 2012, Solemnidad de Pentecostés, fue presentado el 19 de junio de 2012 en la Oficina de Prensa de la Santa Sede por Su Excelencia Mons. Nikola Eterović, Secretario General, y por Mons. Fortunato Frezza, Subsecretario del Sínodo de los Obispos. El Instrumentum laboris fue objeto de una amplia distribución, a través de Internet - en “Sínodo de los Obispos”, en la página web de la Santa Sede - y por medio de numerosas publicaciones. La versión italiana la publicó la Librería Editora Vaticana. La difusión del Instrumentum laboris dio a conocer a muchas personas el orden del día de la asamblea sinodal, la positiva tarea de las Iglesias particulares y algunos puntos que requieren una amplia reflexión y desarrollo. El documento sobre la nueva evangelización y la transmisión de la fe - dos temas muy importantes en la vida y la misión de la Iglesia - presenta especial interés para los Padres Sinodales, que deben referirse a éste en sus intervenciones.

Nombramiento de los Miembros de la Presidencia de la Asamblea Sinodal
El 22 de octubre de 2011, en preparación para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, el Santo Padre Papa Benedicto XVI nombró como Relator General a Su Eminencia el Cardenal Donald William Wuerl, Arzobispo de Washington (EE.UU.) y como Secretario Especial a Su Excelencia Monseñor Pierre-Marie Carré, Arzobispo de Montpellier (Francia).
El 29 de junio de 2012 Su Santidad designó tres Presidentes-Delegados: Su Eminencia el Cardenal John Ton Hon, Obispo de Hong Kong (China); Su Eminencia el Cardenal Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara (México) y Su Eminencia el Cardenal Laurent Monsengwo Pasinya, Arzobispo de Kinshasa (República Democrática del Congo).

III. Las Actividades de la Secretaría General
Desde octubre de 2008 hasta el presente, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos llevó a cabo actividades de rutina; concretamente, concluir la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos y preparar la XIII Asamblea General Ordinaria.
Al mismo tiempo, a petición del Santo Padre Papa Benedicto XVI la Secretaría General preparó dos Asambleas Especiales del Sínodo de los Obispos: la Segunda Asamblea Especial para África y la Asamblea Especial para Oriente Medio. La primera, que tuvo lugar del 4 al 25 de octubre de 2009, contó con 244 Padres Sinodales. Los frutos de la discusión sinodal se recogieron en la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Africae munus que el Santo Padre Papa Benedicto XVI quiso presentar personalmente a los presidentes de las Conferencias Episcopales de África durante su Visita Apostólica a Cotonou, Benín, el 20 de Noviembre de 2011.
La Asamblea Especial para Oriente Medio, que tuvo lugar del 10 al 24 de Octubre de 2010, contó con la participación de 185 Padres Sinodales, entre los cuales se contaban todos los Obispos de Oriente Medio. Su Santidad ha querido entregar a los representantes del episcopado del Oriente Medio, a los Patriarcas y a los Presidentes de las respectivas Conferencias Episcopales el resultado de los trabajos sinodales en la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Ecclesia in Medio Oriente, durante su Visita Apostólica a Líbano, el 16 de septiembre de 2012.
Además, la Secretaría General ha desarrollado otras actividades a las cuales me referiré brevemente.

Consejos Especiales

Además de la actividad del Consejo Ordinario, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos ha realizado también las reuniones de los Consejos Especiales, en particular para África y para Oriente Medio, con motivo de la preparación de las respectivas Asambleas Especiales. De hecho, desde la celebración de la XII Asamblea General Ordinaria, el Consejo Especial para África se ha reunido seis veces: 27 y 28 de noviembre de 2008; 23 y 24 de enero de 2009; 19 de marzo de 2009; 19 y 20 de enero de 2010; 27 y 28 de abril de 2010; 19 y 20 de noviembre de 2011.
El Consejo para Oriente Medio se ha reunido nueve veces: 21y 22 de septiembre de 2009; 24 y 25 de noviembre de 2009; 23 y 24 de abril de 2010; 4 al 6 de junio de 2010; 20 y 21 de enero de 2011; 30 y 31 de marzo de 2011; 17 y 18 de mayo de 2011; 6 y 7 de julio de 2011; 14 al 16 de septiembre de 2012.
Entre los otros Consejos, el que se ha reunido con mayor frecuencia es el Consejo Especial para América, prácticamente una vez por año: 18 y 19 de noviembre de 2008; 17 y 18 de noviembre de 2009; 16 y 17 de noviembre de 2010; 27 y 28 de octubre de 2011.
El Consejo Especial para Asia se ha reunido del 11 al 12 de diciembre de 2008 y el Consejo Especial para Oceanía lo ha hecho el 9 de diciembre de 2011.

Actualización del Vademecum
El Ordo Synodi Episcoporum, aprobado por el Santo Padre Papa Benedicto XVI el 29 de septiembre de 2006, centró su atención en las prácticas que se han desarrollado en las últimas asambleas sinodales y que han favorecido un desarrollo más colegial de los trabajos sinodales. Me permito señalar algunas indicaciones prácticas, útiles para la actual Asamblea Sinodal.
Como ha sucedido en las recientes asambleas sinodales, cada Padre Sinodal tendrá a su disposición 5 minutos para hacer su intervención. Un texto más largo puede ser preparado y presentado a la Secretaría General. Es oportuno tener presente que un breve resumen de su exposición, preparado por cada Padre Sinodal según las indicaciones contenidas en el Vademecum, será publicado.
Para cada uno de los Delegados fraternos, así como para los Oyentes, hombres y mujeres, están contempladas exposiciones de 4 minutos. Dado el gran número de Oyentes, se ha establecido que cada uno de ellos puede presentar su contribución por escrito a la Secretaría del Sínodo de los Obispos, de manera que todas ellas se puedan tener en cuenta durante la reflexión general sobre el tema sinodal. De todos modos, se hará lo posible para que los Oyentes puedan tomar la palabra durante las Congregaciones Generales, tanto de manera individual como, eventualmente, una por grupo.

Hoy, durante la Congregación de la tarde, después de la intervención del Relator General, hablarán los representantes del episcopado de los 5 continentes, que tratarán de proporcionar una visión general del tema de la nueva evangelización y de la transmisión de la fe cristiana en sus respectivos continentes. Cada uno de ellos contará con 10 minutos de tiempo para su intervención.

Al final de la Congregación General de la tarde se ha programado un debate libre desde las 18 a las 19 horas. Cada Padre Sinodal podrá tomar la palabra durante 3 minutos solamente, y podrá replicar una sola vez. Lo mismo se aplica a los otros momentos de debate en el aula, que están programados y serán empleados para lograr una participación cada vez mayor en las reflexiones sinodales. Se han programado algunas reflexiones temáticas. La primera, el 8 de octubre, se referirá a la presentación del Relator General, Su Eminencia el Cardenal Donald William Wuerl, Arzobispo de Washington. La segunda, programada para el 9 de octubre, se centrará en la acogida que ha tenido la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Verbum Domini, después de una exposición de aproximadamente 30 minutos sobre el tema a cargo de Su Eminencia el Cardenal Marc Ouellet, P.S.S., Prefecto de la Congregación para los Obispos. Similares tiempos de debate seguirán a la intervención de Su Gracia Dr. Rowan Douglas Williams, Arzobispo de Canterbury y Primado de toda Inglaterra y de la Comunión Anglicana, que dirigirá la palabra a la Asamblea el miércoles 10 de octubre, refiriéndose desde el punto de vista anglicano al desafío de la nueva evangelización y de la transmisión de la fe cristiana. El 12 de octubre de 2012 el Sr. Werner Arber, Profesor de Microbiología del Biozentrum de la Universidad de Basilea (Suiza) y Presidente de la Academia Pontificia de las Ciencias presentará algunas reflexiones sobre la relación entre ciencia y fe, y responderá a las preguntas de los Padres Sinodales.

La primera parte de la Asamblea Sinodal estará caracterizada por los discursos de los Padres Sinodales. Para favorecer un cierto orden temático en los discursos, se solicita a cada Padre Sinodal que desee hablar en el Aula que se inscriba con anticipación en la Secretaría General, indicando el tema sobre el cual quiere intervenir. Se recomienda indicar el número o números del Instrumentum Laboris al que desea referirse. Se dará prioridad a aquellos que deseen hablar de la primera parte del Instrumentum Laboris, del n.1 al n. 40: se trata de la Introducción y del tema de Jesucristo, Evangelio de Dios para el hombre. A continuación se profundizará la segunda parte que incluye del n.41 al n. 89, Tiempo de nueva evangelización. Seguirá la tercera parte del n. 90 al n. 128, Transmitir la fe. La cuarta parte, del n. 129 al n. 169, incluye el cuarto capítulo Reavivar la acción pastoral, y la Conclusión. Se desea, de tal manera, favorecer una reflexión más ordenada, por temas, con el fin de facilitar la profundización de los mismos.

También durante el desarrollo de la presente Asamblea Sinodal se utilizarán aparatos de votación electrónica. Además de ahorrar tiempo, los mismos permiten conocer los resultados prácticamente en tiempo real. Sin embargo, teniendo en cuenta la importancia de la votación de las Propositiones y la práctica habitual, la votación mencionada se realizará tanto por escrito como electrónicamente. Como es sabido, las Proposiciones pueden además ser votadas por escrito por los Padres Sinodales que no pueden participar en la Congregación General en la cual se lleva a cabo la votación electrónica. Por lo tanto, los resultados oficiales serán calculados por la Comisión de Escrutinio, que será formada en su momento y que se ocupará del escrutinio de los votos escritos.
Durante la Asamblea Sinodal tendremos la alegría de recibir a tres Invitados especiales: el hermano Alois, Prior de Taizé (Francia); el Reverendo Lamar Vest, Presidente de la American Bible Society (EE.UU.) y el Señor Werner Arber, antes mencionado, Profesor de Microbiología del Biozentrum de la Universidad de Basilea (Suiza) y Presidente de la Academia Pontificia de las Ciencias, Premio Nobel 1978 de Fisiología.

En la solemne Celebración Eucarística del 11 de octubre, presidida por el Santo Padre Benedicto XVI, está prevista la participación del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.
Como ya hemos mencionado, el 10 de octubre intervendrá en el Aula Sinodal Su Gracia Dr. Rowan Douglas Williams, Arzobispo de Canterbury y Primado de toda Inglaterra y de la Comunión Anglicana.

En el Calendario de las actividades de la XIII Asamblea General Ordinaria se han programado diversas iniciativas para las cuales se solicita la participación de todos los Padres Sinodales. Al respecto, se proporcionará información oportunamente. De todos modos, todas las iniciativas están dirigidas a aumentar el afecto colegial: tanto entre los Obispos mismos, como entre ellos y el Obispo de Roma, Cabeza del Colegio Episcopal, como también para fortalecer aún más la comunión del Pueblo de Dios, cuyos representantes se encuentran reunidos en la Asamblea Sinodal. Se realizarán otras iniciativas, al margen de la Asamblea Sinodal, a las cuales los Padres Sinodales podrán optar libremente.

Publicaciones
La actividad de la Secretaría General se ha enriquecido con las siguientes publicaciones. En el año 2011 se ha publicado el volumen La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia por la Editorial de la Universidad Lateranense, y editado por el Excelentísimo Secretario del Sínodo de los Obispos. En él se recoge la rica documentación de la preparación y celebración de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, por lo que en dicho volumen están incluidos los resúmenes de las ponencias de cada Padre Sinodal y la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Verbum Domini como conclusión de las reflexiones del Sínodo. El índice de los nombres de las personas permite consultarlo de manera rápida y productiva.
Con la ayuda de sus colaboradores, el Excelentísimo Secretario General se ha ocupado de la edición de la obra El Obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo, de la misma editorial, resultado de los trabajos de la X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, realizada del 30 de septiembre al 27 de octubre de 2001. Con dicha publicación la Secretaría General del Sínodo de los Obispos ha completado la colección de las Asambleas Generales Ordinarias y Extraordinarias, facilitando la abundante documentación sinodal, no sólo a los Pastores y estudiosos, sino también a todas las personas interesadas.

Gracias al apoyo de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, la Secretaría General ha promovido además la publicación del volumen La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz, por la Editorial de la Universidad Urbaniana, Ciudad del Vaticano 2012, en el cual se recogen los resultados de la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, celebrada en Roma del 4 al 25 de octubre de 2009.

IV) Conclusión
Jesucristo, Primer y Gran Evangelizador

La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, tema de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, nos guía hacia Jesucristo, fuente inagotable de toda evangelización. En la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi el Siervo de Dios, Papa Pablo VI, quiso recapitular los trabajos de la III Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (27 de septiembre - 26 de octubre de 1974) sobre el tema La evangelización en el mundo moderno y escribió: “Durante el Sínodo, los obispos han recordado con frecuencia esta verdad: Jesús mismo, Evangelio de Dios, ha sido el primero y el más grande evangelizador. Lo ha sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el sacrificio de su existencia terrena” (EN 7). También nosotros, reunidos en la XIII Asamblea General Ordinaria, en continuidad con nuestros predecesores, deseamos partir nuevamente desde Jesucristo, “el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin” (Ap 22, 13), en la reflexión sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana .
Al respecto, en las catacumbas de Priscila hay una pintura sumamente rica de contenido teológico que representa a Jesucristo como el Buen Pastor. El Señor lleva sobre sus hombros a una oveja descarriada y que él, dejando a las otras noventa y nueve, había ido a buscar hasta encontrarla. La imagen es una representación artística de la parábola de la oveja descarriada (cfr. Lc 15, 1-7; Mt 18, 12-14). Jesucristo, el Buen Pastor, cumple lo que Dios había ya prometido en el Antiguo Testamento: “Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma; pero a la que esté gorda y robusta la exterminaré; las pastorearé con justicia” (Ez 34, 16). En la pintura se percibe de modo particular la alegría del Pastor que vuelve a llevar a la oveja a su redil. Se reconocen las palabras del evangelista Mateo: “Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas” (Mt 18, 13).
En torno al Buen Pastor pacen tranquilamente dos ovejas. Son ovejas fieles, que siempre han estado con el Señor. Ellas conocen a su Pastor (cfr. Jn 10, 14), que las llama a cada una por su nombre (cfr. Jn 10, 3). A los lados se encuentran dos árboles verdes, sobre cuyas ramas se han posado dos palomas que llevan en su pico dos ramos de olivo. La imagen, por lo tanto, recuerda otros pasajes de la Biblia que se refieren al crecimiento del Reino de los cielos que “es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su huerto; creció, hasta hacerse árbol y las aves del cielo anidaron en sus ramas” (Lc 13, 19; cfr. Mc 4, 31; Mt 13, 31). Además, los ramos de olivo se refieren a la experiencia de Noé, que supo que las aguas habían terminado de bajar cuando una paloma regresó al arca trayendo en su pico “una rama verde de olivo” (Gn 8, 11). Con su llegada, Jesús, el Buen Pastor, inaugura la salvación del mundo, trayendo, por medio del sacrificio en la cruz, la armonía y la paz: Él es “nuestra paz” (Ef 2, 14).
La imagen de Jesús, el Buen Pastor, incluyendo la de las catacumbas de Priscila, es un ejemplo acabado de inculturación del mensaje cristiano en la cultura greco-romana. A los ciudadanos del imperio romano la pintura les recuerda la representación de Hermes, el así llamado Hermes Crióforo, que lleva en sus hombros un cordero y que guía el rebaño. En este símbolo se puede entrever la invitación, sumamente actual, de presentar al Evangelio de Jesucristo, siempre el mismo, a la cultura de los hombres que, a su vez, deben ser purificados y elevados a la Buena Nueva del Señor Jesús, único Salvador del mundo (cfr. Hch 4,12).
Entre las ovejas que el Buen Pastor ha llevado al redil se distinguen los santos y, en especial, a los grandes evangelizadores como Pedro y también Pablo, el cual se asocia en modo especial a los otros apóstoles. Como en el Cenáculo, un lugar especial está ocupado por la Beata Virgen María, madre de Jesús y madre de la Iglesia, Estrella de la Nueva Evangelización. El jueves 4 de octubre de 2012, en Loreto, el Santo Padre Benedicto XVI ha implorado su protección materna durante los trabajos sinodales y el Año de la Fe. Entre la gran legión de beatos y santos que han seguido su ejemplo durante la historia de la Iglesia debemos recordar especialmente al Beato Papa Juan Pablo II, quien durante su pontificado se ha dedicado a promover la nueva evangelización y que desde el cielo seguirá nuestros trabajos. Durante la presente Asamblea Sinodal aumentará el número de santos, dado que el Obispo de Roma canonizará otros siete el próximo 21 de octubre. A su intercesión, así como también a la de los santos San Juan de Ávila y Santa Hildegarda de Bingen, nuevos Doctores de la Iglesia, encomendamos los trabajos de la Asamblea Sinodal para que se pueda hacer realidad la palabra de Jesucristo, el Buen Pastor: “También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a esas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor” (Jn 10, 16).
Les agradezco su atención.

[00008-04.69] [NNNNN] [Texto original: latino]


RELACIÓN ANTERIOR A LA DISCUSIÓN DEL RELATOR GENERAL, EM. R. CARD. DONALD WILLIAM WUERL, ARZOBISPO DE WASHINGTON (EEUU)

Es para mí un gran honor hacer de Relator General en este Sínodo y doy las gracias a nuestro Santo Padre por este privilegio. Estamos a punto de empezar nuestros trabajos sobre la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana, y quiero tocar algunos puntos que espero contribuyan a focalizar nuestro debate y a proporcionar algunos temas de reflexión.
Ninguno de nosotros ha llegado a este Sínodo sin una preparación anterior, recogida en nuestro ministerio pastoral y alimentada a su vez también por el trabajo de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, que ha producido en primer lugar las Lineas de Orientación con las sugerencias y las propuestas de las Conferencias Episcopales, de los Sínodos de las Iglesias Católicas sui iuris, de los Dicasterios de la Curia Romana, de los obispos sin conferencia episcopal y de la Unión de los Superiores Generales. También han llegado las observaciones de algunos obispos, mujeres y hombres de vida consagrada y laicos, sin olvidar los movimientos y las organizaciones eclesiales. Recientemente hemos sido los beneficiarios del Documento de trabajo, que proporciona una atenta reflexión sobre la Nueva Evangelización. El Instrumentum ya ofrece un esquema de referencia para gran parte del debate del Sínodo y tengo la intención de evidenciar algunas partes que pueden ser desarrolladas más profundamente. Durante esta presentación haré referencia al Documento de trabajo.
En mis observaciones quiero incluir los siguientes puntos:
1) Qué y a Quién proclamamos - la Palabra de Dios;
2) recursos recientes para ayudarnos en nuestra tarea;
3) circunstancias especiales de nuestro tiempo que hacen necesario este Sínodo;
4) elementos de la Nueva Evangelización;
5) fundamentos teológicos para la Nueva Evangelización
6) cualidades de los nuevos evangelizadores y, por último,
7) carismas de la Iglesia de hoy que asisten en la tarea de la Nueva Evangelización.

1) Qué y a Quién proclamamos
Nuestra proclamación está centrada en Jesús, su Evangelio y su camino. La vida cristiana está definida por el encuentro con Jesús. Cuando Jesús vino entre nosotros, nos ofreció un estilo de vida completamente nuevo. El entusiasmo se extendía a medida que el Hijo de Dios, convertido en uno de nosotros, anunciaba la venida del reino. Hoy sigue ofreciendo la invitación para que seamos discípulos y un puesto en el reino, así como se lo ofrecía a quienes lo escuchaban. Y esto ha sido así durante veinte siglos. A medida que su mensaje se comprendía, resultaba cada vez más claro que Jesús nos ofrecía no sólo un nuevo de modo de vivir, sino también un nuevo modo de ser. San Pedro escribe: “Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús, nuestro Señor, por su gran misericordia. Al resucitar a Cristo Jesús de entre los muertos, nos dio una vida nueva y una esperanza viva” (1 P 1,3). Esta nueva vida de hijo de Dios por medio del bautismo nos ha sido revelada por Jesús mismo: “Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5). (Cfr. Documento de trabajo, nº 18-19; nº 31).
Nos alegramos porque nos hemos convertido en hijos adoptivos y san Juan nos asegura que esta adopción no es una ficción jurídica: “Miren qué amor tan singular nos ha tenido el Padre: que no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos” (1 Jn 3,1).
El Evangelio que Jesucristo vino a revelarnos no es una información sobre Dios, sino más bien es Dios entre nosotros. Dios se hizo visible, oíble, tangible. A cambio, pide nuestro amor. (Cfr. Documento de trabajo nº 26).
En el discurso de la montaña presente en el Evangelio de san Mateo, se habla de un nuevo estilo de vida y de cómo atañe a los misericordiosos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que lloran, los operadores de la paz, los pobres de espíritu. Aquí venimos para conocer la llamada a ser sal de la tierra y luz en el candelero. Más tarde, en el mismo Evangelio, encontramos la extraordinaria afirmación de que deberíamos encontrar la presencia de Cristo los unos en los otros. Los discípulos de Jesús están llamados a imaginar un mundo en el que no sólo los hambrientos tienen de comer, los sedientos de beber, el extranjero es acogido y el desnudo vestido, sino también, y más sorprendente todavía, en el que los pecados son perdonados y se recibe la garantía de la vida eterna (Cfr. Documento de trabajo nº 23, nºs 28-29).
Jesús nos atrae hacia sí. La alegría que experimentamos nos empuja a compartirla con los demás. No somos sólo discípulos, somos evangelizadores. Como los primeros discípulos, estamos llamados a imaginarnos a nosotros mismos caminando al lado de Jesús como el sembrador de la simiente de un nuevo estilo de vida, de las acciones de un reino que durará toda la eternidad (Cfr.. Mt 13,1.9; Mc 4,3; Lc 8,5). (Cfr.. Documento de trabajo nº 25 y nº 34)
Hoy debemos mantener viva esa misma visión cuando invitamos a los demás a abrir las páginas del Evangelio y leer la invitación a ser sarmientos unidos a la vid del Señor, a comer el pan de la vida eterna y a escuchar las palabras de verdad, palabras para la eternidad.
Debemos estar dispuestos a renovar nuestro anuncio, con viva fe, firme convicción y gozoso testimonio, sabiendo que así como Dios nos habló en el pasado, seguirá hablando con nosotros en el presente. Como indica con claridad nuestro Santo Padre en la exhortación Apostólica post-sinodal Verbum Domini, “La relación entre Cristo, Palabra del Padre, y la Iglesia no puede ser comprendida como si fuera solamente un acontecimiento pasado, sino que es una relación vital, en la cual cada fiel está llamado a entrar personalmente. En efecto, hablamos de la presencia de la Palabra de Dios entre nosotros hoy: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20)” (51).
Lo que hoy distingue nuestra fe católica es precisamente la comprensión de que la Iglesia es la presencia permanente de Cristo, la mediadora de la acción salvífica de Dios en nuestro mundo y el sacramento de los actos salvíficos de Dios. El Concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática de la Iglesia Lumen Gentium, empieza recordándonos que “la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano...” (1) (Cfr. Documento de trabajo nº 27).
La separación intelectual e ideológica entre Cristo y su Iglesia es una de las primeras realidades que debemos afrontar al proponer una Nueva Evangelización de la cultura y de la sociedad moderna. Ya en su encíclica Dios es amor (Deus caritas est), nuestro Santo Padre nos recuerda que “la Iglesia es la familia de Dios en el mundo” y que “La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios, celebración de los Sacramentos y servicio de la caridad”. Además, subraya que “son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra” (25).
Todo lo que es la Iglesia, lo ha recibido de Cristo. El primero y más valioso de sus dones es la gracia concedida mediante el Misterio Pascual: su pasión, muerte y gloriosa Resurrección. Jesús nos ha liberado del poder del pecado y nos ha salvado de la muerte. La Iglesia recibe de su Señor no sólo la extraordinaria gracia que Él ha conseguido para nosotros, sino también el compromiso para compartir y dar a conocer su victoria. Estamos llamados a transmitir fielmente al mundo el Evangelio de Jesucristo. La misión principal de la Iglesia es la evangelización. (Cfr. Documento de trabajo nºs 23-26).
Uno de los retos que hoy hace que sea urgente la Nueva Evangelización, al mismo tiempo que le pone barreras, es el individualismo. Nuestra cultura y el énfasis de gran parte de la sociedad moderna exaltan al individuo y minimizan las relaciones necesarias de cada uno con los demás. En nuestra sociedad, que exalta la libertad individual y la autonomía, la realización y la supremacía de la persona, es fácil perder de vista nuestra dependencia de los demás, junto a las responsabilidades que tenemos hacia ellos. Nuestro Santo Padre, durante su visita a Washington en 2008, en su discurso a los obispos de Estados Unidos nos ha enseñado que el énfasis en nuestra relación personal con Dios en perjuicio de la llamada a ser un miembro de una comunidad redimida “sería sencillamente una nueva prueba de la urgente necesidad de una renovada evangelización de la cultura” (Cfr. Documento de trabajo nº 7, nº 35, nºs 43-44, nº 48).
La Iglesia no se cansa nunca de anunciar el don que ha recibido del Señor. El Concilio Vaticano II nos ha recordado que la evangelización está justo en el corazón de la Iglesia. En la Lumen Gentium, texto y núcleo fundamental del mensaje del Concilio sobre la vida de la Iglesia, los Padres del Concilio han subrayado que “la Iglesia recibió de los Apóstoles la solemne orden de Cristo de anunciar la verdad salvífica y debe proseguir su cumplimiento hasta los últimos confines de la tierra”. El Concilio ha hablado con elocuencia de la verdad de que la misión divina, que Jesús ha encomendado a la Iglesia, continúe por medio de los Apóstoles y sus sucesores hasta el fin del mundo. (Cfr. Documento de trabajo nº 27 & nº 92).

2) Recursos recientes
Nosotros no afrontamos la tarea de la Nueva Evangelización desde la nada. Durante décadas el Magisterio de los Papas ha guiado a la Iglesia con una profunda conciencia tanto del problema como del modo de afrontarlo. El Papa Pablo VI puso en marcha el enfoque, el Beato Juan Pablo II estimuló una conciencia más profunda de su necesidad y nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, ha hecho de esta tarea de la Iglesia un tema constante de sus enseñanzas y su predicación.
En su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, el Papa Pablo VI retoma las enseñanzas del Concilio cuando afirma que la Iglesia es “una comunidad que es a la vez evangelizadora. La orden dada a los Doce: "Id y proclamad la Buena Nueva", vale también, aunque de manera diversa, para todos los cristianos ... la Buena Nueva del reino que llega y que ya ha comenzado, es para todos los hombres de todos los tiempos. Aquellos que ya la han recibido y que están reunidos en la comunidad de salvación, pueden y deben comunicarla y difundirla”. En este histórico documento, aparecido exactamente diez años después de la clausura del Concilio Vaticano II, el Papa intuyó la necesidad de “un nuevo periodo de evangelización.” (Cfr. Documento de trabajo nº 3 & nº 27).El pontificado del Beato Juan Pablo II nos ha proporcionado continuas referencias a los elementos de la Nueva Evangelización con la enseñanza alentadora de la exhortación Apostólica post-sinodal Catechesi Tradendae, de la exhortación Christifideles Laici después del Sínodo sobre los Laicos, junto a la encíclica Redemptoris Missio. El Beato Juan Pablo II nos ha recordado que la evangelización es “el primer servicio que la Iglesia puede ofrecer a cada hombre y a toda la humanidad”, y se dedicó a una evangelización “nueva en el ardor, en los métodos y en su expresión.” (Cfr. Documento de trabajo nº3 & nº 45).
El Papa Benedicto XVI ha afirmado que el discernimiento de las “nuevas exigencias de evangelización” es una “tarea profética del Sumo Pontífice”. Ha subrayado que “toda la actividad de la iglesia es una expresión de amor” que quiere evangelizar el mundo. Con el anuncio de la formación de una nueva oficina en el Vaticano para la Nueva Evangelización, hecho durante su homilía por la festividad de los apóstoles Pedro y Pablo en la Basílica de San Pablo Extramuros, nuestro Santo Padre le ha dado una estructura formal a este esfuerzo y ha evidenciado la urgencia y el compromiso en todos los campos de esta misión de la Iglesia. (Cfr. Documento de trabajo nº 130, nº 149).
Otro de los recursos disponibles de la Iglesia universal en este esfuerzo por proponer nuevamente el Evangelio es el Catecismo de la Iglesia Católica. Este compendio de la fe en sus múltiples manifestaciones y aplicaciones proporciona un faro de luz en lo que, por desgracia, se ha convertido demasiadas veces en la oscuridad de la ignorancia religiosa. (Cfr. Documento de trabajo nºs 100-101)

3) Circunstancias de nuestro tiempo
El contexto del Sínodo es este: una sociedad que está cambiando de modo dramático y que es el trasfondo de la acogida de la fe, al hacerla propia y transformarla en vida. La llamada a volver a proponer la fe Católica, a volver a proponer el mensaje Evangélico, a volver a proponer la enseñanza de Cristo, es necesaria precisamente porque nos encontramos con tantas personas que inicialmente han escuchado este anuncio salvífico, pero después este mensaje ha perdido toda la frescura. La visión se ha desvanecido. Las promesas se han vuelto vacías o sin relación alguna con la vida real (Cfr. Documento de trabajo nºs 41-44).
En la Iglesia nos encontramos, en muchos casos y de manera especial en la mayor parte de aquellos países que son llamados del primer mundo, con una drástica reducción de la práctica de la fe entre los que han sido bautizados. Nuestro Santo Padre ha precisado además que la obra de la Nueva Evangelización es la de volver a proponer a Jesucristo y su Evangelio “a los países en los cuales el primer anuncio de la fe ha sido ya hecho y donde existen iglesias de antigua fundación pero que están viviendo la progresiva secularización de la sociedad y una suerte de ‘eclipse del sentido de Dios’”(28 de junio de 2010) (Cfr. Documento de trabajo nº 12, nºs 52-53, nº 94).
Las respuestas recibidas por parte de los obispos de los países del tercer mundo -sociedades evangelizadas más recientemente- presentan pues la misma experiencia en sus iglesias locales. (Cfr. Documento de trabajo nros. 87-89).
La situación actual hunde sus raíces precisamente en los desórdenes de los años 70-80, decenios en los que existía una catequesis verdaderamente escasa o incompleta en tantos niveles de instrucción. Hemos afrontado la hermenéutica de la discontinuidad que ha permeado gran parte de los ambientes de los centros de instrucción superior y que ha tenido también reflejos en algunas aberraciones en la práctica de la liturgia. Enteras generaciones se han disociado de los sistemas de apoyo que facilitaban la transmisión de la fe. Fue como si un tsunami de influencia secular hubiera destruido todo el paisaje cultural, arrastrando consigo algunos indicadores sociales como el matrimonio, la familia, el concepto de bien común y la distinción entre bien y mal. Luego, de manera trágica, los pecados de unos pocos han alentado la desconfianza en algunas de las estructuras ínsitas a la Iglesia misma. (Cfr. Documento de trabajo nº 69, nº 95, nº 104)
La secularización ha modelado dos generaciones de católicos que no conocen las oraciones fundamentales de la Iglesia. Muchos no perciben el valor de la participación en la Misa, no reciben el sacramento de la penitencia y, con frecuencia, han perdido el sentido del misterio o de lo trascendente como algo con un significado real y verificable.
Todo lo que hemos señalado ha hecho que gran parte de los fieles no estuviese preparada para afrontar una cultura que, como nuestro Santo Padre ha subrayado en sus visitas por todo el mundo, se caracteriza por el secularismo, el materialismo y el individualismo.
Pero no todas las circunstancias de nuestro tiempo son negativas. Así como es posible reconocer las causas o, por lo menos, las ocasiones para la situación negativa actual, también es posible identificar una respuesta que vemos cada vez más positiva. Muchas personas, sobre todo los jóvenes, que se han alejado de la Iglesia, están descubriendo que el mundo laico no les ofrece respuestas adecuadas a las perennes y profundas necesidades del corazón humano. (Cfr. Documento de trabajo nºs 63-64, nºs 70-71).
Muchos pastores han notado que la Nueva Evangelización se está llevando a cabo contemporáneamente en dos niveles, la introducción a la fe de los niños y la instrucción de sus padres. Para muchos docentes y para quien ya está catequizado, éste es un momento especial, porque esta vez los jóvenes adultos se acercan a la fe con una apertura mayor dada por su profunda necesidad de mayor conocimiento.
Hoy mucho jóvenes encuentran puntos de contacto en los programas de pastoral universitaria en las universidades laicas e institutos, en los programas parroquiales o diocesanos, donde se afrontan cuestiones de interés actual y, para quien tiene niños, también en actos organizados para las familias, donde encuentran apoyo espiritual y social.
Hoy se debe hacer especial mención a la familia como Modelo-Lugar de la Nueva Evangelización y de las cuestiones relativas a la vida. Aunque la sociedad contemporánea quiera subestimar y, a veces, ridiculizar la vida de la familia tradicional, ésta sigue siendo, sin embargo, una realidad natural y el primer elemento constituyente de la comunidad. La familia representa el contexto natural y normal para la trasmisión tanto de la fe como de los valores, y es a esa realidad a la cual, con frecuencia, se regresa para buscar apoyo durante toda la vida (Cfr. Documento de trabajo 110-113).
Una cualidad de la Nueva Evangelización cada vez más evidente es que nuestros esfuerzos por difundir el Evangelio ya no nos conducen necesariamente a tierras extranjeras y hacia pueblos lejanos. Aquellos que tienen necesidad de oír hablar de Cristo, una vez más, están cerca de nosotros, de nuestros barrios y de nuestras parroquias, aunque sus corazones y sus mentes estén lejos de nosotros. La inmigración y la difusa emigración han creado un nuevo ambiente para la evangelización que muchas veces es un verdadero ejercicio en la Nueva Evangelización.
Los misioneros de la primera evangelización han cubierto inmensas distancias geográficas para llevar la Buena Nueva. Nosotros, misioneros de la Nueva Evangelización, debemos superar unas distancias ideológicas igualmente inmensas, muchas veces aún antes de salir de nuestro barrio y de nuestra familia.

4) Elementos de la Nueva EvangelizaciónLa Nueva Evangelización no es un programa. Se trata de un modo de pensar, de ver, de actuar. Es como una lente a través de la cual vemos las oportunidades de proclamar de nuevo el Evangelio. Y es también un signo de que el Espíritu Santo sigue trabajando activamente en la Iglesia.
En el centro de la Nueva Evangelización está la renovada propuesta del encuentro con el Señor Resucitado, su Evangelio y su Iglesia a quienes ya no encuentran atractivo el mensaje de la Iglesia. Creo que hay tres fases distintas aunque conectadas entre sí:
a) la renovación y profundización de nuestra fe tanto a nivel intelectual como afectivo; (Documento de trabajo 24, 37-40,. 118-119,. 147-158)
b) una nueva confianza en la verdad de nuestra fe (Cfr. Documento de trabajo 31, 41, 46, 49, 120); y
c) la voluntad de compartirla con los demás (Cfr. Documento de trabajo. 33-34, 81).
La Nueva Evangelización comienza con cada uno de nosotros en el compromiso de renovar una vez más nuestra comprensión de la fe haciendo que sea, cada vez más, parte de nosotros, abrazando con energía y con alegría el mensaje evangélico y poniéndolo en práctica en la vida cotidiana.
Después del compromiso para renovar nuestro reconocimiento de la fe, nace una nueva confianza en la verdad de nuestro mensaje. Durante mucho tiempo, sin embargo, hemos visto esta confianza erosionada y reemplazada por un sistema de valores laicos que, en las últimas décadas, se ha impuesto como estilo de vida superior y mejor con respecto al que fue propuesto por Jesús, su Evangelio y su Iglesia. En la cultura educativa y teológica que refleja la hermenéutica de la discontinuidad la visión del Evangelio ha sido oscurecida muchas veces, y una voz segura y confiada ha encontrado excusas para todo aquello en lo que creemos.

En el Evangelio leemos que Jesús enseñaba con autoridad (Mc 1,21.22). Ha enseñado desde lo profundo de su identidad. Jesús tiene autoridad por ser quien es.”Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, ha proclamado (Jn 14,6). Esta pedagogía divina sigue siendo hoy el modelo para nosotros. La verdad -la revelación misma de quién es Jesús- Él la comparte con nosotros a través de la Iglesia. Jesús no nos deja huérfanos. Antes de volver al Padre, llamó a aquellos que había elegido y ungido en el Espíritu Santo para continuar y enseñar todo lo que les había dado a conocer y para anunciarlo hasta los últimos confines de la tierra.
Muchos de los que hoy buscan alguna garantía sobre el valor y el sentido de la vida quedan convencidos por el mensaje claro, inequívoco y lleno de confianza de Cristo presente en su Iglesia. Para hacer bien esto necesitamos superar el síndrome de desconcierto que algunos han identificado en la falta de confianza en la verdad de la fe y en la sabiduría del Magisterio que caracteriza nuestra época.
El tercer elemento de la Nueva Evangelización debe ser la voluntad y el deseo de compartir la fe. Hay muchas personas, en particular en el mundo occidental, que ya han oído hablar de Jesús. Nuestro reto es el de remover y volver a encender, en su vida cotidiana y en las situaciones concretas, una nueva conciencia y familiaridad con Jesús. Estamos llamados no sólo a anunciar, sino también a mejorar nuestro método de manera que podamos atraer y pedir a una generación entera que reencuentre el tesoro sencillo, genuino y tangible de la amistad con Jesús.
El primer momento de cada evangelización no nace de un programa sino en el encuentro con una Persona, Jesucristo, el Hijo de Dios. La Iglesia sostiene que “es el mismo Señor Jesucristo que, presente en su Iglesia, precede la obra de los evangelizadores, la acompaña y sigue, haciendo fructificar el trabajo: lo que acaeció al principio continúa durante todo el curso de la historia” (CDF, Algunos aspectos de la Evangelización, 1).
Nos encomendamos a Jesús desde el comienzo hasta el final. Él es la única piedra angular. El criterio, al acercarnos a los que se han vuelto fríos y distantes con su fe, es la sencillez de la instrucción que llega hasta lo profundo de la persona humana. Nos dirigimos a nuestros hermanos y hermanas que han recibido el bautismo pero que ya no participan en la vida de la Iglesia. A ellos les ofrecemos nuestra experiencia del amor de Jesús y no una tesis filosófica sobre el comportamiento.
El modo de comunicar debe encontrar acceso en los corazones de manera que el Espíritu Santo pueda traer de nuevo a nuestras hermanas y hermanos a la amistad con Jesús, que es “la clave, el centro y el fin de toda la historia humana” (Gaudium et Spes, 10).
El testimonio personal del discípulo de Jesús es por sí mismo una proclamación de la Palabra. Nuestro mensaje hoy debe, por tanto, estar arraigado en el testimonio de la vida. Éstos son momentos de acoger y no de alejar.
Debemos comunicar a todos nuestra alegría de ser plena e inmensamente amados y, por tanto, capaces de amar. Nuestra comunicación debe expresarse con palabras y con la vida, en oraciones y en hechos, en acción y en capacidad de sufrir.

5) Fundamentos teológicos para la Nueva Evangelización
Evangelización y Nueva Evangelización, además de ser iniciativas personales, son conceptos teológicos.
El documento Dominus Jesus, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presenta nueve carencias teológicas/filosóficas predominantes hoy en nuestro pensamiento conceptual que debilitan nuestros esfuerzos de evangelización. Diez años atrás, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos de América había hecho un sondeo de textos catequísticos y había encontrado diez carencias doctrinales que requerían una corrección.
Como la teología usa conceptos para transmitir nuestra fe que están radicados en el Evangelio, los principios mismos de nuestra fe se ven amenazados si las personas tienen dificultad con su estructura conceptual. El laicismo y el racionalismo han creado una ideología que subyuga la fe a la razón. La religión se vuelve así un asunto personal. La doctrina en materia de fe se ve reducida a posiciones idiosincrásicas sin ninguna posibilidad de reivindicar la verdad universal.
Conceptos como la encarnación, la resurrección, la redención, el sacramento y la gracia -temas centrales de la teología usados para explicar nuestra fe en Jesucristo - tienen poco significado para el católico y para quien se ha alejado del Catolisismo en una cultura en la que prevalece el racionalismo (Cfr. Documento de trabajo 20).
La tentación
para el evangelizador, y tal vez también para los pastores, es la de no confrontarse con estos obstáculos conceptuales y poner su atención y sus energías en unas prioridades más sociológicas, o en iniciativas pastorales e, incluso, desarrollando un vocabulario distinto de nuestra teología.
Si es importante que la Nueva Evangelización tenga en cuenta a los signos del tiempo y hable con una voz que alcance a la gente de hoy, debe entonces hacerlo sin desprenderse de la raíz de la vivísima tradición de fe de la Iglesia ya expresada en los conceptos teológicos.
Para iniciar nuestros trabajos y las reflexiones sobre la Nueva Evangelización, quisiera proponer un cierto número de puntos con un fundamento teológico que surgieron de los Lineamenta, del Documento de trabajo y de gran parte del material suministrado por las Conferencias Episcopales de todo el mundo. Quisiera detenerme sobre cuatro de ellos.

a) Fundamento Antropológico de la Evangelización
Si la secularización con sus tendencias ateas elimina a Dios, entonces la comprensión de lo que significa ser humano resulta alterada. Por eso, la Nueva Evangelización debe indicar el origen de nuestra dignidad humana, el conocimiento y la realización de sí mismo. El hecho de que cada persona es creada a imagen y semejanza de Dios constituye la base para la declaración, por ejemplo, de la universalidad de los derechos humanos. Aquí, una vez más, vemos la necesidad de hablar con convicción a una comunidad llena de dudas acerca de la verdad y la integridad de realidades como el matrimonio, la familia, el orden moral natural y la distinción entre bien y mal. (Cfr. Documento de trabajo. 63-64, 151).
La Nueva Evangelización se debe basar en la comprensión teológica de que Cristo es quien revela el hombre a sí mismo, que la verdadera identidad del hombre está en Cristo, el nuevo Adán. Este aspecto de la Nueva Evangelización tiene un significado muy práctico para el individuo. Si es Cristo el que nos revela quién es Dios, entonces Dios no está lejos o increíblemente distante. (Cfr. Documento de trabajo 19).
El fundamento presuntivo de la Nueva Evangelización debe ser el deseo natural, que todos tenemos, de comunión con lo trascendente -con Dios. En cada ser humano hay una orientación básica hacia lo trascendente y hacia el justo orden de la vida enraizado en el orden natural creado. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que el Decálogo es de por sí una expresión privilegiada de la ley natural. La Nueva Evangelización se debe basar en la comprensión de que es la fe cristiana la que nos ofrece una cierta comprensión del problema del mal, de la realidad del pecado, de la caída y de la llamada a una nueva vida. El mal y el pecado son, sin duda, obstáculos para el Evangelio, pero es precisamente el mensaje evangélico lo que da sentido a la condición humana y a la posibilidad de una vida que supere los límites intrínsecos de la fragilidad humana. En definitiva, la Nueva Evangelización debe basarse en el reconocimiento de que sólo a la luz de Jesucristo comprendemos plenamente lo que significa ser humanos.

b) Fundamento Cristológico de la Nueva Evangelización
Como ya ha sido señalado, la Nueva Evangelización es la nueva introducción y la nueva proposición de Cristo. Nuestro anuncio de Cristo, sin embargo, comienza con una clara explicación teológica acerca de quién es Cristo, su relación con el Padre, su divinidad y humanidad y la realidad de su muerte y Resurrección. Cristo está en el centro de nuestra fe cristiana. Pero el Cristo que proclamamos es el Cristo de la revelación, el Cristo considerado en su Iglesia, el Cristo de la tradición y no una creación personal, sociológica o una aberración teológica. Ninguno de nosotros, solo, podría acercarse a conocer la mente, el corazón, el amor y la identidad de Dios. Jesús ha venido a revelar la verdad, sobre Dios y sobre nosotros mismos (Cfr. Documento de trabajo 18-21).

c) Fundamento Eclesiológico de la Nueva Evangelización
La Nueva Evangelización debe dar una explicación teológica clara sobre la necesidad de la Iglesia para la salvación. Se trata de un aspecto delicado de nuestra predicación que muchas veces ha sido descuidado en la catequesis. El sentimiento de que la salvación se obtiene mediante una relación directa con Jesús, distinto de la Iglesia, está extendido en gran parte de la cultura moderna. Pero lo que se debe subrayar y demostrar es que Cristo encuentra al hombre, dondequiera que esté, dentro y mediante la presencia de la Iglesia (Cfr. Documento de trabajo. 35-36).
Las Escrituras ofrecen muchas imágenes y parábolas para describir a la Iglesia. Una imagen es la de una gran familia de personas unidas en Cristo y entre sí mediante el bautismo. San Pablo habla de la Iglesia como cuerpo de Cristo, con nuestro Señor como cabeza y nosotros como miembros. Escribiendo a los fieles de Corinto dice: “Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo” (1 Co 12, 27).
La base de nuestros esfuerzos en la Nueva Evangelización debe ser el reconocimiento de que en el bautismo, Cristo ha dado a cada uno de nosotros los dones del Espíritu Santo. Es el Espíritu el alma de la Iglesia, que nos une en una unidad que supera cualquier tipo de división (Cfr. 1 Co 12, 13) (Cfr. Documento de trabajo 119).
La Nueva Evangelización debe hablar de la voluntad salvífica universal de Dios y, al mismo tiempo, reconocer que Jesús ha ofrecido un camino claro y único para la redención y la salvación. La Iglesia no es una entre las muchas maneras de alcanzar a Dios, consideradas todas ellas igualmente válidas. Dios quiere que todos sean salvados, y es precisamente por su voluntad salvífica universal por lo que Dios ha mandado a Cristo para hacernos hijos adoptivos y llevarnos a la eventual gloria eterna.

d) Fundamentos Soteriológicos de la Nueva Evangelización
La conciencia de lo que entendemos por su reino es intrínseca a la comprensión de la presencia de Dios con nosotros. En el Nuevo Testamento se habla del reino. Parece una preocupación de Jesús. Desde el momento en que “comenzó a predicar”, su anuncio era que “el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 4, 17). Jesús habló de los elementos del reino, de su poder, de sus confines, de su duración (Cfr. Documento de trabajo nº 24).
El corazón del Evangelio es el reino. Si deseamos vivir una vida cristiana -si deseamos reivindicar el hecho de ser discípulos de Jesús - es esencial que tengamos presente este reino que Él ha proclamado.
En la tierra el reino está misteriosamente oculto y se puede encontrar en cualquier parte, pero sólo de modo espiritual. El reino de Dios “existe ya y será consumado al fin de los tiempos. El Reino de Dios ha venido en la persona de Cristo y crece misteriosamente en el corazón de los que le son incorporados” (CIC 865).
De este modo sabemos que Cristo ha establecido su reino en la tierra aunque no en la plenitud de su gloria. Está aquí, pero todavía en proceso de crecimiento. “Al fin de los tiempos, el Reino de Dios llegará a su plenitud.” (CIC 1060). Mientras tanto, “Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia” (CIC 680).
Estos cuatro fundamentos teológicos de la Nueva Evangelización nos dejan en claro que todo lo que esperamos realizar en este Sínodo, y cualesquiera que sean los objetivos pastorales que decidamos fijar para volver a proponer a Cristo hoy, debemos hacerlo estando fuertemente enraizados en la visión bíblica del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios y como parte de una creación que refleja la sabiduría de Dios y presenta un natural orden moral para las actividades del hombre. El pecado es lo que arruina la belleza creada y el egoísmo que ha marcado cada generación. Dios, sin embargo, envió a su Hijo a este mundo para ofrecernos una nueva vida. Ha fundado la Iglesia para continuar su presencia viva y salvífica. Nuestra salvación está íntimamente ligada a nuestra participación en el gran sacramento que es la Iglesia, mediante el cual esperamos manifestar el reino que se actualiza y hacer realidad nuestra participación en la gloria.

6) Las cualidades de los Nuevos EvangelizadoresEntre las muchas cualidades identificadas y requeridas a los evangelizadores de hoy, cuatro sobresalen: la audacia o el valor, el vínculo con la Iglesia, el sentido de urgencia y la alegría (Cfr. Documento de trabajo 46, 49,. 168-169).
En los Hechos de los Apóstoles la palabra que describe a los Apóstoles después de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés es el “valor”. Pedro está representado valientemente de pie predicando la Buena Nueva de la Resurrección, más tarde Pablo retoma el tema y, en una carrera desenfrenada por el mundo entonces conocido, anuncia valientemente la palabra (Cfr. Documento de trabajo nº 41).
Hoy la Nueva Evangelización debe mostrar un valor nacido de la confianza en Cristo. Tenemos muchos ejemplos de valor pacífico: San Maximiliano Kolbe, la Beata Teresa de Calcuta y, antes que ellos, el Beato Miguel Pro y los mártires recientes de Lituania, España, México y el testimonio más lejano de los santos de Corea, Nigeria y Japón (Cfr. Documento de trabajo 128 y 158)
Cuando se habla de valor, tenemos que reconocer la necesidad del nuevo testimonio institucional en esas iglesias particulares que gozan de la presencia de expresiones institucionales de la Iglesia, escuelas, universidades, hospitales, servicios de asistencia sanitaria, servicios sociales y otros tipos de ayuda para los pobres; se debe reconocer el hecho de que también estas formas institucionales de la vida de la Iglesia deberían dar testimonio de la Palabra de Dios.
Los evangelizadores de la Nueva Evangelización necesitan estar unidos a la Iglesia, a su Evangelio y sus pastores. La autentificación de lo que proclamamos y la verificación de la verdad de nuestro mensaje, que son palabras de vida eterna, dependen de nuestra comunión con la Iglesia y de nuestra solidaridad con sus pastores (Cfr. Documento de trabajo
77-78).
Otra cualidad de la Nueva Evangelización y, por lo tanto, de aquellos que a ella están dedicados, es el sentido de urgencia. Tal vez necesitamos volver al relato de Lucas de la Visitación de María a Isabel, modelo para nuestro sentido de urgencia. El Evangelio cuenta que María salió deprisa para un largo y difícil viaje desde Nazaret a un pueblecito en las colinas de Judea. No había tiempo que perder, porque su misión era demasiado importante. (Cfr. Documento de trabajo nºs 138 y 149)
Por último, cuando nos miramos alrededor y vemos el vasto campo abierto en espera de que sembremos simientes de vida nueva, debemos hacerlo con alegría. Nuestro mensaje debe inspirar a los demás a seguirnos con alegría a lo largo del camino hacia el reino de Dios. La alegría debe caracterizar al evangelizador. El nuestro es un mensaje de gran alegría: Cristo ha resucitado, Cristo está con nosotros. Cualesquiera que sean las circunstancias, nuestro testimonio debe difundirse, junto a los frutos del Espíritu Santo, amor, paz y alegría (Gal 5,22).

7) Carismas de la Iglesia de hoy que asisten en la Nueva Evangelización
Problemas de Justicia Social
Un área que subraya una renovada apreciación y un renovado interés de nuestra fe católica es el valor que se le da a los asuntos de justicia social. Nos damos cuenta de que la doctrina social católica, articulada desde hace más de un siglo, ha modelado y sigue influenciando gran parte del desarrollo de la justicia social en vastas áreas del mundo. La justicia social católica no se ha desarrollado desde la nada. En los decenios anteriores a la encíclica Rerum Novarum, había tal situación que explotó en la lucha por la justicia social y los derechos humanos. Con la promulgación de la Rerum Novarum en 1891, la Iglesia ha querido afrontar la terrible explotación y la pobreza de los trabajadores de finales del siglo XIX. (Cfr. Documento de trabajo nº 71, nºs 123-124, nº 130)Sería inexacto decir que Jesús promovió un especial programa político, social o económico, pero en cambio sí estableció unos principios básicos que deberían caracterizar cualquier tipo de sistema justo, humano, económico o político. Sólo la fe puede proporcionar la convicción de que nuestras obras de justicia forman parte del plan de Dios para realizar el reino de Dios.
Hoy, mientras examinamos las cuestiones que ofrecen una invitación a quienes se han alejado de la Iglesia, recuperamos el valor al ver en tantos jóvenes el deseo de entrar en el servicio pastoral. Para ellos, las enseñanzas de la Iglesia sobre la justicia social son, al mismo tiempo, una revelación y una invitación a una vida más plena en la Iglesia.

Nuevas comunidades / Movimientos eclesiales
No estamos solos a la hora de afrontar la tarea de la Nueva Evangelización. Y tampoco somos los primeros en estudiar cómo llevar adelante esta operación. Una señal de la Nueva Evangelización son los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, una gran bendición para la Iglesia de hoy. Estas manifestaciones del trabajo del Espíritu Santo se añaden a la riqueza espiritual de los carismas antiguos de las órdenes religiosas y de las congregaciones que con tanta fidelidad trabajan para dar testimonio de la venida del reino con su compromiso viviendo los consejos evangélicos de perfección. La invitación de Cristo dirigida a muchos a convertirse en sus discípulos está aún viva en la Iglesia, de manera especial en la vida religiosa. (Cfr. Documento de trabajo nº 115)

No enumeraré aquí las nuevas comunidades religiosas, por miedo a dejarme demasiadas fuera que ya están dando frutos. Lo mismo vale para los nuevos movimientos eclesiales como Comunión y Liberación, el Opus Dei y el Camino Neocatecumenal, por citar sólo tres. Todos apuntan hacia la obra del Espíritu Santo, que compromete a la Iglesia de hoy a ir hacia aquellos que se han alejado.
Una de nuestras tareas en el esfuerzo por comprometer a la Iglesia en la obra de la Nueva Evangelización podría ser el de invitar a todos los nuevos movimientos y nuevas comunidades a aunar más plenamente sus energías y actividades en la vida de toda la Iglesia, especialmente a nivel local, en la Iglesia particular bajo el cuidado apostólico del obispo. (Cfr. Documento de trabajo nº 116)
En el encuentro de septiembre de 2011 promovido por el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, se ha descubierto que hay un gran grupo de jóvenes con fe vibrante que ya están comprometidos en las tareas de la Nueva Evangelización, y que ya están organizados en grupos compuestos por una vasta gama de movimientos y centros espirituales.

Conclusión
Para empezar a responder a la llamada de nuestro Santo Padre en este Sínodo al estudio de la Nueva Evangelización, me parece oportuno indicar que lo que tenemos delante es una misión cuádruple:
1) reafirmar la naturaleza existencial de la evangelización;
2) observar las bases teológicas de la Nueva Evangelización;
3) animar las muchas manifestaciones actuales de la Nueva Evangelización;
4) proponer modos concretos con los que la Nueva Evangelización pueda ser estimulada, estructurada y llevada a cabo, por ejemplo, en las parroquias, en los programas de pastoral universitaria, en las organizaciones de profesionales, en las capellanías de distintos grupos, incluidos los militares, en los servicios de asistencia sanitaria y social, coneal apoyo de jóvenes profesionales de todos los campos para que se puedan descubrir como instrumentos de actividad evangelizadora de la Iglesia. Dada la importancia de la política, reflejo de la libertad y dignidad humana y del orden moral natural, deberíamos tener muy en cuenta en nuestras observaciones prácticas a la generación de quienes en el futuro se dedicarán a la vida política.
Parece que de las deliberaciones sobre la situación actual que la Iglesia debe afrontar hoy, debería surgir la afirmación de su esencial llamada a la evangelización, el reconocimiento de muchos factores e instrumentos de renovación y la presentación de una guía práctica junto a un estímulo.
Este Sínodo tiene que ser un reclamo para que toda la Iglesia mire la vida y la realidad a través de la lente de la Nueva Evangelización de una forma que resalte que muchas iniciativas ya están en marcha y que muchos fieles ya están familiarizados con los aspectos de las mismas, aunque no siempre se definan con el nombre de Nueva Evangelización.
Ahora que comenzamos nuestro trabajo, tenemos todos los motivos para hacerlo con optimismo y entusiasmo, porque las simientes de la Nueva Evangelización sembradas durante los pontificados de Pablo VI, Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI están empezando a brotar. Nuestra labor es encontrar el modo de cultivarla, incentivarla y acelerar su crecimiento.

[00009-04.21] [NNNNN] [Texto original: latino]


EXPOSICIÓN CON OCASIÓN DE LA ASAMBLEA SINODAL

La nueva evangelización, a partir de los orígenes de la fe cristiana. Éste es el sentido de la exposición preparada en el atrio del Aula Pablo VI, organizada por los Museos Vaticanos en ocasión de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Tres son las piezas cristianas antiguas que “acompañarán” el trabajo de los Padres Sinodales y de los demás participantes en la asamblea sinodal. Las obras, de gran valor histórico y artístico, provienen de las catacumbas y representan imágenes simbólicas del cristianismo primitivo; la elección de las mismas ha corrido a cargo del Museo Pío Cristiano, donde se conservan las obras.

[00021-04.03] [NNNNN] [Texto original: italiano]

Publicamos a continuación las fichas informativas de las obras expuestas:

La estatuilla del Buen Pastor
finales del siglo III - inicios del siglo IV d.C.
mármol blanco
cm 100 x 36 x 27
del grupo de las catacumbas de San Calixto de Roma (antes de 1764)
Ciudad del Vaticano, Museo Vaticano, Museo Pío Cristiano
inv. 28590
por motivos de conservación se expone una copia en resina de mármol de la obra original.
La estatuilla del Buen Pastor es el hallazgo más célebre de la colección de hallazgos cristianos antiguos conservados en los Museos Vaticanos y sin duda, tout court, una de las imágenes simbólicas del Cristianismo primitivo. Este espléndido monumento forma parte de un grupo de obras adquiridas por la liberalidad del Papa Clemente XIII Rezzonico (1758-1769), que las destinó a la colección de antigüedades cristianas conservadas en el Museo Sacro o Cristiano de la Biblioteca Apostólica Vaticana, fundado en 1756 por la iluminada voluntad del Papa Benedicto XIV (1740-1758), predecesor de Clemente. Entre estas obras cabe recordar sobre todo una serie de sarcófagos cristianos de los primeros siglos, adornados con relieves figurativos, que entraron en el Museo Sacro de la Biblioteca mediante las adquisiciones del escultor Giuseppe Angelini (1735-1811), efectuadas en el floreciente mercado anticuario de antigüedades cristianas activo por aquel entonces en la ciudad de Roma, a raíz de los hallazgos en las catacumbas que se estaban explorando entre los siglos XVII y XVIII.
Todas las obras que llegaban al Museo fueron oportunamente restauradas e integradas: los frentes de los sarcófagos historiados se separaron con frecuencia de las cajas íntegras, que se consideraban inservibles en cuanto privadas de relieves, para permitir también su fijación en las paredes altas del Museo. En algunos casos, las “restauraciones” constituyeron auténticas reelaboraciones, hasta tal punto que ya no se podían distinguir los rasgos estilísticos originales; otras veces hasta se transformó el aspecto de la obra, alterando su destino original, como en el caso de la célebre obra que aquí presentamos.
Merece la pena, para comprender la operación de Angelini, releer sus mismas palabras, tal como aparecen en las cuentas que él mismo presentó para recibir la recompensa: “Habiéndome encontrado con un fragmento de bajorrelieve que representaba la figura del Buen Pastor, yo mismo lo restauré [...], y habiendo sido aprobados los modelos, se ejecutó el trabajo de Mármol, reduciéndolo a una buena figurita de proporción 4 ½ palmos y en total vale cien Escudos” (Archivo Secreto Vaticano, Sagrados Palacios Apostólicos, Computisteria 309, Reg. 216 (año 1764), p.2). Resulta evidente, tras una atenta lectura, que nuestro ‘Buen Pastor’ en su origen no era, en realidad, una estatua, sino un”fragmento de bajorrelieve”, cuya forma, después de la intervención “quedó reducida a una buena figurita” de bulto redondo, de alrededor de un metro de altura. Si se observa con atención la obra, se puede apreciar, eliminando idealmente los añadidos, la silueta más bien bidimensional de la figura, coherente con su realidad de "bajorrelieve" o, más propiamente, de altorrelieve. Ejemplos análogos permiten reconstruir hoy el aspecto original de la pieza como fragmento de un sarcófago monumental, probablemente estrigilado, según la reconstrucción hipotética que aquí proponemos.
Si la romántica figura de la estatuilla se ha alejado así de nuestro imaginario, no por eso hay que disminuir el extraordinario valor iconográfico de esta obra. La representación de un pastor con un cordero sobre sus hombros, como en las escenas genéricamente pastoriles, estaba bastante generalizada en el arte antiguo, referida a una pluralidad de temas positivos, entre los cuales el más significativo es el de la filantropía (en latín humanitas): el dios Mercurio, pero también el héroe Hércules, guiaban piadosamente a las almas de los difuntos al más allá, cargándoselas sobre sus hombros precisamente como un pastor lleva una oveja. Las imágenes de pastores "criòforos" (en griego, "portadores de un carnero") eran, por tanto, muy frecuentes en las expresiones artísticas de la antigüedad greco-romana, entendidas como personificaciones virtuosas de la bondad hacia el género humano. Los cristianos de los primeros siglos encontraron muy natural utilizar estas mismas imágenes artísticas para vehicular a través de ellas un contenido nuevo: la revelación, en efecto, de Jesús como Buen Pastor (y Bello), según las palabras de san Juan. La imagen evangélica del Pastor recuerda, a su vez, uno de los temas más significativos de la cultura bíblica judía. Dios mismo, en efecto, en el Antiguo Testamento se revela pastor de su pueblo (cfr. Ez 34; Sal 23) y los profetas prometen que Él hará brotar de su pueblo un pastor elegido por él, con el nombre simbólico de David, que expresa la realeza del Mesías: "Yo suscitaré para ponérselo al frente un pastor que las apacentará, mi siervo David: él las apacentará y será su pastor. Yo, el Señor, seré su Dios y mi siervo David será príncipe en medio de ellos" (Ez 34, 23-24). Cuando Jesús se define "buen pastor" reivindica, pues, su identidad mesiánica y su condición de Hijo divino y se revela guía del pueblo de la Nueva Alianza.
Los Padres de la Iglesia explican extensamente el significado profundo de este extraordinario símbolo antiguo que nosotros llamamos sencillamente el "Buen Pastor", jugando sobre todo con las expresiones lingüísticas del descenso y del ascenso, como se puede aprender de ese "casto Pastor", del que se declara discípulo Abercio, en la célebre inscripción, "que apacienta rebaños de ovejas por montes y llanuras". El descenso hacia la llanura se convierte, de hecho, en símbolo de la encarnación de Jesús: "un descenso extraordinario debido a un exceso de amor por los hombres, para reconducir, según la expresión misteriosa de la divina Escritura, ‘a las ovejas perdidas de la casa de Israel’ que descendieron de los montes" (Orígenes, Contra Celso, 4, 17). El descenso (katabasis, en griego) del pastor se convierte en imagen de su kénosis, es decir, de su "rebajamiento", "humillación": Él —sostiene san Pablo— "siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios; sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo y asumiendo semejanza humana; y apareciendo en su porte como hombre, se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz" (Flp 2, 6-8). Como Orígenes en Oriente, también Ireneo de Lyon (finales del siglo II) retoma la parábola sinóptica del "buen pastor", es decir, la de la oveja perdida (cfr. Mt 18, 12-14; Lc 15, 3-7): "el Señor ha venido a buscar a la oveja que se había perdido, y es el hombre que se había perdido" (Demostración de la predicación apostólica, 33). El "descenso" del Pastor divino en su encarnación es también su descenso a la muerte, cumplimiento extremo de su kénosis: la parábola de la oveja perdida se comprende entonces como "parábola de la Pasión" (Pseudo Cipriano, De la centésima parte, 10), indicando que Cristo, al morir, "descendió a las profundidades de la tierra para buscar a la oveja perdida" (Ireneo, Contra las herejías, 3, 19, 3). Sin embargo, será precisamente Ireneo quien, retomando una imagen de la Carta a los Hebreos (“levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas”: 13, 20), complete la rica simbología del pastor, mostrando por último su ascenso (anábasis, en griego) de entre los muertos, la Resurrección: "después de descender por nosotros a las profundidades de la tierra para buscar a la oveja perdida [ ... ], asciende de nuevo a lo alto para ofrecer y entregar de nuevo a su Padre al hombre, reencontrado" (Contra las herejías, 3, 19, 3). Y concluye Orígenes: "Por una sola ovejita que se había perdido, Él descendió a la tierra; la encontró; se la puso sobre los hombros y la llevó de nuevo al cielo" (Sobre Josué, 7, 16).
He aquí la riqueza de significados que encierra ese pastor con una oveja sobre sus hombros.
Este es el motivo por el cual el símbolo pagano de la filantropía pudo expresar bien la filantropía de Dios, revelada en Cristo: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). Poco importa establecer si las figuras de pastores "crióforos", que han llegado hasta nosotros desde ese importante momento de contactos culturales y espirituales que fue el siglo III, realmente fueron creadas siempre en ámbito cristiano: sea como sea, nosotros podemos reconocer, guiados por las escrituras bíblicas y patrísticas, sin miedo a equivocarnos, al verdadero Pastor del que esas nos hablan. En cualquier caso, la identificación parece más segura, por ejemplo, donde la figura del Pastor, ahora idealizada, asumió —como en este ejemplo, que es el más célebre de todos— el rostro de Apolo, dios falaz de la belleza y la elocuencia, el cual, sin embargo, se pliega, con esa libertad expresiva ya mencionada, a ilustrar una antigua imagen bíblica referida al Mesías: "Eres la más hermosa de las personas, la gracia se derrama en tus labios, por eso Dios te bendice para siempre" (Sal 45, 3).

Umberto Utro (Museos Vaticanos)

00018-04.007 [NNNNN] [Texto original: italiano]

Frente de sarcófago con el Buen Pastor y el colegio apostólico
hacia 375-400 d.C.
mármol blanco60 x 221 x 11 cm
del Cementerio de Santa Ciriaca (¿o San Lorenzo)?, después en la basílica de San Lorenzo Extramuros, luego en Santa María la Nueva (Santa Francesca Romana), desde 1757 en el Museo Cristiano de Benedicto XIV, desde 1854 en el Museo Pío Cristiano
Ciudad del Vaticano, Museos Vaticanos, Museo Pío Cristiano
inv. 31534 (ex 177)

El amplio frente de sarcófago, hoy separado de su caja original y sin la tapa, está enteramente decorado con relieves: en el centro se encuentra la figura de Cristo, con el rostro apolíneo nimbado, representado como el “buen pastor” que acaricia a un cordero a su derecha, a cada uno de sus lados se disponen dos filas de seis personajes viriles con túnica y palio, en varias posturas (los apóstoles, entre los que se distinguen, a la derecha y a la izquierda de Cristo, los rasgos fisionómicos de Pedro y Pablo) y, a sus pies, seis corderos, incluyendo el primero a la derecha de Cristo. En los extremos del campo iconográfico, otros dos pastores (con el rostro no caracterizado) cuidan a otros ovinos, en medio de un paisaje agreste.
El sarcófago es un estimable ejemplo del arte áulico de Roma en el período del emperador Teodosio (379-395), que produjo obras escultóricas refinadas, dirigidas cada vez más a representar en imágenes la nueva conciencia de la comunidad eclesial, la cual, desde la época de la Paz constantiniana, ya había alcanzado, al final del siglo, el papel de único referente religioso reconocido por el Estado (edicto de Tesalónica, 380). Se multiplican de este modo, en los frentes de los sarcófagos, las escenas que muestran la dignidad real de Cristo, rodeado por los apóstoles y por dignatarios. Se difunden las imágenes enfáticas de la maiestas Domini y de la traditio Legis, aumentan, en el panel decorativo, las escenas bíblicas de carácter triunfal, como la entrada en Jerusalén, la presentación a Pilatos (donde Cristo se manifiesta como verdadero rey), la curación del paralítico de Betesda (con la figura central del Cristo taumaturgo) o también el espectacular paso del Mar Rojo (con Moisés que prefigura a Cristo, guía y salvador del nuevo pueblo). Pero más allá del trasfondo social, es el pensamiento teológico de la propia comunidad -cada vez más profundo y sistemático- el que se manifiesta en las obras de arte producidas dentro de ella. Por eso, el frente del sarcófago del que aquí hablamos supone también una página admirable, escrita en imágenes, de la Cristología y de la Eclesiología del bajo siglo IV, que aquí nos gustaría bosquejar.
En primer lugar, se debe considerar la figura del Pastor. Si las escenas pastorales y la imagen entonces “pagana” del pastor crióforo (“que lleva un cordero”) habían poblado los frentes de los sarcófagos entre la mitad del siglo III y los comienzos del IV, transmitiendo en un paisaje intercultural de sorprendente naturalidad-, la figura evangélica del Buen Pastor (cfr. Jn 10,11), la libertad expresiva que siguió a la Paz de Constantino causó su progresiva desaparición, en favor de las escenas más explícitas de los milagros de Cristo, que evidenciaban mejor el poder salvífico del Salvador. Aquí, en cambio, la figura de Cristo, el Buen Pastor, vuelve al centro de la representación, su rostro humano, que se tomó prestado del falaz dios de la belleza y de la elocuencia, manifiesta su naturaleza celestial, así como el nimbo circular, extraído precisamente en esos años de la iconografía pagana. Esta figura del Pastor, sin embargo, debe entenderse en relación con el colegio apostólico que lo flanquea, en un sorprendente enfoque iconográfico. En efecto, los Doce aparecen representados canónicamente con suntuosas vestiduras, en gesto de aclamación o adlocutio o, simplemente, sosteniendo un rollo, como discípulos en diálogo con su magister. Pero he aquí la sorpresa: el Maestro que otras representaciones en los mismos sarcófagos nos acostumbraron a reconocer en una figura asimismo ricamente vestida, aquí se presenta vestido humildemente de pastor, con su túnica corta y la esclavina sobre los hombros abrochada. Es más, aparece acariciando al primero de una serie de doce corderos, los cuales, puestos a los pies de los apóstoles, no son sino la imagen subrayada de los propios apóstoles, en la que es, tal vez, la más común de las “sustituciones zoomorfas” paleocristianas que traducen en animales simbólicos a los personajes bíblicos (pensemos en el Jesús pez o, como aquí, cordero; los apóstoles corderos y, en otras partes, palomas, etc.). Normalmente las filas de corderos/apóstoles se vuelven hacia un cordero central, Cristo, que suele estar representado en la montaña del Apocalipsis, como en muchas imágenes conocidas. Así pues, en nuestro sarcófago se ha producido la fusión de dos tipologías iconográficas distintas: el colegio apostólico presidido por el Maestro “filósofo” y los corderos/apóstoles que se vuelven hacia el cordero/ Cristo. El lazo de unión conceptual de esta singular y doble composición está precisamente en su figura central: la teología juanea del Buen pastor, fundamento de mucho del pensamiento cristológico de los orígenes cristianos, se funde aquí en una consideración eclesiológica sobre el colegio apostólico y sobre el servicio pastoral en la comunidad cristiana del bajo siglo IV. Si la misión de los apóstoles es la de apacentar al rebaño a ellos confiado por el Señor (cfr. 1 P 5,2) adoctrinando a los fieles en la verdad de su Evangelio, también es verdad que este munus pastoral deriva del oficio de Jesús mismo, “el pastor supremo” (1 P 5,4), esto es, el Buen Pastor representado en el centro (es decir, a la cabeza) de este colegio. Precisamente con este sentido, en el gesto de ternura que Jesús dirige hacia el cordero a su derecha, correspondiente al apóstol Pedro, se puede oír el eco de las palabras dirigidas a este por el Resucitado: “apacienta mis corderos” (Jn 21, 15.17). Pedro, el corifeo de los apóstoles, como revela el Evangelio en varios puntos y como subraya la iconografía colocándolo el primero a la derecha del Señor, está identificado explícitamente como el cordero/pastor de los demás corderos/pastores, sus compañeros. No está fuera de lugar una referencia a la organización cada vez más definida, en estos tiempos, de la estructura jerárquica de la Iglesia y de la conciencia primacial de la “sede apostólica” de Roma, favorecida precisamente por dos papas de la segunda mitad del siglo IV, Dámaso (366-384) y Siricio (384-399). Observemos por último, a la izquierda de Cristo, la presencia de Pablo, que ya ha sustituido en la iconografía al apóstol traidor, imponiéndose en el imaginario eclesial al Matías de los Hechos (cfr. Hch 1,26) y situándose definitivamente como correspondiente simétrico de Pedro, como en las escenas de maiestas y traditio (para corroborar de esta forma los orígenes apostólicos de la Iglesia romana, lugar del martirio de los dos apóstoles, pero también la unidad de las almas occidental y oriental de la cristiandad). Los pastores que acarician a los corderos en los extremos del frente del sarcófago cierran, por último, la representación (también como pendant iconográfico del Crsito/pastor central) y proporcionan la clave interpretativa última para las dos filas de apóstoles: en efecto, ellos son “enviados” (como dice su nombre) a apacentar a su pueblo con amor, y reciben de su gran “pastor” la invitación que constituye el explicit del Evangelio de San Mateo: “Por su parte, los Once discípulos partieron para Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Cuando vieron a Jesús, se postraron ante él [...]. Jesús se acercó y les habló así: «Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia».” (Mt 28,16.20).

[00019-01.07] [NNNNN] [Texto original: italiano]

Fragmento de sarcófago con Cristo y los Evangelistas en su nave

hacia 325-350 d.C.mármol blanco
20 x 46 x 7,5 cm
origen desconocido; posteriormente utilizado en Spoleto, localidad Apostoli, como elemento mural; adquirido por G.B. de Rossi y donado luego al Museo Pio Cristiano por Natalia Ferraioli de Rossi, 1931
Ciudad del Vaticano, Museos Vaticanos, Museo Pio Cristiano
inv. 31594

Este pequeño fragmento de la tapa de un sarcófago, de comienzos del siglo IV, recuerda numerosas representaciones marinas frecuentes en el arte greco-romano antiguo, a menudo utilizadas en la decoración de los sarcófagos. Se reconoce una embarcación de proa estilizada y casco bajo, guiada por un timonel de abundante cabellera y hábito suntuoso, mientras tres remeros ataviados solo con un paño de pureza o perizoma siguen sus órdenes. La nave se mueve en un mar agitado por las olas, mientras a la derecha se adivinan restos del basamento de un faro. Las inscripciones colocadas junto a las figuras aclaran su identidad: el timonel a la derecha es Iesus, Jesús - de quien se intuye la iconografía de rostro apolíneo, a pesar de que aparece solo parcialmente definido - y los remeros son, en cambio, comenzando desde la izquierda: Marcos, Lucas, Juan, los nombres de los tres evangelistas, lo cual permite suponer, justamente en la fractura, la presencia del cuarto evangelista, Mateo.
La nave genérica que se ve en numerosos sarcófagos e inscripciones antiguas recibe, por lo tanto, en este fragmento, su identidad más verdadera: ella representa, en efecto, a la Iglesia, la cual, como la embarcación de la tormenta calmada por Jesús (cfr. Mateo 8, 23-27 y paralelos) “en el mar del mundo es agitada por las olas de las persecuciones y de las tentaciones, mientras el Señor, en su paciencia, parece dormir hasta el último momento, en el cual, despertado por la oración de los santos, él domina el mundo y devuelve la paz a los suyos” (Tertulliano, De Baptismo, 12, 8). Al comienzo de sus Homilías, en la carta dirigida a Santiago (14,1), también el autor de las Pseudo-Clementinas afirma que “el cuerpo entero de la Iglesia se asemeja a una gran embarcación que, durante una violenta tormenta transporta a los hombres que vienen de lejos”. Él precisa además que Cristo es el piloto de esta nave -como se ve precisamente en nuestro fragmento-, el obispo es el vigía, mientras los diáconos, los presbíteros y los catequistas son los remeros. También Hipólito de Roma utiliza la misma analogía (De anticristo, 59), confirmando que “el mar es el mundo; la Iglesia, como una nave, es sacudida por las olas, pero no se hunde: cuenta en realidad, con un timonel experto; Cristo”, mientras “tiene como timón a los dos Testamentos”.
Otros Padres destacan el significado de las diferentes partes de esta embarcación, en especial cuando se refieren al árbol mayor, que con su forma simboliza la Cruz. Sin embargo aquí nos urge destacar la alusión a las Escrituras propuesta por Hipólito y la importancia dada por Clemente, en la composición de la tripulación de la nave, a los catequistas: éstos, de hecho, instruyen a los fieles en la fe y, principalmente, sobre las Escrituras y los Evangelios, y son los verdaderos protagonistas en la obra de difusión y comprensión de la “buena nueva” de la salvación. Los evangelistas que empujan la embarcación guiada por Cristo simbolizan, en realidad, la invitación que Jesús dirige a los suyos al final de la historia evangélica: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28, 19).
La embarcación conducida por los evangelistas y guiada por Cristo al puerto de la salvación es también, para concluir, una imagen eficaz de la irrefrenable difusión del mensaje cristiano (el kérygma, en griego), de aquel euanghélion o buena nueva que, una vez recibido, conduce a la salvación (el bautismo, como ingreso a la vida nueva) y que, gracias a la gran difusión de los textos evangélicos, se ha propagado - precisamente a través de los mares - en las orillas del mundo antiguo.

Umberto Utro
Museos vaticanos

[00020-04.11] [NNNNN] [Texto original: italiano]

ERRATA CORRIGE

Las correcciones publicadas en la Errata Corrige del Boletín N° 4 han sido efectuadas directamente en los respectivos Boletines publicados en estas páginas Internet.

 
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