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DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE
“Nuestra Señora de Misericordia
nos lleva al Corazón de Cristo”
Carta al Arzobispo de Bourges (Francia)
sobre la experiencia espiritual de Estelle Faguette
22 de agosto de 2024
Excelencia reverendísima,
Le escribo gustosamente acerca de Estelle Faguette y los mensajes que emergen de
su experiencia espiritual en relación con “Nuestra Señora de Misericordia”,
recordada en el Santuario de Pellevoisin (Francia).
Durante una enfermedad grave e incurable, en Pellevoisin, Estelle Faguette
experimentó la presencia de la Virgen María que en diversas ocasiones le hablaba
del amor de Jesucristo. Su curación, fuera de toda explicación natural, ha sido
confirmada como milagrosa por el Arzobispo de Bourges, el 8 de septiembre de
1983, con la anuencia del Santo Oficio.
Si bien no es praxis actual de este Dicasterio expresarse acerca del carácter
sobrenatural u origen divino de fenómenos sobrenaturales y supuestos mensajes,
las expresiones que Estelle ha presentado como provenientes de la Virgen María
poseen un valor particular que deja entrever una acción del Espíritu Santo en
medio del conjunto de esta experiencia espiritual.
De hecho, en diversas los Sumos Pontífices han autorizado gestos de devoción
relacionados con “Nuestra Señora de Misericordia” o “Madre toda misericordiosa”.
Menciono sólo algunos ejemplos: en 1892 León XIII concedió indulgencias a los
peregrinos a Pellevoisin y en 1900 reconoció el escapulario del Sagrado Corazón.
Benedicto XV en 1915, al recibir el escapulario, afirmó que «Pellevoisin fue
elegido por la Santísima Virgen como lugar especial donde derrama sus gracias».
En 1922 se autoriza una Misa votiva a la Virgen, el 9 de septiembre, para la
Parroquia de Pellevoisin.
Numerosos son los bellos frutos de fe y caridad que se han verificado en torno
al Santuario.
Los relatos de Estelle
Los relatos impresionan por su sencillez, claridad y humildad. Antes de la
primera aparición, ella narra el sufrimiento que le causaba su enfermedad. No
hace alardes de espíritu cristiano de resignación. Al contrario, explica su
resistencia interior ante una enfermedad que trastornaba su proyecto de vida:
«Llevaba varios meses enferma y sufría mucho, no sólo en cuerpo sino también en
espíritu [...] No podía resignarme a morir y dejar atrás a mis padres, a los que
mantengo, y a mi sobrinita, a la que crié...» (App. 1). «Sólo diré que
ella me lo reprochó severamente, y me lo merecía. Quería gritar ¡perdón! Pero no
pude, mi pena era demasiado grande» (App. 2). De hecho, haciendo
referencia a su posterior curación, Estelle se siente obligada a explicar: «Que
quienes lean estas líneas, si es que vale la pena leerlas, se convenzan de una
cosa, y es que no fue por mis propios méritos que la Santísima Virgen obtuvo de
su Hijo mi curación; al contrario, fue para mostrar a muchas personas que, a
pesar de nuestros pecados, tenemos una Buena Madre que nos mima e intercede por
nosotros» (App. 1). En un mensaje posterior ella vuelve a expresar su
resistencia ante la enfermedad y narra que ella le escribió a la Virgen: «Mira
cómo sufrirían mis padres si me echaran de menos; están a punto de mendigar pan.
Recuerda, pues, lo que sufriste cuando Jesús, tu Hijo, fue puesto en la Cruz» (App.
3). Esta generosa dedicación a los demás, esta vida que se usa para cuidar a
otros, es lo que más tocó el corazón de la Madre: «eso es lo que más me ha
conmovido» (ibíd). La Madre sabe reconocer todo lo bueno que se esconde
detrás de nuestras palabras.
Palabras de misericordia, consuelo y sanación
Los relatos de Estelle son breves y más lo son las palabras que María le dirige:
«No tengas miedo, ¿tú sabes bien que eres mi hija?» (App. 1).
«No temas, tú eres mi hija» (App. 4).
«Si quieres servirme sé sencilla» (App. 5).
«Tranquila, hija mía, ten paciencia, lo pasarás mal, pero yo estoy aquí» (App.
6).
«Me gustaría que estuvieras aún más tranquila […] Necesitas descansar» (App.
8).
«Que recen y confíen en mí» (App. 11).
«Elijo a los pequeños y a los débiles para mi gloria» (App. 13).
«Ánimo» (App. 14)
«Estaré invisiblemente cerca de ti […] No tienes nada que temer» (App.
15).
Por otra parte, Estelle evita todo lo que pueda despertar la curiosidad.
Entiende que hay detalles que eran muy personales y su prudencia le permite
advertir que ella no debía comunicarlos a otros: «Yo guardo silencio sobre lo
que Nuestra Señora me dijo en privado» (App. 2). «Ella […] me dice algo
para mi» (App. 14).
Más allá de los detalles de las palabras, que en la experiencia espiritual no
siempre son precisas o exactas, es muy valioso advertir el modo como la Madre
misericordiosa trata a Estelle. Por una parte la Virgen le dirige dulces
exhortaciones que Estelle llama “reproches”. Por ejemplo, cuando Estelle dice
que preferiría morir, la Virgen le responde con una sonrisa: «Ingrata, si mi
Hijo te da la vida es porque la necesitas. ¿Qué le ha dado al hombre en la
tierra que sea más precioso que la vida?» (App. 2). Estelle menciona que
hubo otros reproches, pero que no sonaban agresivos ni duros: «pero con tanta
dulzura que me tranquilizó» (App. 3).
Al mismo tiempo, la Virgen le aseguraba que ella no ignoraba sus buenas
intenciones: «Te mantendré informada de los esfuerzos que has hecho para
mantener la calma» (App. 11). Más todavía, la Virgen procura sanar la
baja autoestima de Estelle: «Me mostró algunas de las buenas acciones que había
hecho. No eran nada en comparación con mis defectos». En ese momento, agrega
Estelle, «la Santísima Virgen conoce bien mi dolor». Y la Madre buena le dijo:
«Estas pocas buenas acciones y fervientes oraciones que me has dirigido han
tocado mi corazón de madre» (App. 3).
Silencios y miradas
Pero más aún que las pocas palabras de María, lo que impacta es su presencia
silenciosa, esos largos silencios donde la mirada de la madre cura el alma:
«¡Dios mío, era preciosa! Ella permaneció inmóvil durante mucho tiempo sin decir
una palabra […] Después de este silencio, me miró; no sé lo que sentí; ¡qué
feliz me sentí!». (App. 5).
«Como siempre, tenía los brazos extendidos y la lluvia caía de sus manos.
Permaneció en silencio durante mucho tiempo» (App. 11).
«No me dijo nada. Luego me miró con gran amabilidad y se fue» (App. 12).
«Cuando llegó, como siempre, ella permaneció sin decir nada durante un buen
rato» (App. 14).
«Poco a poco desapareció, dejando sólo la niebla (suave luz) a su alrededor» (App.
5).
«Se quedó un buen rato más y luego se alejó lentamente» (App. 7).
En los relatos aparecen frecuentemente la bondad, la dulzura, la sonrisa amable:
«se giró hacia mí y me dijo dulcemente» (App. 1), «siempre me miraba
sonriente» (App. 2), «ella estaba sonriendo» (App. 5), «¡qué
belleza y qué dulzura!» (App. 6), «¡qué bondad en sus ojos, y qué misericordia!» (App. 13).
Con esa misma presencia, con esa mirada serena, la Madre dice que quisiera
devolver la paz a la Iglesia, porque «en la Iglesia, no hay la calma que yo
deseo» (App. 11).
Hacia el Corazón de Cristo
La experiencia de Pellevoisin es mariana, pero al mismo tiempo es fuertemente
cristológica. En realidad, el gran pedido que la Virgen hace a Estelle es que
difunda el escapulario con la imagen del Corazón de Cristo, y el gran mensaje de
María es la invitación a volverse a ese Corazón amante del Señor. Al mostrar a
Estelle el escapulario del Sagrado Corazón de Cristo María dice: «Los tesoros de
mi Hijo hace tiempo que están abiertos […] Me encanta esta devoción» (App.
9).
Estelle acoge este pedido de difundir la devoción al Corazón del Señor, que da
«el consuelo de beber de esta fuente inalterable que brota de su divino
Corazón”. Y responde a María: «Esta devoción que amas, hablaré de ella, mi buena
Madre, tanto como pueda» (App. 11).
El Corazón de Cristo nunca es indiferente, él se deja tocar por nuestra súplica
sincera y amante, sobre todo cuando es la Madre quien toca su Corazón: «Ánimo,
ten paciencia; mi Hijo se dejará tocar» (App. 1).
En esta experiencia espiritual no encontramos, como en otras, frecuentes
reproches a los obispos y quejas sobre la Iglesia. Sin embargo, hay un lamento
de María que se refiere a la falta de amor a Cristo que se refleja en quienes
reciben la Eucaristía con frialdad o distracción: «la falta de respeto que
tenemos a mi Hijo en la Sagrada Comunión, y la actitud de oración que adoptamos
cuando nuestra mente está ocupada en otras cosas» (App. 5). No es un
reclamo de la Virgen a las personas simples, con poca formación o poco cercanas
a la Iglesia, sino «para las personas que pretenden ser piadosas» (ibíd.).
En estos mensajes todo se atribuye a Cristo. Aun la curación de Estelle, no se
atribuye directamente a María, sino a Cristo que escuchó la intercesión de su
madre: «la Santísima Virgen obtuvo mi curación de su Hijo» (App.
1). Si Cristo transforma los corazones duros escuchando la intercesión de María,
es solamente él quien toca esa intimidad de las personas: «A través de mí tocará
los corazones más endurecidos» (App. 7).
De especial importancia es una preciosa escena donde María evita que se entienda
que las gracias derramadas son suyas. Cuenta Estelle que «la Santísima Virgen
extendió sus manos; cayó una lluvia abundante, y en cada una de esas gotas me
pareció ver escritas gracias como: piedad, salvación, confianza, conversión y
salud». Pero la Virgen agregó: «Estas gracias provienen de mi Hijo» (App.
15).
***
Su Excelencia, no sólo puedo decir que no hay objeciones doctrinales, morales u
otros aspectos críticos con respecto a este acontecimiento espiritual y que los
fieles «pueden dar su asentimiento de forma prudente» (Normas art 22 §1), sino que en este caso la devoción, ya florecida, es especialmente
recomendable para quienes libremente quieran adherir a ella. Encontrarán en ella
un camino de sencillez espiritual, de confianza, de amor, que probablemente les
hará mucho bien. Usted puede emanar entonces el correspondiente decreto de “nihil
obstat” que nos ha propuesto. Será ciertamente un bien para toda la Iglesia.
Aprovechando la ocasión para manifestarle mi profunda consideración y afecto
fraternal en el episcopado.
Dvmo.
Víctor Manuel Card. FERNÁNDEZ
Prefecto
EX AUDIENTIA DIEI: 22.08.2024
Franciscus
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