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Card. Víctor Manuel Fernández Prefecto del
Dicasterio para la Doctrina della Fe
Homenaje al Papa Francisco
En el seguimiento de un Padre
El cardenal Víctor Manuel Fernández en diálogo con la Sección Doctrinal del
Dicasterio
11 de junio de 2025
Pregunta: ¿Puede darnos su testimonio sobre lo que, para usted, que ha estado
especialmente cerca del Papa Francisco, puede considerarse el núcleo de su
pensamiento y, en cierto modo, también su legado para la Iglesia?
Prefecto: El pensamiento del Papa Francisco se puede conocer, obviamente, a través de los
textos que nos ha dejado. Lo que podemos hacer es ofrecer una clave de lectura
general.
Había un punto muy importante para él, y era que la doctrina debe ser clara.
Siempre lo pensó así. No es cierto –como dicen algunos– que quisiera crear
confusión doctrinal, que para él no fuera importante la profundización
teológica, ir al fondo de las cuestiones, etc. Apreciaba el pensamiento claro;
sin embargo, y este es el punto importante, según él, todo se jugaba en la vida
concreta de las personas. No me refiero a la moral de la situación –que es algo
muy diferente–, sino a la realidad concreta que cada persona concreta vive, en
la que se juega su historia de salvación, el misterio de la salvación. Por eso,
el Papa Francisco apreció especialmente nuestro documento
Dignitas infinita,
porque siempre ha insistido en este punto desde que era sacerdote. Se trata
de la dignidad infinita de cada persona humana, y este punto también ha guiado
su sacerdocio, su episcopado, las decisiones que tomaba: ir a visitar a ese
periodista, a ese peluquero, a la señora de la limpieza... Para él era
importante encontrarse con cada persona, sin importar su condición social,
porque en cualquier caso era una persona con una dignidad inalienable,
infinitamente amada por Dios. Este es el punto clave.
Por lo tanto, cuando nos enfrentamos a una cuestión teológica moral compleja,
siempre hay que confrontarla con las personas concretas, con su vida, sus
sufrimientos, y preguntarse qué efecto tendría en la vida de esa persona si yo
dijera esto o aquello. No es que cambie la verdad, pero la verdad es percibida
por otra persona de maneras diferentes. Por ejemplo, si digo que Cristo no es
una persona humana, teológicamente es muy correcto. Pero si le digo lo mismo a
una persona que no ha estudiado teología, lo que entiende es que Cristo no es un
hombre verdadero, que es un hombre al que le falta una parte, que no es como
nosotros. Lo mismo ocurre cuando en la teología clásica se afirma que en el
cielo no hay movimiento. ¿Qué entiende la persona de antes? Que es mejor
quedarse aquí abajo, que la eternidad debe ser un gran aburrimiento...
Estos son dos pequeños ejemplos que el Papa Francisco proponía de vez en cuando
para hacer comprender que uno puede decir algo muy claro, ortodoxo, pero luego
hay que preguntarse cómo lo percibe el otro, qué efecto tiene en su vida y en el
plan de salvación que Dios tiene para él, cómo reaccionará, qué efecto tendrá en
el desarrollo de su camino personal, etc. Este me parece el punto más importante
para comprender muchas cosas que decía el Papa Francisco.
Otro punto importante, relacionado con esto, es la convicción de que en la
teología y en la enseñanza de la Iglesia hay muchas verdades, pero hay un
núcleo, que es el kerigma, y esto es fundamental para la vida de las
personas. Se trata de un tema presente en la enseñanza del Papa Francisco desde
el principio, y que también mostraba en sus catequesis, en los discursos más
sencillos y cotidianos, volviendo continuamente al amor de Dios, a Cristo que
nos abraza, que camina con nosotros, que se inclina sobre nuestros sufrimientos
uniéndolos a sí mismo. Y todas estas cosas no son más que el kerigma
mismo expresado con palabras sencillas, pero repetido de diferentes maneras
según las diversas circunstancias. Esto era para el Papa Francisco el corazón de
la verdad revelada. El mayor riesgo, de hecho, es no comunicar este corazón,
estar obsesionados con cuestiones secundarias, que también son bonitas y
verdaderas, pero que corren el riesgo de no hacer llegar a la vida de las
personas concretas el corazón salvífico del mensaje evangélico, que es lo que
cambia la vida y realmente provoca la conversión y el crecimiento en la vida
cristiana.
1) Atención a la vida de las personas concretas y 2) kerigma: estos son
los dos puntos que le he oído decir desde que tengo memoria, desde que aún no
era Obispo, y que ya defendía entonces. Luego, cuando se convirtió en Arzobispo,
yo ya era Rector de la Universidad Católica y tuve muchas ocasiones de
encontrarme con él, en las que percibí la misma insistencia. Pero ha continuado
así también después, como Pontífice. Se podrían decir muchas otras cosas, pero
me parece que esta es la clave para comprender el pensamiento del Papa
Francisco.
Sobre estos temas El Papa León XIV está en la misma línea. Por supuesto, no
desde ahora, sino ya desde que era Cardenal. Hablando con él en las últimas
audiencias, me dijo que la orientación que ha tenido el Dicasterio para la
Doctrina de la Fe en los últimos años sigue siendo la misma. También lo dijo en
la reunión ordinaria del Dicasterio para los Obispos, en relación con los
criterios para la selección de los obispos. Y el Papa León subrayó que los
obispos deben anunciar el kerigma, estar cerca de la gente, comprender
las angustias de las personas y tener en cuenta el bien de todos. Al comienzo de
la reunión, el papa leyó una lista de puntos que me pareció haber oído antes y,
de hecho, luego aclaró de dónde la había sacado: son los mismos puntos que pedía
el Papa Francisco. Digamos que hay sin duda una diferencia entre León y
Francisco, en cuanto al estilo, a los matices, pero al final es mejor que sea
así, porque la Iglesia se enriquece con cada Pontífice. Sin embargo, hay una
continuidad de fondo que es importante comprender, porque también guía nuestro
trabajo en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Pregunta: ¿Podría también darnos un testimonio de cómo fue su encuentro con el Papa
Francisco? Una vez lo mencionó al presentar el documento
Dignitas infinita,
diciendo que el encuentro con el Papa Francisco le había ayudado a redescubrir
su propia dignidad.
Prefecto: Sí, y esto gracias a la firme y profunda convicción que tenía el Papa Francisco
sobre la dignidad de cada persona. Esto se veía cuando tomaba decisiones que
afectaban a alguien. Aunque tuvieras una idea diferente a la suya, él te
escuchaba y te mostraba un gran respeto. Y nunca le habría pedido a nadie que
hiciera algo sin la libre y clara aceptación de esa persona. De hecho, a mí
también me pidió varias cosas a lo largo de mi vida, y al principio las rechacé,
pero luego dije que sí. Y él nunca me dijo: “Tienes que hacerlo”, sino que
siempre esperó a que yo pudiera decidir libremente. Nunca me presionó. Y, en los
encuentros que tuve con él, en algún momento difícil que tuve que afrontar, en
momentos realmente muy duros, me dijo esta frase: “No, Tucho, levanta la
cabeza y no permitas que te quiten la dignidad”. Me lo dijo con decisión,
mirándome a los ojos, y esa frase realmente me impactó y se convirtió en un
consuelo constante para mí. Pero esta experiencia que yo viví también la
vivieron muchas otras personas. No es algo que me concierna solo a mí, porque
era una convicción profunda suya, que luego se manifestaba en lo que decía sobre
los pobres, sobre el sufrimiento de la gente, sobre temas económicos y sobre
muchos otros. Al fin y al cabo, se trata de una convicción simplemente
evangélica.
Pregunta: Tengo una pregunta, pero es más bien una curiosidad. En nuestra conversación a
través de usted, hemos sentido un gran apoyo del Papa Francisco hacia nuestro
Dicasterio. Realmente, cercanía y apoyo. Sin embargo, en algunas ocasiones,
cuando ha hablado de teología, lo ha hecho con palabras que, en mi opinión, eran
un poco severas, como si se sintiera un poco herido por la enseñanza que ha
recibido. En resumen, en varias ocasiones ha dicho: “La teología es solo
Denzinger”. Al comienzo del Pontificado, traduje algunas de sus obras y lo
percibí más como un filósofo en su mentalidad que como un teólogo, porque,
cuando hablaba o escribía, a veces se refería a la teología como si se tratara
de una mera comparación permanente con el Denzinger. Por lo tanto, para mí no
siempre fue fácil saber cuál era su profunda convicción sobre la teología como
disciplina.
Prefecto: Es una pregunta muy sincera y concreta. Se lo agradezco. El Papa Francisco nunca
ha tenido un problema personal con la teología, ni críticas o disputas
personales, ni siquiera con un teólogo, ni ninguna “herida” que le pudiese
condicionar. Esto lo puedo decir con certeza. En cambio, le impresionaban mucho
las constantes acusaciones contra otros que le llegaban a los oídos, sobre todo
cuando era Obispo, ya que había algunos miembros de la Conferencia Episcopal que
pertenecían a una línea muy conservadora y querían condenar constantemente a tal
o cual sacerdote por haber dicho tal cosa en una homilía, o por haberla escrito
en algún sitio, etc. Se trata más bien de este aspecto. Creo que, si había algo
que podía condicionarlo, por usar esta palabra, era sobre todo una especie de
malestar hacia las personas que dedicaban su vida a perseguir y encontrar
defectos en los demás, a buscar errores, etc. Y ese era su problema, no con la
teología, sino con esta situación.
Por supuesto, también se podría pensar que, en aquella época, cuando era
estudiante, tuvo profesores demasiado “escolásticos”. Sin embargo, él apreciaba
a sus maestros de teología y filosofía, por lo que no se trataba de un problema
personal o relacionado con su historia, eso se lo puedo asegurar. Era más bien
este malestar del que he hablado, también porque estas personas –que querían
condenar constantemente a los demás– hablaban con gran seguridad, como si
tuvieran toda la verdad en su cabeza, sin necesidad siquiera de estudiar,
porque, al fin y al cabo, ya lo sabían todo. Creo que fue esta situación la que
llevó al Papa Francisco a decir ciertas cosas sobre la teología.
Pregunta: Lo que está diciendo ahora me recuerda que, cuando el Papa Francisco vino a
visitarnos al Dicasterio, lo primero que nos dijo fue precisamente eso. Y me
sorprendió, porque dijo textualmente: “Tengamos cuidado, porque a menudo en la
vida me he encontrado con personas que casi disfrutaban torturando, castigando o
persiguiendo a los demás”. Y también nos dijo que estas personas suelen ir al
ejército o al clero.
Prefecto: Bromas aparte, se puede decir que de ahí surge otra de sus típicas insistencias,
es decir, si puedes ayudar a una persona, debes hacerlo. Si se puede elegir
entre mejorar la vida de una persona o complicársela, siempre hay que elegir
mejorarla, no complicársela. Y si un problema se puede resolver, lo hacemos. De
todo esto podemos extraer un principio muy sencillo, que creo que también puede
ser útil para nuestro trabajo: no complicar aún más la vida de las personas, que
ya tienen muchos problemas en su día a día. Por lo tanto, debemos tener cuidado
de no añadir innecesariamente más cargas a la vida de las personas. Tengamos en
cuenta que el Papa León nos ha dicho que mantengamos la misma línea de trabajo
que teníamos con Francisco. Por lo tanto, al analizar una situación, si tenemos
dudas entre decir sí o no, decimos sí. Si existe la posibilidad de resolver algo
para ayudar a una persona, lo hacemos. Esto también puede contribuir a que el
Dicasterio no sea visto como una “agencia” de control constante de los errores o
los peligros. En el centro de nuestro trabajo debe estar, sobre todo, el
compromiso de ayudar a desarrollar las cosas buenas. Es un aspecto concreto de
nuestro trabajo para los diferentes temas que tratamos. Y luego, cuando hay que
tomar decisiones teológicas, in dubio, pro reo. Se trata de un principio
clásico.
Pregunta: ¿Han tenido ocasión de conocerse en América Latina los dos “Papas”, Francisco y
León?
Prefecto: Sí, solo que donde el Papa León era Obispo está muy lejos de Buenos Aires.
Digamos que era muy difícil encontrarse. Hay mucho tiempo de viaje y es
complicado. Se encontraron algunas veces en reuniones de obispos para tratar
ciertos temas, pero no tenían una relación constante. Por supuesto, se conocían
y el Papa valoró su trabajo como Obispo en Chiclayo, y también por lo que había
oído decir lo trajo aquí al Vaticano.
Pregunta: El Papa Francisco ha insistido mucho en las “periferias”. A veces parecía que
eso significaba una cierta polémica con respecto al “centro”, en el sentido de
que desde las realidades más periféricas se verían mejor las cosas, tal vez
porque él ha tenido alguna experiencia al respecto. En el sentido de que, desde
su punto de vista, tal vez el “centro” muchas veces no ve bien, o incluso no ve
nada, de lo que ocurre en las periferias.
Prefecto: Este aspecto del pensamiento del Papa Francisco proviene de una filósofa
argentina llamada Amelia Podetti (1928-1979), muy cercana a otro filósofo quizás
un poco más conocido, Günter Rodolfo Kusch (1922-1979), quien hablaba de la
llamada “América profunda”. En el pensamiento de este último, hay una América
“superficial” y una América “profunda”. Y esa América profunda, popular, es un
humus, un humus de tierra buena donde pueden nacer muchas cosas,
muchas cosas bellas, incluso muchas luces para la comprensión de la realidad
misma. Y se trata de un territorio poco explorado por los que están en la
“superficie”. Podetti, cercana a esta línea de pensamiento, desarrolló entonces
la idea de que desde el centro se ven ciertas cosas, pero muchas otras no se
pueden ver desde allí, porque solo se perciben desde la periferia. Esta filósofa
también tenía cierta conexión con Gadamer, quien defendía la importancia del
background para conocer la realidad, en el sentido de que en la comprensión
de algo nunca hay una tabula rasa, sino que siempre se parte de alguna
experiencia de vida. Este background, serían los “prejuicios”, que, sin
embargo, no deben entenderse en un sentido negativo, del tipo: “esto es un
prejuicio, entonces debemos eliminarlo para poder ver la verdad más claramente”.
Gadamer no estaba de acuerdo, sino que sostenía lo contrario: el “prejuicio” es
la posibilidad que tengo de acceder al menos a algunos aspectos de la verdad,
una posibilidad que quizá otro no tiene, porque ve las cosas desde otra
perspectiva.
A este respecto, se puede poner un ejemplo concreto, el de los beduinos en el
desierto. Vas al desierto, solo ves un mar de arena y te aburres mucho, dices
que es imposible encontrar algo interesante donde solo hay arena, etc. Para el
beduino, en cambio, que ha nacido y crecido allí, el desierto es un lugar lleno
de belleza, vida y variedad. Si intentas pasar un día con él, te lo hará
comprender, te dirá: “Mira las sombras, mira por aquí, espera media hora y verás
cómo cambia el color, mira este insecto...”, etcétera. Es decir, te hará
descubrir un mundo en el desierto que tú solo no puedes ver. Y digamos que este
background, estos prejuicios, son una riqueza de los beduinos para
acceder a aspectos de la verdad que otros no ven. Entonces, desde estos
diferentes puntos de vista, decía Amelia Podetti, podemos acceder a una riqueza,
a una comprensión más amplia y completa de la misma verdad, que en sí misma no
cambia. Esto nos hace comprender que en nuestro trabajo en el Dicasterio para la
Doctrina de la Fe es muy importante escuchar la opinión de los demás, que viven
en contextos diferentes y enriquecen nuestra visión.
Así pues, Bergoglio desarrolló el discurso sobre las periferias a partir de esta
filósofa latinoamericana en diálogo con Kusch, un autor importante, pero también
en diálogo con un europeo como Gadamer, porque le gustaba mucho leer y escuchar
a los pensadores, a los filósofos, mantenía un diálogo constante con ellos.
Quizás esto pudo dar la impresión de que le importaba más la filosofía que la
teología. De hecho, estaba muy apegado al pensamiento filosófico, pero también
es cierto que se dedicaba mucho a la literatura y a las Sagradas Escrituras y
apreciaba mucho el trabajo de los biblistas.
Bien, más allá del Papa Francisco, creo que todas estas cosas pueden ser una
guía útil para nuestro trabajo también en el futuro.
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