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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DEL PONTIFICIO INSTITUTO MISIONES EXTRANJERAS (PIME)
CON MOTIVO DEL 150 ANIVERSARIO DE LA REVISTA "MONDO E MISSIONE"

Sala Clementina
Jueves, 13 de octubre de 2022

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Doy las gracias al Superior General del Pontificio Instituto Misiones Extranjeras, que ha introducido nuestro encuentro; y os saludo a todos vosotros, que de diferentes formas trabajáis y colaboráis en la revista Mondo e Missione, nacida hace 150 años. Entonces se llamaba “Le Missioni Cattoliche”. Su “cuna” fue el Seminario Lombardo para las Misiones Extranjeras y su modelo Les Missions Catholiques, que la Obra de la Propagación de la fe había iniciado a publicar cuatro años antes, en Lyon. Nos llama la atención, la modernidad, el horizonte de esa iniciativa, que desde el principio expresa y promueve una Iglesia “en salida”. Sí, cuando se está en salida se permanece jóvenes. Si tú estás sentado ahí, sin caminar, ¡envejeces rápidamente!

Hay que subrayar que la revista nació para responder a una exigencia del pueblo de Dios: muchos querían leer las historias de los misioneros —¡heroicas!—, sentirse cercanos a ellos y a sus obras, acompañarlos con la oración. Y también querían conocer los países y las culturas de forma diferente a la más común —en aquella época impregnadas de mentalidad colonial—: con una mirada cristiana, respetuosa y atenta a las “semillas” de verdad y de bien dispersas por el mundo. Rendimos homenaje a la memoria del padre Giacomo Scurati, primer director, y a sus colaboradores. Ellos comprendieron el valor de la comunicación en la misión, sobre todo para la Iglesia misma, para ser extrovertida, y plenamente involucrada en la evangelización, completamente misionera, completamente evangelizadora. Estos pioneros de hace 150 años entendían la importancia de hacer conocer los países en los que estaban destinados y la forma en la que, en esas tierras lejanas, sucedía el encuentro entre el Evangelio y las comunidades locales. Desde el inicio, por tanto, la revista fue portadora de una mirada amplia, abierta a las riquezas de cada pueblo y de cada Iglesia local. Y esta sigue siendo todavía hoy la vocación de Mondo e Missione, como fue “rebautizada” en 1969, para asumir el espíritu y las enseñanzas del Concilio Vaticano II respecto a la misión ad gentes.

Durante muchos años, las cartas y las crónicas de los misioneros han retratado con precisión los contextos y la vida de las poblaciones con las que entraban en contacto. Y todavía hoy los reportajes y los testimonios directos representan la característica más propia de la revista, gracias a historias de lugares o situaciones de las que pocos hablan: periferias geográficas y existenciales, que, en un mundo donde la comunicación aparentemente ha acortado las distancias, sin embargo, siguen relegados a los márgenes. Las distancias se han acortado, es verdad, pero las “aduanas” ideológicas se han multiplicado. Y entonces el desafío es aún hoy ir precisamente ahí para hacer conocer la belleza y la riqueza de las diferencias, pero también las muchas distorsiones e injusticias de sociedades cada vez más interconectadas y al mismo tiempo marcadas por fuertes desigualdades.

Ser voz de los sin voz es una tarea primaria de la revista, como de otras iniciativas que el PIME ha promovido en el campo de la comunicación: la agencia AsiaNews, los contenidos multimedia, la presencia en las redes sociales, las actividades culturas y de animación. Todas ellas formas para contar el mundo poniéndose de parte de quien no tiene derecho de palabra o no es escuchado, de los más pobres, de las minorías oprimidas, de las víctimas de las guerras olvidadas. Esto lo quiero subrayar: las guerras olvidadas. Hoy todos estamos preocupados, y es bueno que sea así, por una guerra aquí en Europa, en la puerta de Europa y en Europa, pero desde hace años hay guerras: más de diez años en Siria, pensad en Yemen, pensad en Myanmar, pensad en África. Estas no entran, no son de la Europa culta… Las guerras olvidadas son un pecado, olvidarlas así.

Y también hacer memoria de quien trabaja silenciosa y tenazmente “desde abajo” para construir un mundo diferente, trazando recorridos de solidaridad y de reconciliación en contextos marcados por crisis o violencia.

Como revista misionera, Mondo e Missione tiene también otra tarea específica que la caracteriza: el de ayudar a reconocer que la misión está en el centro. Reconocer que la misión está en el centro. Recordar a las comunidades cristianas que, si se miran solo a sí mismas, perdiendo la valentía de salir y llevar a todos la palabra de Jesús, terminan por apagarse. Mostrar cómo el Evangelio, encontrando pueblos y culturas diferentes, se nos entrega cada día en su novedad y frescura. Y crea diálogo y amistad también con quien profesa otras religiones, reconociéndose hijos del único Padre. Porque la realidad se ve mejor desde las periferias. Por esto os doy las gracias de forma particular.

En esas que siguen siendo consideradas “periferias”, a los misioneros les ha sucedido a menudo descubrir que el Espíritu Santo había llegado antes que ellos. Quien había ido para evangelizar, se ha encontrado muchas veces recibiendo una Buena Noticia. Como los discípulos de Jesús, enviados de dos en dos para predicar entre los pobres y los pequeños, así también los misioneros de ayer y de hoy encuentran a menudo la alegría y la vida nueva que el Evangelio es capaz de generar. Y una experiencia así no es posible tenerla para sí. En este sentido, se vuelve cada vez más importante dar voz a Iglesias jóvenes y en crecimiento, a comunidades —fundadas a veces por el PIME— que hoy expresan dinámicas nuevas y prometedoras, dóciles al Espíritu.

En un mundo lamentablemente marcado por tantas heridas, esta es —al final— la razón que 150 años después empuja a realizar todavía una revista como Mondo e Missione : dar voz a la esperanza que el encuentro con Cristo siembra en la vida de las personas y de los pueblos. Para decir a todos que un mundo mejor es posible, cuando siguiendo a Jesús aprendemos a tender la mano a cada hermano y hermana.

Queridos amigos, os doy las gracias por haberme hecho conocer mejor vuestra historia y vuestro compromiso. ¡Id adelante! Fieles a vuestras raíces, atentos a los signos de los tiempos y abiertos al futuro de Dios. Os bendigo de corazón y bendigo también a los lectores y colaboradores de Mondo e Missione. Y os pido por favor que recéis por mí. ¡Gracias!



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