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JUAN PABLO II

REGINA CAELI

Domingo 10 de mayo de 1987

 

1. El Espíritu Santo "da hoy a los seglares una conciencia cada día más clara de su propia responsabilidad y los impulsa por todas partes al servicio de Cristo y de la Iglesia" (Apostolicam actuositatem, 1).

Esta constatación concierne de modo especial al servicio de la catequesis. De modo que, en la perspectiva del próximo Sínodo, quiero dar las gracias, como hice en la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae, "a vosotros, catequistas parroquiales, hombres y, en mayor número aún, mujeres, que en todo el mundo os habéis consagrado a la educación religiosa de numerosas generaciones de niños. Vuestra actividad... es una forma eminente de apostolado seglar, particularmente importante allí donde... los niños y los jóvenes no reciben en sus hogares una formación religiosa conveniente" (Catechesi tradendae, 66).

2. La catequesis es una etapa de la evangelización. La Asamblea General del Sínodo de los Obispos de hace diez años puso de relieve sus múltiples aspectos, subrayando el papel que el laicado tiene en ella. Un papel, desde ciertos puntos de vista, capital, como ha recordado el Concilio, tratando el tema con profundidad y amplitud.

Si es verdad, pues, que la catequesis ocupa un lugar primordial entre los deberes de los obispos (cf. Christus Dominus, 13) y de los ministros consagrados, también es verdad que constituye un campo en que el laico expresa de forma peculiar la propia vocación, ejerciendo el sacerdocio común y dando testimonio de la propia participación en la misión profética de Cristo.

El Concilio pone de relieve que esta noble tarea reviste urgente necesidad "en aquellas regiones en que se ve gravemente impedida la libertad de la Iglesia. En estas circunstancias extraordinariamente difíciles, los seglares..., exponiendo su propia libertad y en ocasiones su vida, enseñan la doctrina cristiana a aquellos que los rodean" (Apostolicam actuositatem, 17).

3. El ejemplo de los catequistas y de las catequistas, llamados a trabajar en condiciones que a veces suponen heroísmo, debe servir de acicate para los que viven en situaciones normales.

Quisiera subrayar la vital importancia de la catequesis de los niños y de los jóvenes en estos tiempos en que se va haciendo camino la necesidad de una recuperación total de los valores trascendentes y se advierte la necesidad de que la levadura del Evangelio vuelva a penetrar a fondo en las conciencias de las nuevas generaciones para un mañana sereno activo.

La catequesis pone las premisas para ello. Compromete a los padres cristianos, a los que corresponde en primer lugar "inculcar la doctrina cristiana y las virtudes evangélicas" (Lumen gentium, 41). Compromete de igual modo a las diócesis, a las parroquias, a las asociaciones y a los movimientos de apostolado, comenzando por la preparación de los catequistas y la promoción de iniciativas adecuadas. Para ellos siempre constituirá una orientación autorizada la Palabra del Señor: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí" (Mc 9, 37).

La Virgen María, que cuidó del misterioso crecimiento de su Hijo divino, obtenga para la Iglesia un incremento incesante del apostolado catequético.



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