Index   Back Top Print

[ DE  - EN  - ES  - FR  - IT  - PT ]

MISA DE BEATIFICACIÓN DE CINCO SIERVOS DE DIOS

HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Plaza de San Pedro
Domingo 3 de octubre de 2004

 

1. "Verbum Domini manet in aeternum", "La palabra del Señor permanece eternamente". La exclamación del Aleluya nos remite a los fundamentos mismos de nuestra fe. Ante el devenir del tiempo y los continuos cambios de la historia, la revelación que Dios nos ha ofrecido en Cristo permanece estable para siempre y abre sobre nuestro camino terreno un horizonte de eternidad.
Es lo que experimentaron de modo singular los cinco nuevos beatos:  Pierre Vigne, Joseph-Marie Cassant, Anna Katharina Emmerick, María Ludovica De Angelis y Carlos de Austria. Se dejaron guiar por la palabra de Dios como por un faro luminoso y seguro, que jamás dejó de iluminar su camino.

2. Contemplando a Cristo presente en la Eucaristía y la pasión salvífica, el padre Pierre Vigne se convirtió en un verdadero discípulo y un misionero fiel a la Iglesia. Que su ejemplo infunda en los fieles el deseo de obtener del amor a la Eucaristía y de la adoración al santísimo Sacramento la audacia para la misión. Pidámosle que toque el corazón de los jóvenes para que, si son llamados por Dios, acepten consagrarse totalmente a él en el sacerdocio o en la vida religiosa. Que la Iglesia en Francia encuentre en el padre Vigne un modelo, para que surjan de nuevo sembradores del Evangelio.

3. El monje Joseph-Marie puso siempre su confianza en Dios, en la contemplación del misterio de la Pasión y en la unión con Cristo presente en la Eucaristía. Así se impregnaba del amor de Dios, abandonándose a él, "la única felicidad de la tierra", y desapegándose de los bienes del mundo en el silencio de la trapa. En medio de las pruebas, con la mirada fija en Cristo, ofrecía sus sufrimientos al Señor por la Iglesia. Ojalá que nuestros contemporáneos, en especial los contemplativos y los enfermos, siguiendo su ejemplo, descubran el misterio de la oración, que eleva el mundo a Dios y da fuerza en las pruebas.

4. "Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio" (2 Tm 1, 7). Estas palabras de san Pablo nos invitan a colaborar en la construcción del reino de Dios, desde la perspectiva de la fe. Bien se pueden aplicar a la vida de la beata Ludovica de Angelis, cuya existencia estuvo consagrada totalmente a la gloria de Dios y al servicio de sus semejantes.

En su figura destacan un corazón de madre, sus cualidades de líder y la audacia propia de los santos. Con los niños enfermos tuvo un amor concreto y generoso, afrontando sacrificios para aliviarlos; con sus colaboradores en el hospital de La Plata fue modelo de alegría y responsabilidad, creando un ambiente de familia; para sus hermanas de comunidad fue un auténtico ejemplo como Hija de Nuestra Señora de la Misericordia. En todo estuvo sostenida por la oración, haciendo de su vida una comunicación continua con el Señor.

5. La beata Anna Katharina Emmerick contempló "la dolorosa pasión de nuestro Señor Jesucristo" y la experimentó en su cuerpo. El hecho de que la hija de pobres campesinos, que buscó con empeño la cercanía de Dios, se convirtiera en la conocida "mística de Münster" es obra de la gracia divina. En medio de su pobreza material poseía una profunda vida interior. Como nos impresiona su paciencia para soportar la debilidad corporal, así también nos impresiona la fuerza de carácter de la nueva beata y su solidez en la fe.

Para ello sacaba la fuerza de la santísima Eucaristía. Su ejemplo abrió los corazones de pobres y ricos, de personas sencillas e instruidas, con vistas a una entrega amorosa a Jesucristo. Aún hoy transmite a todos el mensaje salvífico:  Con las llagas de Cristo hemos sido curados (cf. 1 P 2, 24).

6. La tarea fundamental del cristiano consiste en buscar en todo la voluntad de Dios, descubrirla y cumplirla. Carlos de Austria, jefe de Estado y cristiano, afrontó diariamente este desafío. Era amigo de la paz. A sus ojos la guerra era "algo horrible". Asumió el gobierno en medio de la tormenta de la primera guerra mundial, y se esforzó por promover las iniciativas de paz de mi predecesor Benedicto XV.

Desde el principio, el emperador Carlos concibió su cargo de soberano como un servicio santo a su pueblo. Su principal aspiración fue seguir la vocación del cristiano a la santidad también en su actividad política. Por eso, para él era importante la asistencia social. Que sea un modelo para todos nosotros, particularmente para aquellos que hoy tienen la responsabilidad política en Europa.

7. Juntamente con toda la Iglesia, alabamos y damos gracias al Señor por las maravillas que realizó en estos siervos buenos y fieles del Evangelio. María santísima, a quien durante este mes de octubre invocamos de modo particular con la oración del rosario, nos ayude a convertirnos también nosotros en apóstoles generosos y valientes del Evangelio. Amén.

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana