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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL 61° CURSO
DEL COLEGIO DE DEFENSA DE LA OTAN*

Lunes 31 de enero de 1983

 

Queridos amigos:

1. Me alegra dar la bienvenida hoy a los miembros del curso 61 del Colegio de Defensa de la OTAN. Vuestra participación en este programa os ha permitido estudiar los principios fundamentales y las estructuras organizativas de vuestra Alianza. Pero, al mismo tiempo os ha servido para recordar el objetivo primordial para el que fue creada, un objetivo que es la aspiración de todos los hombree y mujeres de nuestro tiempo: la construcción de una paz verdadera y estable.

2. Al finalizar vuestras sesiones de estudio y reflexión, sois conscientes más que nunca de la utilidad, más aún, de la necesidad, del diálogo para una fructuosa interacción entre los individuos o entre los representantes de las diferentes naciones. Así, como personas implicadas en el mantenimiento de la paz, entienden la importancia del tema que escogí para mi mensaje con ocasión de la celebración de la Jornada de la Paz en este año: “El diálogo por la paz, una urgencia para nuestro tiempo”.

Sí, adoptar una actitud de diálogo es en verdad uno de los factores más significativos para alcanzar una paz estable. Introducir pacientemente los mecanismos y fases del diálogo siempre que la paz esté amenazada o ya comprometida es, en verdad, un medio preeminente para establecer la unión y la armonía entre los pueblos.

3. Como subrayé en el Mensaje de la Jornada de la Paz, el diálogo para la paz no es una mera utopía idealista. La paz es un deseo básico del hombre, arraigado en los más profundo de la persona humana. Como cristiano y hombre de esperanza tengo confianza en nuestra capacidad de seres humanos de ser razonables y de poder establecer un diálogo fraternal.

A nivel internacional, el diálogo entre naciones debe estar basado en la fuerte convicción de que el bien de un pueblo no puede ser conseguido a expensas de otro pueblo. La paz debe nacer de la mutua confianza entre las naciones y no serle impuesta por el miedo de las armas de la otra.

4. Al daros hoy mi cordial saludo a vosotros y a vuestras familias, pido a Dios Todopoderoso que os otorgue la fuerza para seguir adelante con perseverancia y ánimo en la tarea de la construcción de un mundo de paz. Como agentes de seguridad y de libertad en nombre de vuestras respectivas naciones, podéis ofrecer una genuina contribución al establecimiento de la paz. Obrando así, realizaréis una obra de amor supremo por la humanidad.

Que Dios os bendiga y os sostenga en esta urgente tarea.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 14, p.4.

 



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